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Una restauradora de sonrisas: la historia de la creadora de Dentistería Digital

María José Riveros, quien es ortodoncista, empresaria y creadora de contenido, transformó la crisis en oportunidad y convirtió su consultorio en una plataforma de educación y cambio. En este chat nos compartió su historia.

Redacción Cultura

17 de mayo de 2025 - 09:00 a. m.
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¿Qué le hizo sentir, a los nueve años, que este era su camino? ¿Hay una imagen o recuerdo específico que aún la acompaña?

Yo soy hija de militar, y resulta que en los batallones hay dispensarios, que son como pequeños hospitales. Una vez mi papá me llevó allá, y me gustó lo que estaba pasando, y le pedí que me volviera a llevar. Lo que yo hacía era sentarme en un banquito a ver a la odontóloga trabajar con los soldados. Claro, a los nueve años no podía hacer mucho, pero yo solo les pedía que me dejarán estar ahí para observar. Y así fue como me enamoré de cómo trabajaba con los pacientes, de lo que hacía, de los instrumentos, de los materiales… Desde ese momento, a los nueve años, me encantó el mundo de la odontología y decidí que era lo que quería hacer para mi vida.

¿Qué la motivó a abrir su negocio? ¿Ese siempre fue su plan?

Yo entré a estudiar Odontología a los 17 años y, prácticamente, al año de graduarme me casé. Esa necesidad de seguir creciendo fue lo que me llevó a hacer el posgrado. Primero uno estudia cinco años de Odontología y luego tres más de Ortodoncia. Durante esos ocho años tuve a mis dos hijos. Entonces la responsabilidad ya no era solo estudiar, sino también apoyar a mi esposo y cuidar a los niños. Al principio, como decimos entre colegas, uno empieza como “mochilero”: con tu maleta, tus pinzas, tus materiales… y vas trabajando de consultorio en consultorio. Así trabajé durante muchos años. Pero hace nueve años, cuando comenzó el boom de YouTube, empecé a crear contenido en redes sociales, y empecé a construir un canal que se llama Dentistería Digital. Ahí fue cuando todo se desbordó. Aunque trabajaba en diferentes sitios, la gente empezó a escribirme. Fue gracias a ese canal de YouTube y a las redes sociales que pude construir mi empresa.

Cuéntenos más sobre ese canal de YouTube...

Cuando trasladaron a mi esposo, yo me fui con él y dejé todo: vendí lo que tenía y, al regresar al país, literalmente llegamos con una mano adelante y otra atrás. Sin trabajo, empecé a tocar puertas y, en medio del desespero, pensé: “¿Qué hago ahora?”. Justo en ese momento los youtubers estaban en auge, y noté que no había odontólogas creando contenido. Así que me lancé. Mis primeros videos eran malísimos —sin edición ni experiencia en la grabación—, pero los hice con la intención de educar. Quería hablarle al paciente en su idioma, explicar lo que no se cuenta normalmente. Aunque recibí críticas de colegas por “contar demasiado”, hoy la gente entiende más, pregunta, y no se deja engañar. Todo empezó por necesidad, y terminó convirtiéndose en mi propósito: educar para mejorar la experiencia y los resultados de cada tratamiento.

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En su día a día con los pacientes, se enfrenta a muchas emociones. ¿Qué le ha enseñado la odontología sobre el miedo y la vulnerabilidad humana?

La odontología está directamente relacionada con la psicología. En la universidad incluso nos daban clases de Psicología, porque al final estás atendiendo a un ser humano, no solo una boca. Y ese paciente tiene valores, miedos, frustraciones… Muchas veces, cuando llegan al odontólogo, es porque han estado evitando venir durante mucho tiempo. Entonces, cuando lo atiendes, lo primero que debes entender es su historia con la odontología, porque no se trata solo de arreglar un diente o mejorar una sonrisa, sino de cómo, a través de mi profesión, puedo cambiarle la vida a una persona. La ortodoncia no es solo brackets. La ortodoncia transforma vidas, mejora la autoestima; le da al paciente seguridad para buscar un trabajo, iniciar una relación…

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¿Hay alguna historia con un paciente que la haya marcado?

Tengo dos historias que me marcaron profundamente. La primera es la de un paciente que llegó traído por su novia. Tenía una autoestima muy baja por su sonrisa. Cuando le propuso matrimonio, le dijo que no pondría fecha hasta operarse, porque no se sentía bien con su rostro. Ella, preocupada, lo trajo. Después de la cirugía, su transformación fue total: no solo le cambió la cara, le cambió la vida. Empezó a cuidarse, a sentirse seguro. Y lo más bonito es que no fue solo su cambio, fue el de una pareja construyendo su historia desde la confianza. La segunda historia es la de mi esposo, también paciente quirúrgico. Acompañarlo como esposa y profesional me hizo entender aún más el miedo, el dolor y la fuerza que hay detrás de cada tratamiento. La ortodoncia no es solo estética, es transformación personal. Y esas historias lo confirman.

Aunque ahora su empresa está consolidada, no siempre fue así. En pandemia, estuvo en bancarrota, ¿cómo vivió y afrontó ese momento?

Un odontólogo estudia para ejercer, pero no nos enseñan nada de administración. Muchos creen que un consultorio funciona como una tienda de barrio, y no es así: es una empresa. Yo lo viví justo antes de la pandemia. Pasé de un consultorio de 32 metros a uno de 140. Invertimos todo y abrimos el 9 de marzo de 2020 y el 17 ya estábamos cerrados. No había ingresos, solo gastos y, como muchos colegas, manejaba las finanzas del día a día: lo que entra se gasta. Me tocó reinventarme. Empecé a crear más contenido, ofrecí valoraciones online, pedía fotos a los pacientes para mantenerlos conectados. Con mi esposo revisamos cuentas: solo teníamos para cubrir dos meses de sueldos. Si en mayo no abríamos, tocaba suspender contratos. Por suerte, en mayo pudimos volver. Tuvimos que empezar desde cero, pero aprendí que un consultorio no puede manejarse sin visión empresarial. Hoy todo es distinto, pero en ese momento fue durísimo.

¿Y esto le enseñó algo sobre el fracaso?

Entendí que uno nunca sabe qué va a pasar mañana. Para quienes creemos en Dios, solemos decir “Dios proveerá”, pero entendí que no podía quedarme solo con esa idea. Yo tenía una gran responsabilidad: mis pacientes, mi familia y una empresa. Aprendí que no se puede dar nada por sentado y que hay que estar preparado para cualquier situación: una pandemia, un terremoto o cualquier imprevisto. Por eso, es fundamental estar organizado y tener un fondo de emergencia, porque no solo pueden surgir problemas financieros, también pueden aparecer dificultades familiares, empresariales o con el equipo.

¿Cómo ha sido ser ortodoncista, empresaria, creadora de contenido y mamá? ¿Cómo convive con cada faceta?

Ahora soy mamá de adolescentes, y eso ya es un gran reto. He tenido la fortuna de contar con mucho apoyo familiar. Cuando empecé a crear contenido, no sabía nada del tema: grababa con mi celular y aprovechaba la luz natural entre 9 y 10 de la mañana. Les decía a mi esposo y a mis hijos: “Necesito grabar”, y ellos salían al parque. Desde hace nueve años, entendieron que esto no era un hobby, sino parte de mi trabajo. Hoy todos en mi familia hacen parte de Dentistería Digital: mi esposo es el gerente, mis hijos tienen sus propias marcas personales dentro del proyecto. Entendieron que las redes también construyen una marca empresarial y familiar. Obviamente, con la adolescencia hay roces, pero me siento muy apoyada, a diferencia de muchas colegas que no tienen ese respaldo.

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