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La ruptura con la academia, la nueva libertad conceptual y formal, la exploración de nuevas técnicas para la representación de la realidad y la apertura de las exposiciones a todos los públicos son algunos de los principios del arte moderno en Colombia. En la década de los 60, con la inauguración en 1963 del Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAM), bajo la dirección de Marta Traba, los artistas modernos tuvieron un espacio propio y constante para exhibir sus obras. La nueva generación de pintores y escultores, quienes se habían apropiado de los estilos de las primeras vanguardias, ya no estaba limitada a exhibir sus trabajos en los salones y galerías itinerantes.
Durante la segunda mitad del siglo XX el arte nacional indagó sobre las posibilidades del lenguaje figurativo y abstracto y abrió el camino a interpretaciones más conceptuales utilizando materiales menos tradicionales. “El color puede hacer y deshacer: es capaz de sortilegios y magias, de disfrazarse y desnudarse, de ser poderoso y desamparado”, afirmó Marta Traba durante la exposición Tumbas, que dio por inaugurado oficialmente el MAM. El color invadió el espacio y los cuadros y esculturas de aquellos artistas que se distanciaron de la idea de hacer una representación fiel de la realidad.
“El poder del artista es ir contra la lógica”, dijo el maestro David Manzur, uno de los mayores exponentes del arte moderno en Colombia, que se describe a sí mismo como un narrador de cosas imposibles. “Si el caballo es blanco, yo lo vuelvo rojo. No estoy ilustrando el caballo real. Siempre estoy huyéndole a la realidad, pero usando la realidad, aunque suene contradictorio. El caballista quiere ver en mis cuadros el caballo en que él monta, pero no lo encuentra, porque el caballo pintado es un caballo fantasma, onírico, es un caballo que en un momento determinado se va a convertir en un monstruo y te va a asustar”, asegura el maestro cuando habla de la naturaleza del color en su obra.
El artista vallecaucano Ómar Rayo, nacido en 1928, comentó alguna vez que “vivimos inmersos en el trópico, y el trópico es una enfermedad que hace las cosas alucinantes. Ahí tenemos a García Márquez y los grandes creadores suramericanos o tropicales. Todos están inmersos en el trópico y, por ende, en la luz, y por eso todos están locos. ¡La única forma de crear es estar loco!”. Observaba entonces el arrebol de los atardeceres, los arco iris, las frutas, las flores de su tierra natal con los que luego lograría crear los efectos particulares de su trabajo artístico.
Tanto la obra de Manzur como la de Rayo hacen parte de las 34 piezas que componen la exposición Uniendo lazos. Grandes maestros colombianos, organizada por la Embajada de Colombia en Panamá, con el apoyo del Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de ese país y la Galería La Cometa de Bogotá. Una selección de obras de Alejandro Obregón, Manuel Hernández, Enrique Grau, Fernando Botero, Luis Caballero, Santiago Cárdenas y María Mercedes Hoyos, junto a otros ocho maestros colombianos, se podrá ver en el MAC hasta el 2 de junio, en la Ciudad de Panamá.
Esculturas abstractas que se alejan de los cuerpos perfectamente esculpidos y de los bustos y figuras que parecen sacadas del mundo real complementan la exposición. El color vibrante de las estructuras de Édgar Negret, las desentrañables piedras talladas de Hugo Zapata y las criaturas de bronce de Jim Amaral, que parecen seres desterrados del mundo de los sueños, cierran el recorrido por las obras más influyentes del arte colombiano de la últimas décadas.
“La muestra se constituye en un veraz y valioso documento sobre la historia reciente de Colombia, la cual ha transitado desde días aciagos hasta momentos de prosperidad, como los que se viven hoy”, afirma Ángela Benedetti, embajadora de Colombia en Panamá, quien asegura que la iniciativa busca, en efecto, estrechar los lazos entre ambos países y generar un diálogo cultural.