
Vendedoras de rosquillas, una obra de Manuel Wessel de Guimbarda. / Cortesía
Cuando camina rápido le salta un bolsito que lleva atado a la cintura donde mete la plata. No parece haber toreado antes la calle, pero tiene talento. A veces pone cara de susto cuando el semáforo pasa a verde y la apura el pito de los carros. Pero se sobrepone, entrega fugaz la devuelta y pasa a la siguiente maniobra. La esquina donde trabaja es apeñuscada, apremiante, el agrio y rudo centro de ciudad. En días soleados no hay sombra. Parece tener edad de abuela reciente o de madre veterana, aunque conserva ese porte de leona que en la...
Por José Hoyos
Conoce más
Temas recomendados:
Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación