
Su nombre de nacimiento fue María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano. Se lo cambió a Chavela, con v, "no más por joder".
Se terminó la función y una señora –tendría 60 años o más- soltó con fuerza “Ahhhhh, qué delicia pagar para que me revuelquen así”. Tenía las mejillas coloradas, los ojos llorosos y un pañuelo arrugado –más bien destrozado- en la mano derecha. En la otra cargaba una botella de agua de la que tomaba con afán. Cuando terminaba, hacía un gesto de alivio, como si se hubiese deshidratado tanto que cada trago le devolvía algo de lo que le acababan de quitar o de romper. Como ella, su acompañante se limpiaba las lágrimas y se reía. La miraba con un...

Por Laura Camila Arévalo Domínguez
Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com
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