Viaje al fondo de la música con Alejandro Marín
Sexo, drogas, machismo y guerras. De alguna manera esos cuatro componentes han atravesado cada género musical y cada generación. El locutor colombiano nos conduce, en su primer libro, por la “Historia secreta de la música” (Planeta).
Camilo Gómez
Lo que más amó Ray Charles, más que a sus parejas, más que a sus hijos, más que a sus drogas, fue su música. Y fue quizá por su devoción al arte y su reluciente talento que su adicción a la heroína y su manía de acostarse con cada mujer que se cruzaba en su camino quedaron relegadas a un segundo plano de su historia y legado. Pero esos detalles de la vida de Charles no son, ni pueden ser, aislados de sus composiciones porque son, en esencia, parte de ellas.
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Lo que más amó Ray Charles, más que a sus parejas, más que a sus hijos, más que a sus drogas, fue su música. Y fue quizá por su devoción al arte y su reluciente talento que su adicción a la heroína y su manía de acostarse con cada mujer que se cruzaba en su camino quedaron relegadas a un segundo plano de su historia y legado. Pero esos detalles de la vida de Charles no son, ni pueden ser, aislados de sus composiciones porque son, en esencia, parte de ellas.
Con frecuencia olvidamos, desconocemos o ignoramos los detalles de la música, como los de la vida de Ray Charles, aunque sean determinantes para entender no solo la construcción del contenido musical sino en la formación de generaciones y en el moldeamiento de culturas. En su primer libro, Historia secreta de la música, el reconocido locutor y melómano Alejandro Marín nos ofrece un compilado de esos detalles que nos hemos perdido por no escuchar lo suficientemente bien a nuestro alrededor. Por obviar la historia y en muchas ocasiones por acarrear con nosotros, llenos de prejuicios, una superioridad moral que infiere que nuestro gusto musical es mejor que el del resto.
Sin embargo, esa recolección de anécdotas que hace el autor no es más que una excusa para mostrarnos a través de ella cómo la música, sin importar el género, el artista o el momento en el que se desenvuelva está atravesada fundamentalmente por cuatro pilares: el sexo, las drogas, el machismo y la guerra o los conflictos.
Marín deja así en evidencia una sociedad altamente hipócrita, egocéntrica, llena de incoherencias y por sobre todo intolerante. No solo por todas las conductas machistas, racistas, homofóbicas y demás que se esconden detrás de cada género musical, sino por el desconocimiento de la historia de nuestras propias pasiones. Es muy frecuente, dice, que los apasionados del rock critiquen a los del reguetón, o que dentro de estos dos grupos no tenga cabida el hip-hop, sin que ninguna de estas subculturas reconozca que a esos tres géneros los atraviesan componentes idénticos, un patrón natural.
La música, por ejemplo, dice Charles Darwin, es parte de la selección sexual de los seres vivos. Basta observar en la naturaleza cómo las aves usan sus cantos para atraer a sus parejas. Y en los humanos ha funcionado de manera similar. Así como el reguetón, el rock tuvo en su momento la tarea de ser el abanderado de la liberación sexual de la juventud, de la revolución de las hormonas. Freddie Mercury, por ejemplo, simbolizó con “Bohemian Rhapsody” el poder de su sexualidad más allá de su generación. Se han creado himnos —tal como lo hace ahora el género latino— que hasta el momento continúan ocupando un pedestal. Tal es el caso de “Satisfaction”, de los Rolling Stones, que en su momento causó revuelo por su sugerente connotación sexual. Condenar, siendo un seguidor del rock, una canción de reguetón por su contenido sexual es omitir el pasado del género de los rockeros. Y así como hoy en día hay pistas promiscuas, machistas y misóginas, también las hubo y las hay en otros géneros y épocas.
Y dentro de esa apertura sexual, que invoca la música cada tanto, se abrió también un espacio para la liberación femenina, para el reconocimiento del género y la lucha por sus batallas. La música nos ha traído símbolos como Shakira, Madonna o Janet Jackson, responsables de conquistas sociales que han tenido que enfrentar, al igual que muchas mujeres en otros campos, las injusticias de un mundo machista.
Todo el siglo XX fue definitorio para la consolidación de la música actual por medio de esas luchas y revoluciones. Pero esas batallas no fueron las únicas en marcar el camino, sino la aparición de las drogas de las que, hasta ahora, dice Marín, empezamos a entender su impacto en nuestra psique y su efecto también en la sensibilidad de los artistas y de las audiencias que los consumen. En las páginas de la Historia secreta de la música, el afamado locutor busca desmitificar esa noción o ese prejuicio sobre las drogas que asegura que son necesarias para la creación de arte, cuando, en muchas ocasiones, conducen a la destrucción del mismo artista. Fue el mismo Roger Waters, la mitad de Pink Floyd, quien en una conversación le confesó a Marín que “más allá del consumo casual de marihuana”, su motivación para componer música no había estado relacionada con el consumo de drogas.
Marín, quien experimentó con algunas drogas en su juventud, reconoce que no son necesarias para el artista o para su audiencia, pero establece que estas fueron tan influyentes en la música como la guerra. El último capítulo de su libro está dedicado a ese paso transversal de los conflictos políticos, religiosos o de cualquier índole por la música y de cómo el poder ha aprovechado la cultura para propagar sus discursos. Por ejemplo la Segunda Guerra Mundial, el concierto Live Aid de 1985 o el Venezuela Live Aid de 2019. Marín expone el revelador factor detrás de escena de hitos musicales presuntamente filantrópicos que escondían enfrentamientos bélicos, sangre y poder, como en el Live Aid de 1985.
La obra de Marín conduce, al cerrar todos los capítulos, un debate sobre lo que somos, sobre nuestros gustos también. Es imposible escaparse mediante esas páginas de un autoexamen riguroso, como el mismo autor lo hizo en su obra, sobre qué escuchamos y lo que hay detrás de ello. “Decía Bertrand Russell que aquellos que no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo, de manera que yo, que tengo tan claro ese pasado de la música, quise hacer algo al respecto y finalmente la historia siguió su camino”, concluye Marín.