Un par de meses después de recibir su nuevo apartamento —ubicado en el barrio Las Acacias de Cereté, Córdoba— la pareja de esposos Jairo Ramos y Lidia López, beneficiarios de una de las 109 Viviendas de Interés Prioritario (VIP) que ha otorgado el Gobierno, recibieron nueve libros como parte de su nuevo apartamento.
Se trataba de los títulos Colombia contada, Buscando otro sabor, Nuestra casa, Retratos de nuestras gentes, Álbum de familia, Manual de convivencia ciudadana, Colombia cantada y Guía para el cuidado de la salud de la familia, que conforman la Biblioteca Básica Familiar “Leer es mi cuento”, un compendio de libros que el proyecto “Comunidad-es arte, biblioteca y cultura: escenarios para la paz”, liderado por el Mincultura, Minvivienda y Prosperidad Social, entrega a las familias de las VIP, como parte del proceso de promoción de lectura que se realiza con la comunidad.
“Son libros que lo ilustran a uno. Hubo unos que nos enseñaron sobre historia de grandes personajes colombianos como Gabriel García Márquez. Otros hablaban sobre convivencia o sobre cómo cuidar nuestro nuevo apartamento y la salud, y hasta sobre cómo compartir en familia. También había libros para niños que les leíamos a mis hijas”, explica Ramos, quien fue víctima de la violencia, al ser desplazado de Turbo, Antioquia, en 2001.
Corría el primer semestre del año 2014. Ramos y López pensaron en la posibilidad de ya no sólo leerles a sus hijas los libros que habían recibido, sino en brindar un espacio en su propia casa para fomentar la lectura en otros niños de su urbanización. Por eso tocaron las puertas de la Biblioteca Pública Municipal de Cereté Rafael Milanés García. Su coordinadora, Vera Centeno, abrazó la idea porque entraba a fortalecer un proyecto que la entidad ya tenía en Altos de las Acacias, en el que se hacía promoción de lectura a través de pantallas gigantes y porque, además, era una manera de hacer que la biblioteca llegara directamente a la casa.
“La seño Vera nos comenzó a prestar libros a mi esposa y a mí por 15 días para hacer actividades de lectura en nuestro apartamento con los niños del barrio. El primer préstamo fue de 40 libros”, recuerda Ramos.
De pronto su apartamento de 45 m2 comenzó a recibir visitas nocturnas de hasta 20 niños. Los pequeños se sintieron tan cómodos con la nueva actividad, que prácticamente le demandaban a él o a su esposa que les leyeran. Poco a poco el ritual se complementó con una de las características culturales más destacables de esta comunidad: durante o posterior al proceso de lectura, los adultos tejían mochilas, mientras que los niños confeccionaban manillas. En ese proceso los participantes comenzaron a hablar de sus disímiles lugares de origen, “y a contar las historias de nosotros mismos: de dónde venimos y para dónde vamos”, comenta Ramos.
Incluso, el interés que suscitó la llegada de los libros fue tan fuerte, que los pequeños que se encariñaban con alguno de los que ya había tomado en préstamo Ramos de la biblioteca pública, comenzaron a llevárselo a su propia casa por un día, siempre y cuando dejaran su nombre, el de sus padres y su teléfono, y lo regresaran al día siguiente. Fue ahí cuando el apartamento de Ramos y López se convirtió en una Bibliocasa.
Se institucionalizan las Bibliocasas
Cuando los promotores del proyecto “Comunidad-es” -iniciativa que realiza acompañamiento social y cultural a las familias beneficiarias de las VIP que han sido víctimas del conflicto en condiciones de extrema pobreza y damnificados por desastres naturales- se percataron de que la idea de Ramos y López había sido acogida en la urbanización, decidieron fortalecerla, darle un empujón con su conocimiento y apoyo, en un trabajo en conjunto con la comunidad.
“Lo primero que se hizo fue darle el nombre de Bibliocasa. Después se consiguieron estantes y desde Bogotá se envió un morral móvil con libros y un exhibidor. Posteriormente consiguieron tapetes para el piso, colchonetas y cojines, con el fin de volver el espacio aún más agradable para los niños”, explica Renoir Rubio, promotora de lectura del proyecto “Comunidad-es”.
La idea fue tan exitosa, que sirvió de modelo para los demás barrios del proyecto y comenzó a replicarse en otros espacios. Actualmente existen 46 Bibliocasas en toda Colombia. Dos en Antioquia, dos en Bolívar, quince en Córdoba, cuatro en Magdalena, tres en Norte de Santander, cuatro en Risaralda, seis en Sucre, dos en Tolima y ocho en el Valle del Cauca. Todas ellas iniciaron con la entrega de libros de la Biblioteca Básica Familiar como parte del Plan Nacional de Lectura y Escritura “Leer es mi cuento”, que busca aumentar los índices de lectura del país de 1,9 a 3,2 libros por persona al año.
Eso sí, cada Bibliocasa tiene características particulares de acuerdo con su comunidad. Por ejemplo, en el caso del barrio El Recuerdo, en Montería, la Bibliocasa tiene el rol principal de ser la extensión de un colegio o, más bien, una especie de biblioteca escolar. Así lo explica su bibliotecaria, Rosa Hernández, quien desde hace dos años se mudó a la urbanización.
“Todos en la comunidad veíamos la necesidad de tener una Bibliocasa, porque los niños no tenían dónde hacer las tareas. Muchos padres no tienen para pagar los $500 de internet”, explica.
En este caso fue el proyecto “Comunidad-es” el que llevó a Hernández a la Biblioteca del Banco de la República de Montería, para que se inscribiera y pudiera llevarse libros prestados. También le hizo una pequeña capacitación para el préstamo y cuidado de los libros, le trajo los estantes y morral viajero y le otorgó el título de “bibliotecaria comunitaria”.
Pero el año pasado Hernández les explicó a los promotores del proyecto que los niños de El Recuerdo necesitaban textos escolares para poder hacer sus tareas. “Yo quiero tener libros propios que pueda tener acá y no sólo los que pido prestados en la biblioteca”, les dijo.
Entonces Rubio y su esposo se encargaron de pedir a estudiantes de distintos colegios privados de Montería textos escolares que ya no usaran, para donarlos a la Bibliocasa de El Recuerdo. Por eso, actualmente esta Bibliocasa tiene libros permanentes como enciclopedias, libros de cuento, diccionarios y textos escolares de matemáticas, lenguaje, etc.
Además, esta Bibliocasa ha sido de gran utilidad para los más de 200 niños de la urbanización que este año no pudieron matricularse en una entidad pública (pues están a la espera de la que se construya en el barrio) y que actualmente están asistiendo a una escuela comunitaria. La iniciativa la organizó el estudiante de derecho Jorge Andrés Cordero junto con otros ocho maestros voluntarios. Allí los pequeños toman clases en una jornada de la mañana y otra en la tarde, en las que están utilizando los libros de la Biblioteca Básica Familiar y, en su tiempo libre, hacen sus tareas en la Bibliocasa del barrio.
La intimidad de la Bibliocasa
Para Hernández, la parte más linda de su casa es la biblioteca. De lunes a domingo llegan niños a hacer las tareas o a buscar un libro para leer.
Nicol Dayana Romero López tiene 10 años, es estudiante de cuarto de primaria y casi todos los días visita la Bibliocasa. “Rosa me ayuda a buscar las tareas en los libros y a hacer las carteleras. A veces también me presta libros que yo llevo a mi casa para leer con mi abuelita. Uno de mis favoritos es Los ratones de la señora Marlow, porque me gustan los gatos”, explica.
“Los niños escogen un libro, me dejan su documento y yo se los presto. Hay unos que vienen constantemente y que son muy cuidadosos a los que ni siquiera les pido documento. Ya los conozco y sé lo juiciosos que son. A veces estoy en la cocina y el niño me muestra lo que se va a llevar, lo anoto y se lo lleva. Mientras lo leen duran dos días, tres días. Hay unos que se lo leen de una y rápidamente vienen por uno nuevo”, comenta Rosa.
Uno de ellos es Yuliana Ortega, estudiante de 10 años, quien va todos los días a la Bibliocasa a leer cuentos. El libro que más le gusta se llama El cocuyo y la mora. “Yo cojo el libro y me voy a leer a la terraza del cuarto piso. Toditicos los pelaítos de allá nos van a escuchar a que les leamos los libros a mí y a mi amiga Valentina. Yo tengo dos hermanitos ‘chiquititicos’, de cuatro y de un año, con los que a veces jugamos a la escuela. Les leemos y después les preguntamos sobre lo que leímos”, explica.
La hija de Rosa, Janerys Ricardo, no tiene problema en que sus vecinos lleguen a su casa y se lleven los libros. “Se siente bien saber que hay gente que quisiera vivir como yo vivo aquí y de tener este poco de libros. No me pongo brava de que se los lleven, porque así pueden tener lo que yo tengo. A veces cuando mi mamá está ocupada yo presto los libros para que se los lleven o a veces los leen aquí”, cuenta.
Esa relación tan cercana con el libro es precisamente la que logra la Bibliocasa. “Para mí una Bibliocasa es una biblioteca íntima en donde esa persona que lidera, que sería el bibliotecario comunitario, tiene la ventaja de tener un usuario muy cercano y conocerlo a profundidad. Ninguna biblioteca ni ningún colegio tienen la capacidad de entablar la relación que puede provocar el libro en la casa. Allí está el afecto, eso tan íntimo que no se puede dar en la biblioteca”, explica Vera Centeno, coordinadora de la Biblioteca Pública de Cereté.
Incluso, Centeno considera que la Bibliocasa termina siendo una especie de extensión bibliotecaria, dado que la mayoría de libros que se encuentran allí han sido prestados por la biblioteca. “Sin embargo, puede ser una connotación muy fría, ya que la Bibliocasa va más allá de una extensión bibliotecaria y termina teniendo una connotación propia”, agrega.
Por ejemplo, la Bibliocasa de Altos de las Acacias ha tenido varias transformaciones. Por un lado, se trasladó al salón comunal de la urbanización, en donde había más espacio para que más personas estuvieran presentes en las actividades de lectura y, por el otro, comenzó a tener menos cantidad de libros porque Ramos y López empezaron a llevar a los niños una vez por semana a la biblioteca pública de Cereté, que les queda a tan sólo un par de cuadras.
“Actualmente, varios niños del barrio Altos de las Acacias tienen ‘La llave del saber’ y ellos mismos toman los libros prestados de la biblioteca. El señor Jairo sigue llevando a varios pequeños a la biblioteca cada ocho días y continúa tomando prestados libros para tener en su casa, con el fin de prestárselos a aquellos que están en su primera infancia y que no pueden pedir libros en préstamo en la biblioteca pública”, explica Rubio.
Con los ejemplos de Bibliocasas que han ayudado a consolidar en el departamento de Córdoba, para Rubio es claro que, en un primer momento, las Bibliocasas logran abrir el espacio de lectura en una comunidad. Y, en un segundo momento, son el tránsito para ir a la biblioteca pública.
“En la Bibliocasa encuentran cierto tipo de libros: una colección pequeña para niños, otra para jóvenes y otra para adultos. Pero si yo soy joven y ya me leí los libros de poesía o literatura que están en la Bibliocasa, y me quiero leer más, debo ir a la biblioteca”.
La Bibliocasa, entonces, lo que logra es ese primer acercamiento a la lectura. Una vez ya inicia la pasión por leer, el siguiente paso “es ir a un espacio más grande, donde hay más posibilidades y donde hay más por descubrir: la biblioteca”, concluye Rubio.
* Periodista del Ministerio de Cultura.