Vice y la ignorancia de las audiencias
Aclamada por sus actuaciones, pero criticada por su narración. Vice de Adam McKay reflexiona sobre la ceguera de las audiencias frente a la cruda historia de uno de los hombres más poderosos de la historia: el vicepresidente Dick Cheney.
Camilo Gómez / @camilogomez8
El director de Vice, Adam McKay, ha creado la cinta más incómoda para los políticos estadounidenses desde Nixon y otros filmes de Oliver Stone y Michael Moore. Él mismo lo reconoce. Le sugirió a su madre, una ferviente seguidora de Donald Trump, que no la viera. “A ella no le gusta la violencia o las maldiciones, y hay muchas cosas molestas en esta película”, dice McKay. Pero más allá de las escenas de acción y los improperios, ¿Qué fue Vice? ¿Una comedia? ¿Un drama? ¿Una mezcla de los dos y a la vez ninguno de ellos? Más que una película, la creación de McKay es un discurso político. O muchos, en lo posible. Que más que la historia de un gobernante quiso mostrar la ceguera de un pueblo. Aunque por momentos perdió el rumbo de sus intenciones narrativas.
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El director de Vice, Adam McKay, ha creado la cinta más incómoda para los políticos estadounidenses desde Nixon y otros filmes de Oliver Stone y Michael Moore. Él mismo lo reconoce. Le sugirió a su madre, una ferviente seguidora de Donald Trump, que no la viera. “A ella no le gusta la violencia o las maldiciones, y hay muchas cosas molestas en esta película”, dice McKay. Pero más allá de las escenas de acción y los improperios, ¿Qué fue Vice? ¿Una comedia? ¿Un drama? ¿Una mezcla de los dos y a la vez ninguno de ellos? Más que una película, la creación de McKay es un discurso político. O muchos, en lo posible. Que más que la historia de un gobernante quiso mostrar la ceguera de un pueblo. Aunque por momentos perdió el rumbo de sus intenciones narrativas.
A primera vista, Vice es una película biográfica sobre el vicepresidente estadounidense Dick Cheney, quien fue la mano derecha de George W. Bush entre 2001 y 2009 y el verdadero rostro del poder en Estados Unidos. Es el primer filme de Hollywood sobre una figura política significativa del siglo XXI. Pero desde el primer diálogo en pantalla, el director se excusa de cualquier falla en su historia echándole la culpa al secretismo con el que el protagonista de esta ha conducido toda su vida. “Esta es una historia real. Aunque muchos diálogos fueron reconstruidos porque Cheney es un bastardo reservado”, reconoce. Tal vez por ello se tomó tanta libertad en algunas escenas. Pero no se trata de que Vice tenga la responsabilidad de enseñarnos algo, sino de que durante todo el filme esa parecía ser su intención.
Vice se centra completamente en mostrar el oscuro camino al ascenso de Dick Cheney (Christian Bale), un hombre alguna vez borracho y perezoso que desaprovechó las posibilidades a su alcance hasta que se convirtió, desde las sombras, en uno de los más poderosos políticos de la historia mundial. Luego de ser expulsado de la Universidad de Yale y de decepcionar a su esposa Lyanne (Amy Adams) por ser un borracho sin remedio, Cheney encuentra su vocación en la esfera política de Washington como pasante en el Congreso moviéndose de manera tan sigilosa como letal, como una serpiente. “Cuidado con el hombre tranquilo. Porque mientras otros hablan, él mira. Y mientras otros actúan, él planea. Y cuando finalmente descansan, él golpea”, dice la mejor frase de la película.
Allí en Washington, Cheney aprovechó todas las oportunidades que se le presentaron sin importar lo que tuviera que hacer o creer para conseguir sus objetivos. Actuó como un digno representante de la política actual. Las escenas de pesca, las más poéticas de la película, expresaban cómo al igual que en esta actividad Cheney gozaba al lanzar carnadas para atrapar a sus víctimas, que inocentes caían redondas en sus anzuelos. Pero, aunque la intención de McKay era mostrar a Cheney como un hombre perverso, vio la necesidad de humanizarlo a su vez para darle sentido. Lo dibujó como una especie de Darth Vader de la política, pues, aunque estaba del lado oscuro era frágil frente al bienestar de sus hijas. Una de ellas, quien se declaró homosexual, fue más adelante el punto de quiebre para golpear al político. Pero ese lado humano logró derrumbarse fácilmente y cedió sin problemas ante el hambre de poder.
Dick Cheney fue una persona maquiavélica con mucha autoridad. En la película, su vida es un cuadro pintado con todos los colores oscuros posibles, con escasas pinceladas vivas sobre el amor a su familia. Luego de llegar a la vicepresidencia, de la mano de George W. Bush (Sam Rockwell), quien en la película es un borracho incompetente para llegar al cargo, Cheney pudo usar su autoridad no solo para satisfacer sus propios intereses o los de sus amigos petroleros, sino para comenzar una guerra, para manipular y violar los derechos humanos con el fin de tener el control. Y aunque nada ni nadie le puede quitar a Cheney esa imagen, la película peca al balancearse por momentos hacia la izquierda ideológica del director.
En una escena, los cambios positivos del expresidente demócrata Jimmy Carter se ven destrozados una vez el republicano Ronald Reagan llega a la presidencia. Sus paneles solares y su política verde son removidas con el regreso de los republicanos al mando. Juega con lo que pudieron haber dicho los conservadores, como el juez Antonin Scalia, para hacerse con el poder total. Y traza los planes siniestros con los que el gobierno se aprovechó para invadir Irak, aunque la sociedad no estaba convencida de querer entrar en una nueva guerra. Pero no cuenta que fueron todos los congresistas, a excepción de una senadora demócrata de California, los que aprobaron la intervención en Medio Oriente, y que el 75 por ciento de los ciudadanos estaba a favor de atacar a los terroristas de Al Qaeda en sus escondites. Tampoco los pecados de los liberales aparecen en ningún momento. Adam McKay deja que sus ya evidentes inclinaciones políticas conduzcan el hilo de la historia y metódicamente las deja regadas en Vice. En un fragmento se aprecia un discurso de Reagan con su clásico lema “Make America Great Again”, adoptado por Donald Trump. Un pequeño guiño para que la audiencia ubique las ideas del director en algo más familiar y reciente. Pero eso no es algo negativo, pues más que todo ofrece la reflexión cruda de que hay muchos como Cheney ahí afuera. Y los hay. En todo el mundo.
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McKay no consiguió el mismo efecto que en su anterior película, en la que expuso el entramado de los bonos subprime en Estados Unidos y cómo un círculo exclusivo estafó al pueblo y generó una crisis mundial. The Big Short (2015) es una clase magistral del cine porque era un producto enojado, pero informativo. Y aunque McKay acude a los mismos recursos cómicos que le surtieron efecto antes, en Vice el director parece perder ese mismo objetivo y la parte enojada supera la informativa. La película ha sido aclamada por las actuaciones de su reparto, pero criticada ferozmente por su historia narrativa. Hasta los republicanos más mesurados sienten que esta película los ha golpeado directamente a ellos.
Este es un momento turbulento para hablar de política. O de cualquier cosa. Pero más allá del discurso sobre lo que son o pueden ser los conservadores, de cómo los ven o podrían ver la historia los liberales, Vice fue una película que tuvo el logro de burlarse de sí misma y de la sociedad. De las ideologías radicales, de la desinformación y la ignorancia del pueblo. ¿Por qué Cheney pudo hacer todo lo que hizo? Nadie se preguntó en ocho años de gobierno sobre el alcance de su poder. Vice dibuja un escenario entre 2001 y 2009 en el que Estados Unidos estuvo idiotizado por el entretenimiento y las banalidades. En el que fue manipulado con noticias falsas. Hubo experimentación con focos grupales para aprender a manipular mejor. Hubo delitos, muertes, corrupción. Y nadie dijo nada. Al final la pantalla nos da un desgarrador golpe y nos dice “¿por qué te quejas de lo que viste, de la guerra y de las muertes y de la manipulación? Fuiste tú el que eligió esto. Tú votaste por esto”. Aunque cuenta una historia de la década pasada, Vice toma un personaje polémico para decirle a la audiencia actual que no cometa los mismos errores del pasado.