Vicenta Siosi, la voz femenina de la literatura wayuu
Tras una tradición oral fuerte, la figura dominante del hombre en la escritura y la poca lectura de literatura de su pueblo, Vicenta Siosi se ha consolidado como una escritora que retrata las tensiones, las tradiciones y los conflictos de su pueblo wayuu.
María José Noriega Ramírez
Hija del pueblo wayuu, heredera de la narración y la oralidad, y escritora de su tierra, eso es Vicenta Siosi. Por sus venas corre la tradición de mujeres que, como su madre, dedicaron su vida a transmitir los saberes, las leyendas y los mitos de los wayuu. En un contexto social en el que la tradición oral es fuerte y el registro escrito ha estado tradicionalmente en manos de hombres; y en un escenario académico y literario en el que se lee autores nacionales, regionales e internacionales, pero nada de literatura wayuu, Siosi es la primera escritora indígena publicada en Colombia. Sus textos no narran otra cosa más que las experiencias y el diario vivir de su pueblo. Cerezas en verano, su libro de cuentos, fue recientemente traducido al danés, y con ello la vida de los wayuu se ha dado a conocer más allá de las fronteras nacionales.
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Hija del pueblo wayuu, heredera de la narración y la oralidad, y escritora de su tierra, eso es Vicenta Siosi. Por sus venas corre la tradición de mujeres que, como su madre, dedicaron su vida a transmitir los saberes, las leyendas y los mitos de los wayuu. En un contexto social en el que la tradición oral es fuerte y el registro escrito ha estado tradicionalmente en manos de hombres; y en un escenario académico y literario en el que se lee autores nacionales, regionales e internacionales, pero nada de literatura wayuu, Siosi es la primera escritora indígena publicada en Colombia. Sus textos no narran otra cosa más que las experiencias y el diario vivir de su pueblo. Cerezas en verano, su libro de cuentos, fue recientemente traducido al danés, y con ello la vida de los wayuu se ha dado a conocer más allá de las fronteras nacionales.
Siosi no escribe con una finalidad distinta a la de contar lo que ve por las rancherías. Cerezas en Verano trata problemáticas sociales como la desnutrición infantil, la falta de acceso a la salud, el abandono estatal en la Guajira, y las reglas sociales y culturales a las que se enfrentan las mujeres wayuu, pero no en forma de crítica social. Las palabras no son más que el reflejo de la realidad de un pueblo. “Yo soy narradora, escribo lo que veo”.
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-Estamos en paro porque hace ocho meses no pagan los sueldos- dijo una enfermera a Rosa que cerró sin misericordia la ventana del área de urgencias.
“Ángel no podía dar un paso. Su mujer lo sentó en el andén y le pasó un brazo por la espalda, Mercedes también se acomodó a su lado. La entrada del hospital se fue llenando de trabajadores de la salud. Colgaron pancartas, sacaron mesas, sillas y un megáfono por el que gritaban desgañitándose: se vive, se siente, el pueblo está presente. Esos gritos desaforados ahogaron el llanto lastimero de Rosa y Mercedes cuando descubrieron que Ángel no respiraba”. Así se lee en el capítulo Cerezas en Verano.
Los niños son personajes recurrentes en el libro, pues “el descuido, la desprotección, la opresión social y unas condiciones de vida desfavorables recaen en varios de los relatos sobre ellos”, afirma María Mercedes Ortiz, profesora de la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle. “La verdad tenían hambre porque cuando sus padres se fueron solo les dieron un pocillo de chicha”, “los niños estaban raquíticos y harapientos”, o “en La Florida los niños lloraban de hambre”, son algunas de las frases del libro que aluden a la situación de los niños wayuu. Sin embargo, el tema transversal a la literatura de Siosi es la mujer.
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“Intuía que pronto me casaría, pero allá adentro deseaba seguir acompañando a mamá a sacar agua de las casimbas, caminar con mis primas recogiendo cerezas, ir a los bailes vestida de rojo y mirar sin cansarme el cielo sin nubes de un desierto encandelillado.
Veloz llegó papá con la noticia de mi matrimonio. Peepés entregaría la dote. El día que lo conocí, allá adentro todo se volvió hielo. Me fui con él a una ranchería nueva y esa noche un hombre de medio siglo se posó sobre mis catorce lluvias. El hombre resopló, resopló, resopló y allá adentro sentí caer en un abismo sin fin.
Como esa noche fueron todas las noches y hasta los días se convirtieron en noche. Allá adentro quería huir, ir donde mamá, pero mil espíritus mugiendo leyes antiguas se sentaban frente a mí”. Así se lee en No he vuelto a escuchar los pájaros, cuento inspirado en Margarita Uriana, una de las esposas de su papá.
Y es que la temática de género no se agota ahí, pues, como lo afirma Ortiz, “Siosi se ocupa de algunas figuras femeninas transgresoras que escapan al control social y viven la vida a su manera”. Así es como en Cerezas en Verano la autora no solo transmite su rechazo al matrimonio de niñas wayuu con adultos, por ejemplo cuando escribe: “Emetulu les escogió esposo una a una y los tres eran ancianos. Y aunque ninguna protestó, los ojos de las muchachas, después de su boda, quedaron marcados con una tristeza infinita”; sino que también retrata los choques entre la tradición y la modernidad en personajes femeninos como Maalia e Ichemalía. La primera es una mujer que se expresa de forma distinta al resto de las mujeres wayuu. Por ejemplo, “invita a todos a bailar, pero no el baile de la yonna que se hace para pedir la lluvia. Este baile es agarrándose unos con otros y dando vueltas cortas. Los wayuu reíamos por aquel extraño baile y Maalia era la más feliz”. La segunda es una líder con aspiraciones políticas, cuyo ideal es llegar al Senado de la República para representar a los indígenas en el Congreso.
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“Yo no dejo de ser wayuu. A mí me hace wayuu que mi mamá era wayuu, que mi abuela era wayuu, que yo tengo un territorio, una familia, un cementerio. Que tengo una historia común con el pueblo wayuu. Pero yo veo que a veces las leyes tradicionales, sin descalificarlas, son lesivas para nuestro género, por ejemplo, el matrimonio de niñas con adultos. Estas son normas tradicionales que han permitido nuestra prevalencia como grupo, pero a veces son lesivas para las mujeres”, cuenta Siosi. Otras normas, como el encierro luego de que cada niña se desarrolla, la escritora las considera necesarias, pues es en ese momento en el que se afianza la identidad wayuu, se conoce la historia de la familia y se aprende a escuchar.
La sencillez del lenguaje y la brevedad de las historias, dos atributos que Siosi aprendió del periodismo y de los narradores wayuu, permitieron que sus narraciones traspasaran fronteras y llegaran a un país lejano. Así, desde el primero de agosto, Cerezas en Verano está circulando por Dinamarca. “Esto es una honra para mí, para mi familia y para los wayuu. Esto nos hace visibles como pueblo”.