Vicente Feliú: La trova del fusilado (Como de cuento)
Nació el 11 de julio de 1947. Fue uno de los creadores y militantes de la Nueva Troca Cubana. Algunas de sus canciones, como “Créeme” y “Una canción necesaria”, trascendieron en la historia revolucionaria de América Latina.
Fernando Araújo Vélez
Y entonces encontré aquel disco en una venta de música revolucionaria que habían puesto en una mesita a la salida de una película igual de revolucionaria, Missing, de Costa Gabras. Estaba al lado de otro de Pablo Milanés, y de algunos de Silvio Rodríguez, que por esas cosas de la vida yo ya tenía en la casa. Deduje que si estaba ahí era parecido, y que si era parecido, me iba a rasgar. Que de una u otra manera, aquel tipo de patillas largas sentado en una especia de mecedora era uno más de aquellos cubanos que le cantaban a los disparos de nieve, a los fusiles contra los fusiles, a las calles de Santiago ensangrentadas, a la carne y el deseo también, al tiempo que pasaba y nos iba volviendo viejos, al amor del día a día y de los sudores, y a las balas que se encontraban sobre un campo de guerra.
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Y entonces encontré aquel disco en una venta de música revolucionaria que habían puesto en una mesita a la salida de una película igual de revolucionaria, Missing, de Costa Gabras. Estaba al lado de otro de Pablo Milanés, y de algunos de Silvio Rodríguez, que por esas cosas de la vida yo ya tenía en la casa. Deduje que si estaba ahí era parecido, y que si era parecido, me iba a rasgar. Que de una u otra manera, aquel tipo de patillas largas sentado en una especia de mecedora era uno más de aquellos cubanos que le cantaban a los disparos de nieve, a los fusiles contra los fusiles, a las calles de Santiago ensangrentadas, a la carne y el deseo también, al tiempo que pasaba y nos iba volviendo viejos, al amor del día a día y de los sudores, y a las balas que se encontraban sobre un campo de guerra.
Y sí. Aquel tipo, Vicente Feliú, le cantaba canciones necesarias al Che Guevara, Coloquio en Che mayor, “¿Cuál asesino es peor: quien disparó contra tu cuerpo herido o quien tu pensamiento engavetó, el miserable guardia emborrachado o el cobarde en su impúdico buró? ¿Quién te mató, Guevara, en tu estatura o, mejor dicho aún, quién lo intentó?”, y le hablaba al héroe de algunos campesinos de América Latina para confesarle, como en un verso de Vicente Huidobro, que su deber, en adelante, sería salvarlo de ser Dios. Le cantaba a Esther, quien siempre lo apoyó y apoyó la causa, y le suplicaba a quien lo escuchara que le creyera, “Créeme, cuando te diga que el amor me espanta, que me derrumbo ante un te quiero dulce, que soy feliz abriendo una trinchera, Créeme”.
Le cantaba a lo que podía ser en medio de una cascada de músicas que iban creciendo y cediendo hasta volverse vida, vida plena, vida lucha, vida inmortal, “Puede ser, puede ser la lluvia con sus campanadas, puede ser”. Y le cantaba a una mujer, “Ay mujer, si encontrara el resorte con que detonar, la pólvora escondida que se halla en un rincón de tus tantos sentidos, brillaría al estallar junto a todo tu miedo de abrir una herida”. Y le pedía a otra que olvidara las razones, “Ay, mujer, olvida las razones, las que no te daré, las que no son sino un pacto con la muerte, las que puedo escribir, hablar, cantar y pregonar, cual noticiero a las ocho en el seis. Las que no dicen más que el cuerpo y no la fe, las que claudicarán ante cualquier hastío”.
Luego supe de aquel tipo. Supe que había creado con Silvio Rodríguez y con Pablo Milanés y Noel Nicola y unos cuantos más la Nueva Trova Cubana. Supe que desde hacía años, comienzos de los 60, era amigo de Silvio Rodríguez, que jugaban a los soldados de plomo, al bueno y al malo, y que mientras uno pintaba y hacía dibujos, por ejemplo, en los que un perro se orinaba sobre el Imperialismo, Rodríguez, el otro le daba ideas y se inventaba tonadas en una guitarra. Supe que años más tarde, 68, se enrolaron en el ejército cubano y fueron a la guerra de Angola, porque como decían, había que hacer algo más por el pueblo que música. Había que solidarizarse con la gente y disparar, aunque fueran disparos de nieve.
Supe que varios años más tarde, Feliú se fue a Bolivia a cantarles a los estudiantes, y que mientras cantaba, o esperaba a cantar, o afinaba, o creaba, estalló uno de los miles de golpes de estado en Bolivia, y los golpistas fueron a buscarlo y lo pusieron contra un muro. “Fuimos para allá y cantamos durante 11 días, hicimos 10 ó 12 actividades en La Paz, en Sucre y en Cochabamba -le relató a Amaury Pérez en una entrevista de televisión, a comienzos de 2001-. Y el último día, que ya habíamos terminado de cantar, teníamos dos días para regresar, se produce el conato de golpe de Estado. Nosotros no sabíamos que era el golpe de estado y fuimos a un lugar, donde debíamos ir en caso de que se diera -no debo decir dónde, porque aunque ya está muy quemada la persona, pero no vale la pena, mejor no-, y nos agarraron en el camino y dijeron: ‘pasaportes cubanos’”.
Supe que dijo que ´hicieron zafra´ con ellos, que tenían a un grupo de gente detenida en un paredón, y que “los sacaron de allí y nos dejaron a nosotros. Entonces ahí nos tiraron contra el paredón de espalda y nos fusilaron. Claro, que de mentirita. Igual a uno se le aflojan las patas, es terrible, porque no hay mucha gente que pueda decir: "¡chico, a mí me fusilaron!" y luego hacer el cuento. Uno de los pocos es Miguelito Mármol, un patriota salvadoreño que lo fusilaron dos veces y se murió de viejo aquí en Cuba”. Supe que cuando regresó a La Habana, lo recibieron como héroe de Cuba, y que él simplemente dijo que había ido a cumplir con un deber. Supe que uno de aquellos días, le contó a Pérez que “Créeme”, esa especia de himno que atravesó años y barreras y odios y vanidades, la compuso una noche de corrido, muy en silencio para no hacer bulla, y que uno de los días más especiales de su vida fue en 1972, cuando cantó con Víctor Jara en la Sierra Maestra.