Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Víctor Heredia: “Todavía cantamos” (I)

Esta es la historia de un muchacho argentino llamado Víctor Ramón Cournou Heredia, que se volvió cantor y luego compositor, y que escribió algunas de las canciones más populares de América Latina en los últimos 50 años, como “Todavía cantamos”, un himno para el pueblo, que terminó por instalarse en las tribunas de los principales estadios del continente, y que como su autor, fue en reiteradas ocasiones censurado.

Fernando Araújo Vélez

19 de abril de 2021 - 04:00 p. m.
Víctor Heredia regresó a Santiago de Chile en 1985, precisamente para un recital a favor de los derechos humanos y en homenaje a Víctor Jara, asesinado en septiembre del 73. Apenas descendió del avión, algunos agentes del gobierno de Pinochet lo detuvieron y le preguntaron, a boca de jarro, si iba a hablar mal del general Pinochet. “Yo soy cantante, vengo a cantar”, respondió.
Foto: Ilustración: Nátaly Londoño Laura
PUBLICIDAD

Y fue entonces cuando Víctor Heredia sintió que el odio de las clases sociales iba en doble vía, y dijo que gritaran si querían, que iban a tener que vencer a una voz que no era la suya sino la del pueblo que estaba pidiendo algo nuevo, instantes después de que el público que se había conglomerado en la mítica Quinta Vergara de Viña del Mar se dedicara a chiflarlo y a insultarlo sin haber siquiera comenzado a cantar, sólo porque era argentino, o porque sus canciones no eran del gusto ni de las conveniencias de aquel público clase media y alta. Sintió miedo, y el miedo lo llevó a la temeridad, a intentar cantar “Una paloma cantando pasa…”, y mientras cantaba, a recordar su niñez, su adolescencia, las charlas en el colegio de Nacional de Moreno con sus amigos comunistas y su afiliación al Partido Comunista Argentino. Eran flashes, como las piedras que empezaron a arrojarle, hasta que se levantó de su butaca, les hizo una seña a sus músicos y se largó al camerino con ellos. Sudaba. Temblaba.

Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar

Le puede interesar: La fuerza del rock latinoamericano en épocas de represión

Era la rabia, pero también el pánico. Y era la impotencia, porque si hubiera sido por él habría ido a conversar con cada una de aquellas 30 mil o más personas que lo habían repudiado. Se habría sentado a conversar, a cambiar opiniones, perspectivas. A dejar los prejuicios a un lado y a escuchar, también. Pero todo aquello era imposible. El Festival continuó sin sus canciones y sus historias, y sin las canciones y las historias de Miriam Makeba y Peter Yarrow, a quienes también habían chiflado y agredido, y él se fue a refugiar en su hotel para tratar de olvidar lo que era imposible olvidar. Fumó. Se tomó un vino. Agarró su vieja guitarra y entonó algunos acordes. Intentó dormir y durmió, hasta que tocaron a la puerta de su habitación. Cuando la abrió, un empleado del hotel, uniforme rojo y sobre en mano, le ofreció excusas por su interrupción y le dijo algo así como ‘es que lo que le traigo parece que no puede aguardar’.

Read more!

Heredia sonrió y recibió el sobre, con el sello de la Presidencia de la República de Chile en alto relieve y una impecable esquela dentro en la que con un texto escrito a mano, el remitente lo invitaba a almorzar ese mismo día, 13 de febrero de 1972, en el Palacio de la Moneda. Abajo estaba su firma, Salvador Allende, y con su firma también estaba parte de su pasado, con sus cuatro candidaturas a la presidencia, su triunfo en las elecciones de 1970, sus discursos contra las oligarquías y el poder de los mismos de siempre, sus variadas luchas en pueblos olvidados y barrios periféricos y el intento de tantos y tantos por sacarlo de la presidencia que su pueblo le había confiado a punta de votos. Allende era uno de los principales referentes para Víctor Ramón Cournou Heredia y para aquellos que como él buscaban y trabajaban por un nuevo mundo y una nueva sociedad. Por lo mismo, era el riesgo y el gran peligro también.

Durante el almuerzo, Allende les habló a Heredia, Yarrow y Makeba sobre algunos de sus planes y de una que otra iniciativa que había logrado organizar, y los invitó a que fueran a una fábrica que era dirigida y decidida por sus propios trabajadores. En la tarde, cuando fueron a El Progreso, los trabajadores les contaron sobre la difícil situación que vivían en Chile, sobre los boicots que las aristocracias y algunas potencias extranjeras con sus centrales de inteligencia habían ejecutado, y más que nada, les confesaron que tenían miedo, en parte por sus vidas y las de sus familias, en parte por el futuro del país y aquella utopía liderada por Allende. Sus miedos eran los miedos de la inmensa mayoría de los chilenos, que veían y sentían cómo sus vidas se iban desmoronando y habían caído en un profundo escepticismo hacia Allende, sus obras y sus palabras, hacia los viejos dirigentes del país, hacia las fuerzas militares y los medios de comunicación.

Read more!

Además: Vengarse como Chavela Vargas

Con el tiempo, unos cuantos meses nada más, se fueron dando cuenta de que sus temores estaban sustentados en profundas y crudas realidades, y de que los chilenos se habían transformado en sus propios enemigos. “Aprende a portarte bien / en un país donde la delación será una virtud”, escribiría el poeta Jorge Teillier en un irónico texto que era un llamado, un grito al pueblo para sacarlo de aquel adormilamiento y pánico a los que el sistema y el miedo y la represión que llegaron luego de la toma del Palacio de la Moneda el 11 de septiembre del 73 los habían condenado. Muchos chilenos, millones, aprendieron a portarse bien, que era comportarse según lo dispusieran el líder del nuevo gobierno, Augusto Pinchet, y sus jefes, liderados por Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos, y Henry Kissinger, su más cercano asesor, y para portarse bien era indispensable denunciar al otro, delatarlo.

Heredia supo del golpe del 11 de septiembre del 73 cuando estaba de viaje por Perú, en un Festival de canción latinoamericana, y que entre otros, tenía como invitados a los colombianos Mario Gareña y Perla Valencia, a la venezolana Soledad Bravo, a los uruguayos Alfredo Zitarrosa y Daniel Viglieti, a Chabuca Granda y Omara Portuondo. De vuelta hacia Argentina, el avión en el que iba hizo escala en Santiago de Chile. Por razones de seguridad, las autoridades del aeropuerto dispusieron que los pasajeros y la tripulación aguardaran el tiempo de la escala en tierra firme. Heredia se quedó en su silla, muy a pesar de que los pilotos y el personal del vuelo le imploraran que bajara. Una y otra y otra vez dijo que no. No iba a pisar suelo chileno hasta que terminara el exterminio al que estaba sometido el pueblo, dijo, palabras más, palabras menos. Lo amenazaron y lo sindicaron de terrorista, pero él se negó a descender.

Regresó a Santiago en 1985, precisamente para un recital a favor de los derechos humanos y en homenaje a Víctor Jara, asesinado en ese mismo estadio en septiembre del 73. Apenas descendió del avión, algunos agentes del gobierno de Pinochet lo detuvieron y le preguntaron, a boca de jarro, si iba a hablar mal del general Pinochet. “Yo soy cantante, vengo a cantar”, respondió. Le pidieron la lista de las canciones que iba a interpretar. Buscó y sacó una hoja de papel. Se la entregó al agente. “Es esta”, le aclaró. “¿Y qué dicen estas canciones?”, le preguntaron. Heredia contestó que no se sabía la letra de todas sus canciones, que eso lo tenían que averiguar ellos si iban al recital. Dos días más tarde, las autoridades chilenas cancelaron el concierto de Heredia, pese a que se habían vendido miles de boletas. En las afueras del Estadio Nacional, la indignación le dio paso a la ira, y la ira, a la violencia.

Le sugerimos: La historia de las mujeres en América Latina: un relato de resistencias y construcción de identidad

No ad for you

Milles de estudiantes, y en general, de opositores a la dictadura de Pinochet, cantaban y gritaban contra lo establecido, contras las desapariciones de sus familiares, amigos y copartidarios y contra todo lo que tuviera color verde militar, ante unos cuantos carabineros que tenían orden de disparar si la situación empeoraba. Heredia salió de su hotel a toda prisa cuando fue sabiendo lo que ocurría. Llegó al Nacional con sus músicos y dijo que iba a tocar. Le pidieron todo tipo de documentos, y al final, le permitieron pasar al estadio. “Pero de acá no pueden volver a salir”, le dijeron. Las luces del estadio se apagaron. La gente seguía gritando, protestando. Llegaron periodistas de los medios chilenos y de fuera. Nadie daba razón de nada. Heredia quiso salir. No lo dejaron. Con mensajes escritos en papelitos que fueron rotando de mano en mano, alguien logró que otro alguien llamara a la embajada de Argentina.

La censura, el apagón y el terror que infundieron los censores y sus esbirros se multiplicó a través de algunos pequeños diarios no afilados al régimen, y de unos cuantos cables noticiosos de agencias extranjeras que intentaban decir lo que ocurría, no lo que les decían que dijeran. Víctor Heredia se convirtió en menos de 24 horas en uno de los grandes referentes argentinos de toda aquella gente que luchaba contra lo que parecía imposible, y como referente de sus luchas, organizó un concierto en el campus de la Universidad Autónoma de Chile y cantó ante más de 15 mil estudiantes tres días más tarde. Ya sus cantos, sus letras, su aguda voz, su fuerza, e incluso su vida y su historia, se habían regado por América del Sur, hasta el punto de que cada vez que algún desprevenido pronunciaba su nombre, surgían de inmediato los versos de “Todavía cantamos, todavía pedimos, todavía soñamos, todavía esperamos…”.

No ad for you

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.