A Wes Anderson se le ve pletórico, y eso que para el momento del estreno de Asteroid City, su nueva película que compite por la Palma de Oro en el Festival de Cannes, aún desconocía las excelentes críticas que ha generado, al menos, en la prensa anglosajona.
En el mar de la incertidumbre y de la euforia navegó Anderson junto a su nutrido elenco por la alfombra roja haciendo bromas, posando de forma jocosa, se repartían abrazos, se daban las manos, reían. Lo lúdico de su cine y de sus rodajes (según cuentan sus actores y actrices) se trasladó a las escalinatas del Grand Thèâtre Lumière.
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El entusiasmo fue compartido con Tom Hanks, Scarlett Johansson, Bryan Cranston, Adrien Brody, Steve Carell, Rupert Friend, Jason Schwartzman, Matt Dillon, Jeffrey Wright, Maya Hawke. Viendo a la divertida tropa, se tiene la impresión de que solo Wes Anderson logra juntar a famosos e intérpretes emergentes con un brillante futuro (es el caso de Maya Hawke); las estrellas siempre prestas a hacer espacio en sus apretadas agendas -muchos de ellos ya llevan varias películas a la orden de Anderson-, mientras que los más jóvenes se les hace realidad un sueño al lograr un rol en una de sus películas. Anderson ostenta el rango de director de culto, una referencia y un deseado por los actores y actrices.
En esta época en la que el cine se entiende por universos como el de Marvel o del DC, el de Anderson posee tanta particularidad, que se habla de un mundo cinematográfico propio, eso sí, sin superhéroes. Lo de Anderson son más bien personajes melancólicos, que generan una comicidad involuntaria, son seres estrafalarios que despistan con su gestualidad y discurso, y algunos son perdedores, otros se encuentran en plena búsqueda de enderezar (o no) sus caminos, pero dejándose arrastrar por las circunstancias, desenvolviéndose en una atmósfera de colores pasteles, con encuadres asimétricos e historias en apariencia retorcidas e inusuales, pero fundamentadas, en lo más básico de la condición humana.
Dos años después de La crónica francesa, Wes Anderson retorna a Cannes con Asteroid City. Rodada en España (aunque no se note), la sinopsis oficial cuenta que se sitúa en medio del desierto, en los años 50, en Asteroid City, una ciudad ficticia donde se celebra un concurso escolar dedicado a la observación de fenómenos astronómicos y durante el cual se producen fortuitos acontecimientos que cambiarán el curso de la historia.
A decir verdad, el resumen oficial corresponde a apenas una parte de la trama, ya que nuevamente Anderson opta por la multiplicidad de narraciones, donde abunda una considerable cantidad de personajes. Todo a la vez y en una sola parte, en ese desierto al que le puso sus colores pasteles, con lejanas detonaciones nucleares y donde aterriza un ser de otro planeta. Wes en un estado de pureza hiperbólica, aunque menos recargada que su anterior película.
En la conferencia de prensa celebrada al día siguiente del estreno -en el que no faltó la ovación de largos minutos-, Anderson, sonriente y arropado por su tropa, admitía que no cree en los extraterrestres, aunque el astrofísico Stephen Hawking “insistía en que es numéricamente improbable que no haya vida extraterrestre”, recordaba.
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Para describir cómo es trabajar con el artífice de Isla de perros y Los excéntricos Tenenbaums, el actor Bryan Cranston usó una metáfora. “Es como un director de orquesta y sus actores fungen de músicos con un instrumento particular”. Cranston, quien interpreta a una suerte de presentador de TV en Asteroid City, resumió también la manera de trabajo: “Nos enfocamos mucho en nuestro instrumento, lo presentamos y eso sin saber con exactitud cómo se va a ensamblar todo”. A juzgar por los ánimos en el encuentro con la prensa, el resultado final fue del agrado de los actores.
El sentido del colectivo es otra de las características del cine de Wes Anderson, un aspecto que Scarlett Johansson alaba, considerando la ausencia de jerarquía un verdadero placer, algo gratificante, estimulante y sin presiones. En su segunda experiencia con Wes, Johansson, quien asume el rol de una famosa actriz, definía la dinámica de rodaje como intensa y divertida, “te metes en ese mundo de lleno y es como si estuvieras trabajando en el teatro”, apuntaba.
Como comediantes de antaño, llegaron con su algarabía, elevando el factor “presencia de celebridades” en el Festival de Cannes. A la hora de marcharse levantaron una estela de espontáneos aplausos en la sala de conferencia. Lo más probable es que muchos de ellos se vuelvan a encontrar en la próxima de Wes Anderson, el creador de un mundo tan fascinante, tan dulce, tan amargo, tan absolutamente abrumador, pero único.
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