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Caperucita, marcianos y verdades incómodas: así cambian los cuentos infantiles

Triunfo Arciniegas (Colombia) y Jordi Sierra i Fabra (España) escriben libros para niños. Solo hay una regla: no existen temas dignos ni prohibidos. Junto a los autores, conversamos sobre la importancia de romper las convenciones tradicionales en la literatura infantil.

Paula Andrea Baracaldo Barón

28 de mayo de 2025 - 05:41 p. m.
Ilustración del libro "Caperucita y otras historias perversas" de Triunfo Arciniegas, publicado por Panamericana Editorial.
Foto: Mateo Rivano
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Existe un espacio que no discrimina ni protege en exceso: el del humor, el de jugar con lo absurdo en medio de la realidad para convertir las situaciones complejas en algo “más fácil de digerir”.

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Los libros infantiles lo han sugerido: los niños son capaces de reconocer el mundo, de hacerse preguntas y desafiar las normas del mundo adulto; no necesitan ser sobreprotegidos, sino ser acompañados en medio de los momentos que la vida, inevitablemente, trae consigo.

Esto lo confirman Triunfo Arciniegas y Jordi Sierra i Fabra, dos autores reconocidos por su trayectoria y la forma en la que abordan el mundo en sus libros.

Triunfo Arciniegas: “Los niños son más inteligentes de lo que creemos”

Triunfo Arciniegas, colombiano, es autor de libros infantiles. Cree que pretender un aprendizaje de la literatura es una “perversión” de profesores. Firma los libros en una página entera y deja un dibujo en algún lugar.

Cuando viaja, Arciniegas lleva consigo una libreta en la que comienza a bocetar las historias que se le ocurren antes de que se las pueda llevar el viento. Algunas de ellas no tienen escrita ni una sola palabra: en la primera página, el dibujo de algún personaje abriendo su enorme boca; en la segunda, semicírculos que nacen en una esquina y mueren en la contraria; en cualquiera que abre aleatoriamente, algún párrafo escrito en tinta negra. Dice que no escribe historias de terror porque tarde o temprano se le atraviesan los disparates: “los monstruos míos hacen el ridículo”, aseveró.

Triunfo Arciniegas es autor de obras como "La silla que se le perdió una pata y otras historias", "Caperucita roja y otras historias perversas" y "Por donde asoma la luna".
Foto: Panamericana Editorial

“Érase una vez una niñita que lucía una hermosa capa de color rojo. Como la niña la usaba muy a menudo, todos la llamaban Caperucita Roja”. Así comienza –o al menos en su mayoría– uno de los cuentos infantiles más conocidos, aunque sea imposible determinar con exactitud cuántas personas en el mundo lo han leído, escuchado o contado.

Triunfo Arciniegas escribió su propia versión en 1990. “Ese día encontré en el bosque la flor más linda de mi vida. Yo, que siempre he sido de buenos sentimientos y terrible admirador de la belleza, no me creí digno de ella y busqué a alguien para ofrecérsela. Fui por aquí, fui por allá, hasta que tropecé con la niña a la que le decían Caperucita Roja”. Así comienza la historia de un lobo noble y enamoradizo, a quien Caperucita, una niña perversa y cruel, que también usa sandalias plateadas, blusa ombliguera y “faldita de juguete”, engaña y desprecia. “El otro día dijo que si la seguía molestando haría conmigo un abrigo de piel de lobo y me enseñó el resplandor de la navaja. Me da miedo. La creo muy capaz de cumplir su promesa”, se lee en “Caperucita Roja y otras historias perversas”.

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La subversión, la acidez o lo controversial permiten retratar las realidades incómodas para un lector que, “más pronto que tarde, acabará chocando con la dureza de la realidad”; eso, sin quitarle el lugar a los mundos que han sido creados para habitar desde las letras. “No podemos encerrar a los niños con la intención de protegerlos si la muerte nos ronda, si nos seguimos matando, si seguimos empeñados en destruir el mundo. Tarde o temprano la maldad entra al corral o los niños saltan a la realidad. El dolor, las injusticias, las desgracias y otros monstruos no respetan edades”, explicó el autor.

El humor, además de conquistar lectores y sostenerlos en la página –como dijo él–, tiene la capacidad de abrir puertas que, de otro modo, permanecerían cerradas. Pasa en el teatro, en la televisión, en las discusiones. Pasa en el mundo real: la risa desarma y aclara. “La verdad está en boca de los niños, los borrachos y los humoristas. Son irrespetuosos e irresponsables. No les importan las consecuencias. Por eso se atreven. Los niños son más inteligentes de lo que creemos. Los adultos, deformados por la lógica, las normas, las leyes, las buenas maneras, la avaricia y otros pecados, hemos perdido la magia de la infancia”.

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Arciniegas cree que lo políticamente correcto se ha convertido en la censura de nuestros días al escribir. “Se prohíbe señalar a los malos. Casi pretenden que se haga una literatura sin maldad, motor de las historias. Si no hay malo, sencillamente, no hay historia. La historia no es el paraíso, sino la expulsión del paraíso”.

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Está convencido de que la nostalgia, la pérdida, las frustraciones, los fracasos y los asuntos detestables de la existencia, son la sustancia de las historias. “Estos principios funcionan para la ficción en general, no importa la condición social ni el sexo ni la edad del lector. No hay que confundir los planos. La vida no necesita de los malos y ojalá no los hubiera, pero en la ficción son imprescindibles”.

¿Qué puede aprender un niño de un final no feliz? “Que así es la vida, cruel e insensata. Que no siempre se gana. La vida, contradiciendo a las religiones y los manuales de superación, es una sucesión de derrotas. Nos conformamos con seguir viviendo. Nos acomodamos y la literatura hace más fácil esta tarea”, respondió. Que de ninguna manera “este es el sermón sino el sustento”. Que de nada sirve inventar un mundo de maravillas o fantasías a un lector que se va a estrellar, tarde o temprano, con la crudeza de la realidad.

Jordi Sierra i Fabra: “un libro infantil es mucho más serio que un libro para adultos”

Jordi Sierra i Fabra nació en la posguerra española, en una casa donde el dinero apenas alcanzaba y todavía existía la cartilla de racionamiento en su país. Fue hijo único. Creció sin tener a la mano libros nuevos ni bibliotecas: ni en su barrio, ni en su escuela. Vendía cosas para poder alquilar libros de segunda mano y leía lo que encontraba: novelas del Oeste, historias de marcianos, relatos de gánsteres… pero nunca tuvo un autor al que considerara su “santo grial”.

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Jordi Sierra i Fabra es el escritor de "Cuentos para niños que creen en marcianos", "Las chicas de alambre" y "Tú y yo somos cuatro".
Foto: Antonia Cortijos

A los 17, casi 18 años, leyó “El manantial” de Ayn Rand, que contaba la historia de un arquitecto radical: lo que él construía no podía ser alterado, ni siquiera por quienes iban a habitarlo. “Ese discurso resume mi vida. Ese hombre que prefiere destruir su obra antes de que se la toque y es lo que yo hago. Lo que yo escribo es lo que tú vas a leer. Claro, le van a corregir una coma, un acento… ¿Pero cambiar una palabra, un capítulo o la historia? Nunca”.

Hace 20 años, en España, hubo un debate nacional por la crudeza de algunos temas que trataban sus obras. Era el autor más leído en las escuelas y cuestionaron si sus libros realmente debían caer en manos de niños y adolescentes. “La gente cree que los que hacemos libros para niños somos Walt Disney reencarnados escribiendo finales felices. Un libro infantil tiene todos los ingredientes, así como un libro para adultos. Lo tiene todo. Hay una historia, hay algo detrás”, aseguró.

No cree que exista aquello que llaman inspiración para buscar esas historias, sino que es puro instinto. Para él, un buen artista debe ser un visionario, ver lo que los demás no ven. Dijo que siempre da el mismo ejemplo: “Una persona normal está comiéndose un bocadillo, un sándwich, y ve una hormiga y piensa ‘ugh, un bicho’. Y la mata. Pobre bicho: ¡que no te ha hecho ningún daño! Yo, en cambio, veo una hormiga que va a la excursión, encuentra un ciempiés, van a un jardín, llega una araña, les persigue… veo un cuento infantil”, aseguró. Cree que no es su responsabilidad decidir si un libro que ha escrito es infantil, juvenil o para adultos. Esa clasificación no le pertenece, insistió. “Un libro infantil pasa ocho controles. Por tanto, es mucho más serio un libro infantil que un libro para adultos”.

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Sierra i Fabra dice que con la risa también se crean cosas. Que la gente las convierte en un algo. Un algo con significado. En “Querido hijo: estamos en huelga”, los padres de Felipe, cansados de vivir como “esclavos” de un hijo que hace y deshace a su antojo, deciden actuar como él. A esa historia la sostienen el humor y la ironía, pues fue la forma que encontró el autor para hablar de los roles familiares que se invierten y poner en evidencia ciertos excesos de la vida cotidiana. En “Cuentos para niños que creen en marcianos”, hay siete relatos de ciencia ficción atravesados por el sentido del humor y la propuesta de pensar en cómo reaccionaríamos los humanos ante lo desconocido, cómo cambiarían nuestras certezas y existirían nuevas formas de observar la realidad.

En su último libro, “Tú y yo somos cuatro”, publicado por la Editorial Panamericana, Jordi Sierra i Fabra nos cuenta la historia de dos adolescentes cuyos padres se separan, cada uno rehace su vida, y ellos terminan no solo siendo hermanastros, sino también enamorándose. No hay moralismos: habla de los vínculos y la reconfiguración de lo que hoy conocemos como familia.

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“¿A qué me obligó “El manantial”? A mirarme en un espejo y hacerme preguntas. Hay guerras y odios porque nadie se pone en la piel del otro. Mira cómo está el mundo, ¿cómo ocultas eso? Para mí la verdad y la honradez son cosas básicas”. Jordi Sierra i Fabra no es creyente. No cree en Dios ni en paraísos. Cree en el aquí, en el ahora y en la definición de esperanza que él mismo fabricó. “Tú, yo, la libreta, mis manos, las historias. Esto es la vida. Dentro de 5 minutos puedo estar muerto y esa esperanza está en todos mis libros”.

Por Paula Andrea Baracaldo Barón

Comunicadora social y periodista de último semestre de la Universidad Externado de Colombia.@conbdebaracaldopbaracaldo@elespectador.com
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