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He creído siempre que el vino, más allá de ser la bebida más socializadora inventada hace milenios por el hombre, es un viaje infinito y enriquecedor de vivencias, sensaciones, historias, momentos esenciales y descubrimientos. Es un viaje personal que depende del interés y entrega a su itinerario; puede ser corto y liviano o extenso y exuberante. Ese largo viaje requiere, como la vida misma, de guía y orientación; de una invitación a la travesía, de un relato que nos motive, de una historia que nos incite a seguir su ruta, porque cuanto más vasto y variado sea el camino nunca dejaremos de aprender y más amaremos el vino.
Las vivencias del vino se construyen desde la infancia y crecen a lo largo de nuestra experiencia permanente, de nuestra inquietud descubriendo vinos, viñedos, regiones, países, personalidades, historias, y del compartir esa riqueza singular y planetaria con generosidad. No basta con ser especialistas del vino; pienso que es más gratificante ser educadores y portadores de su mensaje fraterno y su cultura.
Ese ha sido mi camino desde hace más de cuatro décadas, cuando aprendí a amar el vino de la mano de mi padre, químico y enófilo, quien me guió con sus historias, me dio a probar y descubrir los aromas, sabores, cepas y equilibrios de complejidad en mis primeras copas. Ello me abrió los sentidos y educó mi sistema organoléptico para bien apreciar desde joven las miles de botellas que han acompañado mi vida.
Mi amigo Mauricio Bermúdez, a quien conozco de hace muchos años, comparte mi filosofía y sigue esa línea orientadora, siempre atento al detalle, abierto a escuchar, aprender y ofrecer. Su testimonio de una vida en el vino está plasmado en cinco libros previos y este último, Yo, el vino, es la pieza que completa su camino, nutrido de decenas de vivencias, análisis, catas, lecturas y encuentros. El vino, no debemos olvidar, es un viaje de encuentros. Y el viaje de Mauricio ha sido pleno y ejemplar, centrado sólidamente en el continente americano, parte del llamado Nuevo Mundo vinícola, y en los pioneros europeos que desarrollaron la industria mundialmente y nos trajeron su experiencia y legado en las primeras naves que llegaron al nuevo continente; como reza el título, la apasionante historia de cómo llegó el vino a la América española. (Lea un reportaje desde Madrid de Juan Carlos Rincón sobre vinos españoles).
De esas historias y vivencias personales que narra con deleite a lo largo de 12 capítulos y más 523 enriquecedoras páginas surge esta obra rica y original, indispensable para fomentar la cultura del vino y una invitación a comprender mejor su mundo y su importancia universal. A partir de las primeras páginas el lector descubre pronto que el vino es un amigo, un compañero de la aventura de la vida y que para entenderlo y valorarlo con justicia se deben considerar muchos factores que la botella no puede explicar: el clima, el terruño, las cepas, el ciclo de la planta, la altura del viñedo, la densidad y el tipo de plantación, la exposición solar, los caprichos de la naturaleza, la biodinámica, los métodos de vinificación, la crianza, las clasificaciones, la forma de la botella y su cierre, la etiqueta, la guarda; en fin, cientos de señales a tener en cuenta para producirlo con la calidad debida y disfrutarlo.
Y antes del placer que nos brinda está la historia, los orígenes, los pioneros y el surgimiento de los viñedos y el paso de la viticultura primigenia a la moderna, explicado con lujo de detalles por Mauricio a través de su invaluable experiencia, su viaje personal y su inagotable sed de conocimiento y placer. Porque el vino es siempre placer; un goce físico y espiritual. Placer de descubrirlo, entenderlo, respetarlo, compartirlo, bien presentarlo y ofrecerlo, armonizarlo de la mejor forma con los alimentos, valorizarlo e integrarlo a nuestra vida diaria, a nuestra cotidianidad y consumirlo con moderación y aprecio para beneficio de nuestra salud y nuestro espíritu.
Con este nuevo libro que estoy seguro será una obra de indispensable consulta, Mauricio nos entrega su sabiduría forjada entre la cátedra enológica, la hostelería, la investigación y la inquietud constante, aquella que nos impulsa a los amantes del vino a ser mentores generosos de la cultura vitivinícola y exploradores incansables de su maravilloso mundo.
Gracias, amigo, por este tratado edificante. Gracias por este admirable y seductor viaje por el mundo del vino que merece un brindis con nuestras mejores botellas. ¡Salud!
* Especialista en vinos, consultor y catador internacional. Este martes 21 de noviembre en Bogotá, a las 10 a. m. en el edificio Palma Real, carrera 13 n.° 28-01, auditorio del piso 9, se anuncia el Premio Nacional de Escritura Gastroturística de Colombia.