Por allá por los años 70 había un hombre de medallón en el pecho, camisa abierta y brillante, pelo largo y andar muy lento, al que sus cientos de miles de fans le hacían reverencias, un hombre hasta cierto punto misterioso, que un día le cantaba a Jesucristo y otro, al sexo. Nunca necesitó apellidos. Su nombre, Roberto Carlos, era suficiente para llenar el Maracaná, por ejemplo, cada vez que anunciaba un recital, y su voz y sus letras fueron compradas por millones, hasta el punto de que nunca nadie vendió tantos discos en Latinoamérica: 100 millones.
Cantaba “cuando era un chiquillo, qué alegría, jugando a la guerra, noche y día, saltando una verja, verte a ti, y así, en tus ojos, algo nuevo descubrir, el gato que está, triste y azul, nunca se olvida que fuiste mía”. Cantaba “detalles tan pequeños de los dos, son cosas muy grandes para olvidar”. Cantaba “Qué será de ti, necesito saber hoy de tu vida”. Cantaba “el sol aún no madrugó y el reloj tampoco despertó”.
Cada vez que Roberto Carlos cantaba había en algún rincón de América alguien que cantaba con él, y una mujer que bautizaba a su hijo con su nombre. Hubo futbolistas, vendedores, empresarios y otros cantantes, y después, decenas de mujeres a quienes bautizaron ‘Laura’, porque Roberto Carlos había escrito una canción para su madre, que llamó Lady Laura. Un año atrás, cuando murió, a los 93 años, miles de brasileños fueron a su entierro cantándole “Lady Laura, abrázame fuerte Lady Laura, y cuéntame un cuento”. Su hijo canceló una gira por los Estados Unidos, en la que celebraba 50 años de “vida artística”.
Se había iniciado en 1961 con la grabación de “Loco por ti”, y se comenzó a afianzar cuatro años más tarde, con “Joven guardia”. En el 68 obtuvo el primer lugar del mítico Festival de San Remo, con “Canción para ti”. Después, en los 70, explotó en los tocadiscos de América con sus gatos oscuros, sus detalles, saudades, traumas, amadas, amantes y demás.
El muchacho que había nacido en Espíritu Santo, lejos del mundanal ruido, era ahora ciudadano del mundo. Con los años, sus discos se venderían en América Latina más que los de los Beatles y los de Elvis Presley, y su orquesta tocaría con Frank Sinatra. En abril, su disquera, Sony, lo homenajeó por los 100 millones de discos que ha vendido. Él respondió: “Soy sólo un cantante”. Luego, interrogado sobre sus canciones, dijo: “La verdad es que pese a las más de 500 canciones que he compuesto, aún no he escrito la canción perfecta. Todavía no he encontrado las palabras perfectas para describir el amor”.
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