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Miguel Mendoza Luna se dijo que eso no podía ser lo que le iba a dar a su hija, sabiendo que las letras son como el primer alimento, y empezó a incluir en su colección libros para niños… es más, empezó a escribirlos.
Los diarios secretos de las chicas incompletas y Vladimir el niño vampiro son algunos de esos libros que escribió pensando no solo en su papel como padre, sino también como un posible homenaje a esos “primeros amores literarios”, como él les llama.
Los pequeños Jekyll y Hyde (Editorial Siete Gatos) es la obra que lanzó en esta versión de la Feria del Libro y sobre la que tuvimos el gusto de conversar un rato junto con el también escritor Miguel Ángel Manrique. Hablamos, por ejemplo, del miedo que le tenemos al “otro”, al incorrecto, al distinto. A veces no vemos ese Hyde en nosotros, sino en los demás y “no hay nada que me preocupe más que la empatía segregada”, dijo Mendoza Luna. Y entonces nos miramos al espejo, como una de las primeras ilustraciones de este libro, ingeniosamente realizadas por Andrés Rodríguez, y nos burlamos un poco, nos pintamos bigote, reconocemos al fin que el mundo no tiene una sola cara. Decimos: “ese también soy yo”.
Robert Louis Stevenson, el autor del libro que inspiró a Mendoza Luna, El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, escribió: “(cuando me convertía en el otro) “experimentaba una embriagadora despreocupación (…) me veía libre de todas las normas morales, con una libertad de espíritu conocida”. Es decir, seguirá existiendo el doble mientras sigamos teniendo ansias de libertad, o de encontrar refugio en algún lugar oscuro y silencioso dentro de nosotros mismos.
En nuestra charla, alguien del público resaltó esa bella manía de los niños por disfrazarse, aun cuando no es Halloween, y claro, sabios ellos, se trata de ese poder de juego que vamos perdiendo con los años, de la fascinación de cambiar de roles. Asimismo, Jekyll sentía una curiosa admiración por aquel que lo acechaba y que lo necesitaba para sobrevivir.
Manrique comentó que estamos en un país que le está perdiendo el miedo a la guerra y que es la hora de historias como estas, en las que nos enfrentamos a otras incertidumbres, a ese rebelde que nos habita, ese que, como el Hyde de Mendoza Luna, a veces no se le da la gana de organizar la habitación, inventa dragones sonrientes y que no deja de ser amado, pues ya lo “distinto” dejó de ser “lo malo”.