“Yoruga” y la carpeta de ideas de Federico Torrado
El cortometraje colombiano “Yoruga” fue seleccionado entre 9.933 que se presentaron al Festival de Cine de Sundance, que se realizará del 28 de enero al 3 de febrero de 2021. El argumento del corto salió de la mezcla de las ideas guardadas en el computador de Torrado, quien esta vez se enfocó en la soledad y la extinción de los animales.
Laura Camila Arévalo Domínguez
En Estados Unidos hay unas casas y oficinas de colores grises con paredes desgastadas y letreros borrosos. En esos lugares se hacen cosas, en teoría, importantes: se atienden consultas médicas, se sacan licencias de conducción, se habla con oficiales de migración, se piden libros prestados o se compra el seguro del carro. Pero al entrar, la sensación es que no es tan importante lo que allí ocurre. Que más bien es una cosa más de la que hay que ocuparse y que puede que no sea vital, pero es requisito, así que ahí está. Como si el seguro para el carro no fuese tan seguro o como si el médico no pudiese hacer nada en caso de una emergencia real o el libro no fuese valioso. Y a pesar del aspecto de estos sitios, las cosas y los trámites sirven y “protegen”. Así se ve el lugar en el que Federico Torrado Tobón rodó su cortometraje Yoruga.
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En Estados Unidos hay unas casas y oficinas de colores grises con paredes desgastadas y letreros borrosos. En esos lugares se hacen cosas, en teoría, importantes: se atienden consultas médicas, se sacan licencias de conducción, se habla con oficiales de migración, se piden libros prestados o se compra el seguro del carro. Pero al entrar, la sensación es que no es tan importante lo que allí ocurre. Que más bien es una cosa más de la que hay que ocuparse y que puede que no sea vital, pero es requisito, así que ahí está. Como si el seguro para el carro no fuese tan seguro o como si el médico no pudiese hacer nada en caso de una emergencia real o el libro no fuese valioso. Y a pesar del aspecto de estos sitios, las cosas y los trámites sirven y “protegen”. Así se ve el lugar en el que Federico Torrado Tobón rodó su cortometraje Yoruga.
En cinco minutos, la tragedia del protagonista cobra sentido en este año surreal a punto de terminarse: desde el lugar en cuestión levanta el teléfono y le contesta una máquina con voz femenina que le dice, en un tono dolorosamente cordial que, de acuerdo con sus fondos, tiene un minuto con Yoruga, posiblemente una de las últimas tortugas vivas en la Tierra. Él, vestido de paño y visiblemente ansioso, espera ese minuto como si fuese la única razón para levantarse de la cama. Se quita las arrugas de la ropa, se estira la corbata y se esfuerza por no verse tan solitario y golpeado. Se ve frágil y habla con una nobleza que desgarraría hasta al más apático. La tristeza de su ilusión, tan corta y, a primera vista, tan sencilla, se mezcla con la presencia de uno de los últimos animales vivos a causa de la estupidez de los que no fueron tan nobles.
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Torrado, el director, estudió publicidad en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y cuando abrieron Tecnología en Cine, se inscribió. Eso era lo que había querido desde que estaba en el colegio, pero no se atrevió. Tomó la decisión viendo algunas electivas que le recordaron lo mucho que disfrutaba no pretender ser otra cosa que cineasta. Cuando culminó su carrera se fue para Los Ángeles a estudiar una maestría en Producción de Cine y Televisión, en la Universidad de California. Desde ese momento se dedicó a hacer cortos que envió a festivales como Cannes o Sundance. Sus propuestas, hasta ahora, no habían sido seleccionadas.
El 15 de noviembre de este año estaba en su apartamento y su teléfono sonó. No identificó el número, pero contestó para no perderse nada que tuviera que ver con trabajo. “¿Federico Torrado? Lo llamamos para avisarle que Yoruga, el cortometraje con el que aplicó para el festival, fue seleccionado”. Gritó, se haló el pelo, gritó, dijo que gracias, gritó, apretó los dientes y gritó un poco más. No podía creer que, justamente esta vez, lo hubiesen sacado del rincón de los rechazados por ese festival, el Sundance, que era su sueño y al que habían enviado 9.933 aplicaciones de, según él, cortos mejores. Torrado reconoce que sufre de un síndrome de impostor “muy tremendo”: según él, le va bien porque “quién sabe qué pasó” o por “de buenas”, pero casi nunca por mérito propio.
El papel de Yoruga es interpretado por una tortuga alquilada y cuidada en un lugar en el que rentan animales entrenados para las grabaciones que se requieran en Los Ángeles. El servicio era costoso, así que tuvieron que rodar en las tres horas que podían pagar. El cuidador de Yoruga fue claro: las tortugas no se entrenan, así que prepárense para el caos. Torrado se arriesgó y pidió algún consejo para que, por lo menos, pudiese lograr que el animal de 33 años caminara hacia la cámara. Le dijeron que ellas solían acercarse al calor, así que alguien de la producción salió corriendo al Target más cercano a comprar un radiador, que finalmente logró la magia: en alguna parte del guion decía que la tortuga debía sacar la cabeza en señal de reacción por alguna frase del actor, y así fue.
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La idea del corto surgió después de que Torrado terminara un trabajo como asistente de producción de un cortometraje de recetas de cocina. Cuando le pagaron se percató de que se había abrumado tanto de realidad, de imposibilidades y negativas para que fuese director, que dejó de intentar, así que se comprometió a usar el dinero del pago en su próximo corto.
En su computador hay unas carpetas de ideas que se le van ocurriendo a medida que vive, o que el sistema, su familia, las noticias y la sociedad lo viven. El porcentaje de alienación que sufrimos los seres humanos es proporcional al trabajo que invertimos en controvertir los estereotipos, traumas y ansiedades, y Torrado ya ha sumado varias horas dedicado a trabajar su voluntad de hacer lo que quiera y no lo que le impongan. Durante un paseo por un lago se quedó mirando unas tortugas que nadaban y sintió placer al percatarse del momento: estaba viviendo y se estaba dando cuenta de lo mucho que le gustaba la forma en la que aquellos animales nadaban, caminaban o se escondían en su caparazón. Ese momento lo guardó en su carpeta. También anotó otro que lo tenía casi que obsesionado: vio (ya no sabe cuántos) videos en YouTube de quinceañeras mexicanas que hacían su fiesta en salones comunales de Los Ángeles. Otra idea para la carpeta. De la mezcla entre estas dos salió la historia entre el humano y el animal que, más que encontrarse, se despedían en un momento que solo destilaba tristeza.
La dicha de Torrado por haber sido seleccionado para el Sundance es agridulce: esta vez la edición será virtual, pero confía en que esta dinámica logre llegar a más personas. Después de los gritos que dio cuando supo que entró, se preguntó por qué hasta ese momento se había regalado la certeza de que su trabajo era bueno. “He pensado mucho en la entrada de este corto al Sundance y me he cuestionado por qué solo te sientes bien si pasas a estos festivales. Si no eligen tu trabajo, crees que estás fracasando. Uno todo el tiempo está preguntándose si es bueno o malo, creo que es una ansiedad normal en los artistas, pero no deberían ser los festivales los que definan si uno está haciendo las cosas bien o no, así que estoy feliz de haber entrado, pero agradezco la lección que hasta ahora entendí”.