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Eduardo Guerrero es buen maestro porque nunca les dice a sus discípulos lo que deben o no deben hacer. También es buen alumno porque busca, con sus propios recursos, solucionar los inconvenientes que se le presentan en la vida y en el arte. La mezcla de estos dos roles es lo que ha hecho que el bailador flamenco tenga su propio estilo coreográfico y que el público, en pocos segundos de exhibición, determine de quién viene la propuesta creativa.
Los obstáculos que ha superado son, para Guerrero, la mayor muestra de vitalidad que puede dar un ser humano. Son la prueba de que se puede salir adelante teniendo en el bolsillo solamente las habilidades individuales. Por eso mismo fue que no le costó trabajo hacer el tránsito entre el bailaor nato, el que recibe las miradas y los aplausos, y el que se encarga de diseñar un mundo en su cabeza para compartirlo a través del baile.
“Desde muy pequeño me gustaba hacer mis coreografías, me gustaba poner música y bailar lo que la gente me enseñaba. Cuando estaba en el conservatorio participé en un concurso en el que el alumno presentaba una coreografía. Al exhibir la mía, que se llamaba Mayo, fue escogido como el montaje mejor realizado, entonces me di cuenta de que tenía talento para coreografiar. Luego, el primer espectáculo que creé, ya como profesional, se llamó De Dolores, que fue un pequeño homenaje que le quise hacer a mi abuela”, cuenta Eduardo Guerrero, para quien la actividad creativa es mucho más que un vicio.
Guerrero empezó en el baile flamenco antes de cumplir seis años, en una época en la que ese ámbito estaba dominado por las mujeres. Sus primeras zapateadas las dio por azar, porque acompañaba a las clases de baile a una de sus hermanas, y era tanta su energía que la maestra trató de calmarlo mostrándole la relación entre las suelas y los tablados. Mientras sus hermanos, hombres, y sus compañeros de colegio jugaban fútbol, él se sentía feliz y libre al bailar.
“Me convertí en bailaor profesional muy rápido. Es verdad que hay muy pocos chicos que se dediquen al flamenco, entonces a los seis meses de entrar a la academia de baile ya me habían asignado una pareja y, además, nos habían inscrito en una competencia de baile. Este fue mi primer premio. Sentía que llevaba bailando toda la vida. La experiencia fue muy bonita: estar en el escenario y sentir que estás haciendo las cosas bien y que la gente te aplauda. Además, que el trofeo te lo entreguen tus maestros, ver a tus padres tensionados. La verdad que fue una experiencia muy bonita ese concurso”.
De Dolores (2011), Las Minas (2012), Retorno (2013) y El callejón de los pecados (2014) son algunas de las propuestas coreográficas de Eduardo Guerrero, quien reconoce que no habría podido conseguir todo lo que ha logrado en la escena del flamenco si no hubiera contado con el respaldo de quienes se encargaron de su proceso de formación. Carmen Guerrero, una maestra de su natal Cádiz, Aída Gómez, Javier Latorre y Eva Yerbabuena, a quien considera una de las bailaoras pilares del flamenco, han sido algunas de sus más grandes influencias a lo largo de su actividad artística.
A Colombia quiso presentarle un espectáculo realmente nuevo y por eso optó por exhibir en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, en Bogotá, su más reciente coreografía, Guerrero, en la que les hace un homenaje a las mujeres y destaca su labor dentro del flamenco.
“Todo el mundo piensa que Guerrero es una guerra de lucha y no es eso, es una guerra pero de sentimientos, a través de la danza. Hay muchos momentos en los que se van a poder identificar con las personas que están en escena, porque esas cantaoras por momentos serán madres, mientras que en otros serán amantes y en otros pasajes serán enemigas. Se trata de un espectáculo muy sentimental, hay mucha garra por momentos, se emocionarán, y considero que es uno de los espectáculos que más engloban lo que es Eduardo Guerrero como creador. Yo creo que en esta ocasión, la guerra entre el hombre y la mujer no existe”.
En Guerrero, además, quiso reflejar que casi siempre estuvo rodeado de figuras femeninas. Tuvo el respaldo de esa madre, de esa abuela, ha dependido también de esa amiga, y cada vez que quiso subir a un escenario contó con la complicidad de maestras como Eva Yerbabuena, Aída Gómez y Rocío Molina. Para todas ellas y para las demás mujeres, Eduardo Guerrero creó este espectáculo que se estrenó el año pasado en Madrid (España).
“Con Guerrero hemos podido disfrutar de muchas reacciones positivas. Incluso, un periódico escribió un manual para ver la obra. Eso nunca antes me había ocurrido. Muchas personas también se han sentido identificadas con el espectáculo, con el hilo conductor que llevo, que se representa en una cuerda roja que nos une a la madre, al amor, a la amistad, que siempre están presentes en la obra”, concluye Eduardo Guerrero, quien con aplausos y zapateos le pone rúbrica a la guerra de sentimientos que diseñó a través de la música.
Guerrero, de Eduardo Guerrero. Viernes 10 y sábado 11 de febrero, 7:30 p.m. Teatro Mayor, calle 170 Nº 67-51 (Bogotá). Información y boletería en: www.primerafila.com.co.