“El suicidio no debe entenderse como falta de carácter”: presidenta de la Asociación Colombiana de Psiquiatría

Entrevista con la psiquiatra barranquillera Astrid Arrieta Molinares sobre el fenómeno creciente del suicidio en Colombia. Explica por qué cada vez más adolescentes acuden al extremo de quitarse la vida cuando su expectativa es de décadas de existencia y por qué sectores profesionales también son víctimas del mal. Afirma que ni el Estado ni la sociedad asumen este problema como prioritario, a pesar de sus demoledores efectos.

Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
02 de febrero de 2020 - 02:00 a. m.
Astrid Arrieta denuncia: "Lo peor es que los niños se están suicidando. En Barranquilla se presentó un intento de suicidio de un niño de siete años, lo cual debe prender las alarmas completas”. / José Vargas
Astrid Arrieta denuncia: "Lo peor es que los niños se están suicidando. En Barranquilla se presentó un intento de suicidio de un niño de siete años, lo cual debe prender las alarmas completas”. / José Vargas

Medicina Legal reportó 590 suicidios en el primer trimestre de 2019, y 1.458 entre el 1.º de enero y el 31 de julio del mismo año. ¿Colombia está entre los países “más suicidas” del mundo comparándola con otras naciones de igual desarrollo?

No somos el país con mayor tasa de suicidio del mundo ni de Latinoamérica, pero sí hemos aumentado en lo que llevamos: Colombia permaneció muchos años con una tasa de suicidio de 4 por 100.000 habitantes. Ahora aumentó a 5,9 por 100.000 habitantes. En varias regiones del país, lo que había permanecido estático se desbordó. Nuestras condiciones de salud y, especialmente, darle la espalda a una situación tan grave, ha derivado en este problema de salud mental en un país que no es el más sano, que está mal adaptado, que tiene problemas de violencia de muchísimos años, también de mucha pobreza, y en donde no existen oportunidades. Lo peor es que los niños se están suicidando. En Barranquilla se presentó un intento de suicidio de un niño de siete años, lo cual debe prender las alarmas completas.

Es decir, ¿la tasa de suicidio se ha incrementado por la falta de atención del Estado a este problema que, por cruel que sea, les puede parecer a los funcionarios menos urgente que otros?

Exactamente. Entre los problemas de salud pública, los que corresponden a salud mental no tienen la atención prioritaria del Estado, aunque el exministro de Salud Juan Pablo Uribe adoptó nuestra campaña de prevención del suicidio. Cuando los entes territoriales invierten el presupuesto destinado a salud pública, atienden problemas diferentes a las enfermedades de psiquiatría.

Según las estadísticas que la Asociación Colombiana de Psiquiatría valida, ¿cuál segmento de la población colombiana está más afectado por el suicidio o intentos de suicidio: jóvenes, adultos, adultos mayores, hombres o mujeres?

“El suicidio fue la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años, después de los accidentes de tránsito. En los adolescentes de 15 a 19 años, el suicidio es la segunda causa de muerte entre las niñas, y la tercera entre los niños”, según informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En Colombia, los casos han aumentado en el grupo poblacional extremo: niños y ancianos, pero especialmente niños y adolescentes. De los 592 casos presentados entre enero y marzo de 2019, 77 fueron de menores. Y entre estos, 23 casos fueron de niños y niñas de 10 y 14 años de edad.

¡Mucho más grave! Un niño de 10 o 12 años que se autoelimina, ¿conoce el alcance de lo que va a hacer?

Hay una edad en que el niño no lo entiende: obviamente, menores de dos, tres, cuatro o cinco años. Pero, a medida que aumenta la edad, también es mayor la comprensión de qué es la muerte, aunque ese concepto no sea igual al que tiene un adulto. Los suicidios en niños pueden darse de manera impulsiva y sin que tengan el contexto completo de lo que van a hacer, a veces por rabia, por desacuerdos con la mamá, porque tuvieron un fracaso escolar u otros motivos similares, pero sin calcular que lo que van a hacer implica morir. Sea como sea, un niño que muere es responsabilidad de toda la sociedad que no fue capaz de protegerlo.

Esta semana su departamento, Atlántico, se conmovió con el suicidio de dos menores: una niña de 15 años y un joven de 18, en Galapa, un municipio de apenas 43 mil habitantes. ¿Por qué la gente que tiene más expectativas de vida prefiere desistir de ella?

Esos casos no ocurren solo en Galapa. Entre las enfermedades psiquiátricas está la depresión, la primera causa para cometer suicidio. Los niños y adolescentes están enfrentados al cibermatoneo, al bullying. Hay que decirles a los padres que los menores y los adolescentes se deprimen y que es real pues, a veces, cuando ven cambios en su hijo —y pueden manifestarse muchos— no creen que pueda deprimirse. De hecho, le manifiestan cosas como: “No tienes razones para deprimirte o estar triste porque lo tienes todo”. Decirle eso a un niño aumenta la carga que lleva y lo que necesita es ayuda, que a veces no encuentra en la casa ni, especialmente, en los colegios. Y sí, la franja de suicidios en menores ha aumentado, un problema que compete al Ministerio de Salud, los entes territoriales, la familia y toda la sociedad, porque es de responsabilidad conjunta y debería ser observado y vigilado en un programa epidemiológico del Ministerio. Lo que está pasando con la generación más joven es que no se le proporcionan las herramientas emocionales para enfrentarse a los problemas.

¿A qué llama usted “herramientas emocionales”?

Herramientas para superar problemas como la depresión, que ya han sido estructuradas en campañas de la Asociación Mundial de la Salud. A la generación joven se le llama generación de cristal porque los padres sobreprotegen tanto a su hijos que no les permiten adoptar herramientas emocionales para enfrentar las dificultades ni para disfrutas las cosas más sencillas.

En otros episodios impactantes de segmentos de población, hace un año un pediatra muy querido por pacientes y sus padres decidió suicidarse. Y hace unos días lo siguió un oncólogo, también muy apreciado. Los médicos salvan vidas, no se las quitan, es lo que piensa uno. El gremio de especialistas en medicina, ¿no tiene una “vacuna” emocional contra el suicidio?

Nosotros, los profesionales de salud, tenemos más riesgos que otros. Según el informe del Council of Emergency Medicine Residency Directors, CORD, los médicos mueren por suicidio en una tasa más del doble de la población general. La OMS declaró alerta sanitaria, no solo por los médicos, sino por todo el equipo de atención en salud, en el mundo. Hay una combinación que explica el fenómeno: además del factor biológico, hay factores externos que lo producen. Este grupo de hombres y mujeres se enfrenta todos los días a la muerte en un sistema de salud caótico y opresivo hacia sus trabajadores en que se les imponen jornadas de trabajo triplicadas y el desgaste profesional (burnout, estrés laboral) es el doble de lo corriente, con el consecuente factor de depresión y suicidio. Súmale a esto que, en nuestra vida personal, podemos tener problemas familiares, sociales, sentimentales, que a todos nos ocurren. Todo esto lleva a que nuestros niveles de agotamiento sean, a veces, insostenibles. Además nos cuesta reconocer que somos seres humanos y no buscamos ayuda.

La muerte de seres queridos, bien por razones naturales, bien por accidentes inesperados, es otro motivo que la gente asocia con el suicidio. ¿Esa creencia es cierta?

Refrendo el factor externo como motivo potencial, tal como lo es la muerte o pérdida de figuras “objetales”: un padre, una madre, figuras representativas en nuestras vidas. Hay un proceso de duelo que puede llevar a una depresión si no se da de manera adecuada, si no se elabora bien, por ejemplo, cuando no lloramos como debemos llorar, puede haber una probabilidad muy alta de que llegue a ser patológico y que se presente depresión y suicidio. El proceso de adaptación después del duelo puede durar entre tres y seis meses.

Los familiares que sobreviven al suicida suelen culparse por no haberlo impedido o por haberlo podido detectar. ¿Podrían haber hecho algo para cambiar esa decisión?

Por cada suicida puede haber entre cinco y diez personas con alguna afección en salud mental, entre ellos los familiares más cercanos. Nosotros, los psiquiatras en Colombia, somos muy pocos para atender a la población. El último reporte indica que hay 1,3 psiquiatras por 100.000 habitantes, lo cual es muy bajo en comparación con otros países de la región. Por eso instamos al ciudadano común y corriente a que tenga la fortaleza de preguntarle a otro cuando lo ve con problemas, a acercarse y a servirle de enlace para buscar ayuda. Como en todas las enfermedades, hay suicidios que posiblemente y a pesar de todos nuestros esfuerzos no podemos parar. Pero en la gran mayoría, sí podríamos hacer mucho.

Ahora, hablando en términos generales, ¿cuáles son las causas emocionales que conducen a una persona, que aparentemente ha sido sana, equilibrada y madura durante muchos años, a llegar al extremo de no soportar la existencia?

Hay que tener claridad de que estamos hablando de una enfermedad. La gente no debe confundirla con falta de voluntad o carácter. El suicidio es un proceso dentro de la misma enfermedad y, cuando no se trata, va intensificándose lo que se siente: lentamente, uno va perdiendo el placer por las cosas que disfrutaba, va quitándoles el valor a los éxitos propios y el cerebro forma una serie de ideas según las cuales no hay ningún motivo para ejecutar acciones. Nosotros llamamos a ese estado “ideación de muerte pasiva”, en el que uno, de pronto, expone frases como “quisiera que me borraran”, “ojalá desapareciera”, “ojalá me fuera muy lejos y no volviera”, lo que es una forma de pensar en la muerte sin llegar a ella. Pero ese ánimo va progresando hasta un punto en que se empieza a pensar en la muerte: en ese momento las estrategias de prevención deben actuar para que no progrese. Cuando se consuma el hecho es porque se ha elaborado la idea durante mucho tiempo.

La depresión y la tristeza, ¿son iguales y llevan al suicidio? ¿Cómo se advierte que una persona está al borde de tomar esa decisión irreversible?

La tristeza es una emoción del ser humano, como la alegría. Cuando yo estoy triste de manera continua todo el día e influye en lo que hago, y si, además de eso, aunque no sienta tristeza, he perdido interés por las cosas que me gustan, se puede hablar de depresión como enfermedad, más otros síntomas, como apatía por las cosas, dormir o estar ansioso, volverse irritable y sentir dolores. A veces, de manera atrevida, interferimos con la persona enferma diciéndole que no tiene por qué estar así en lugar de acompañarla, de estar ahí, a su lado. Cuando la situación se prolonga es necesario buscar ayuda profesional, porque las personas con depresión sufren. Es un dolor intenso, un gran sufrimiento emocional.

Hablar de lo que le está pasando a una persona al borde del suicidio, ¿puede evitar que llegue al acto final?

En algunos momentos hablar significa una descarga emocional y puede haber alivio. Cuando hay riesgo suicida, hablar ayuda, y nosotros como psicoterapeutas lo que hacemos es, precisamente, hablar con los pacientes.

En conclusión, y además de la depresión, ¿cuáles son los componentes principales de este fenómeno?

No podemos hablar de una sola causa. Además de la depresión, también están el trastorno afectivo bipolar, los trastornos de ansiedad y otros. Esta enfermedad es multicausal. Para el funcionamiento del cerebro se requieren los neurotransmisores, y entre estos están la serotonina y la noradrenalina. Si estas están alteradas, puede haber depresión. Hay unas teorías hormonales que indicarían que la escasez o ausencia de neurotransmisores haría más probable este tipo de trastorno en mujeres que en hombres o que haya factores externos que lo disparen, por ejemplo, en los niños, además del matoneo, por la pérdida de figuras objetales, es decir, figuras representativas, como los padres o, en otros casos, la pérdida del trabajo, de una forma de vida, de oportunidades que se nos escapan o de pérdidas amorosas. Esto no indica, necesariamente, que haya una pérdida externa para tener un cuadro depresivo que me lleve al suicidio. Vuelvo a la primera causa: el suicidio se presenta como consecuencia de una enfermedad que no ha sido tratada. Es por eso que nosotros organizamos nuestra campaña #YoTambiénVoyAlPsiquiatra. Todos debemos ir a nuestro médico psiquiatra.

¿Todos debemos ir al médico psiquiatra? Le confieso que no lo sabía...

Sí, claro. Entre las diez primeras enfermedades que existen, cuatro pertenecen directamente al área de psiquiatría. Ahora, puede alguien tener o no una enfermedad y sufrir un problema existencial o enfrentar una situación difícil. En ese momento, los psicoterapeutas evitan que esas situaciones se vuelvan más complejas.

¿Cómo se pueden tratar las carencias de sustancias como la serotonina en el cerebro que pueden afectar a quien las padece y conducir al suicidio?

Además de los medicamentos, la otra forma de tratar estos padecimientos es la técnica de psicoterapia. Hay otras formas de manejar la depresión y se nos ha olvidado, por el tiempo que llevamos como seres humanos, que hemos desarrollado la corteza frontal que nos hace diferentes de otras especies y que nos permite realizar actividades de esparcimiento, como caminar, hacer ejercicios, comer bien, tener un buen círculo de amigos. Todos estos son factores protectores: tener algo en qué creer, tener un compañero sentimental o elementos externos que ayuden a sentirse bien.

Finalmente, los medicamentos psiquiátricos ¿pueden sanar una enfermedad emocional, como se supone que es el impulso al suicidio?

Lo primero es aclarar que los psicofármacos están clasificados. En este caso tendríamos que referirnos a los antidepresivos, que atacan la depresión, la cual, como he dicho, aunque no es la única, es la más importante causa de suicidio. Ahora, no hablamos de curar. Creo que los únicos que podrían hablar de curar serían los cirujanos. En cuanto al suicidio, se toman los antidepresivos que bajan los síntomas. Y pronto van a salir al mercado unos medicamentos para la ideación suicida, que actúan más rápido que los antidepresivos, aunque su efecto dura menos tiempo.

Todos debemos ir al psiquiatra

En una campaña de la Asociación Colombiana de Psiquiatría que se ha denominado #YoTambiénVoyAlPsiquiatra y bajo el lema #PrevenirEsPreguntar, los profesionales de esta rama de la medicina buscan incentivar la costumbre no muy arraigada en el país, de consultar al especialista en esta área no solo en circunstancias extremas ni en casos declarados de enfermedades que afectan la conducta emocional sino como cuando se pide cita con cualquier médico de otras especialidades. Según la campaña, acudir al psiquiatra puede ayudar a resolver con más celeridad y serenidad problemas que no son extremos y a tratar con probabilidades de éxito y en ciclos temporales amplios,  situaciones graves como trastornos bipolares o tendencias suicidas. La campaña también busca luchar contra la creencia popular generalizada de que se pide apoyo psiquiátrico solo cuando se está al borde de la locura. Con frases como “hay preguntas que salvan vidas. Tú puedes hacerlas” o “Prevenir es preguntar”, también se pretende combatir la idea de que no se debe hablar del tema del suicidio con el  paciente que padece la enfermedad que conlleva a ese extremo pues, contrario al temor de que se le incentiva, se le transmite el mensaje de que no está solo. “Acompaña, escucha y no juzgues”, es la saludable conclusión.

Los médicos también enferman de depresión

De manera increíble para sus pacientes, el gremio de los médicos también sufre de depresión y sus miembros pueden llegar al extremo del suicidio, como consta, lastimosamente, en dos casos ocurridos en Bogotá: dos cirujanos prestigiosos, uno pediatra y el otro oncólogo, decidieron terminar con su vida. Según explica la doctora Arrieta Molinares, el suyo es uno de los sectores más expuestos a padecer este proceso por las condiciones de estrés de su trabajo, superiores a las de otras profesiones. Por este motivo, la Asociación de Psiquiatría lanzó otra campaña especialmente dirigida al personal médico y de atención en salud, “instándolo a que haga este sencillo paso, realizar esta lista de chequeo utilizada por entidades a nivel mundial como el Servicio Nacional de Salud (National Health Service, NHS) para proteger a su equipo de trabajo”. Entre otros consejos difundidos en clínicas y centros de salud están varios como estos: “habla con tus colegas antes de terminar la jornada ¿Están ellos bien? ¿Estás bien tú?”  “Considera algo difícil que haya pasado durante el turno de trabajo, reconoce esa dificultad y suéltala”. Se trata de mensajes que aplicarían a cualquier ciudadano. Los médicos lo son pero nos resistimos a verlos como tales porque son los que salvan nuestras vidas.

Por Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

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