Las estructuras del poder en Santander

Son seis los candidatos a la Gobernación y en las encuestas se ve un cerrado duelo entre Mauricio Aguilar y Leonidas Gómez. Ángela Hernández le apuesta a una tercería de última hora.

Alfredo Molano Jimeno
06 de octubre de 2019 - 02:00 a. m.
Los candidatos Mauricio Aguilar, Ángela Hernández y Leonidas Gómez. / Archivo particular
Los candidatos Mauricio Aguilar, Ángela Hernández y Leonidas Gómez. / Archivo particular

El santandereano es un pueblo profundamente político. Allí las elecciones regionales se viven con intensidad. La mezcla de su historia, que le asigna el título de “cuna de la Independencia”, y los rasgos del carácter de sus habitantes, hacen que la disputa por el poder sea centímetro a centímetro. Tan es así, que la actual campaña es una de las más reñidas de todo el país. Las grandes casas políticas tienen su energía, capital y votos apostados en el próximo 27 de octubre, cuando se elija al gobernador y los 87 alcaldes. Poco más de 1.700.000 santandereanos tienen habilitada su cédula para votar, lo que hace de Santander el sexto departamento con mayor potencial electoral. Hace cuatro años, la abstención fue apenas del 34,5 %. Con una particularidad, la elección en la que más participan es en la regional, más que en las de Congreso o Presidencia. Y es que aquí se desayuna, se almuerza y se come política.

Contrario a lo que pasa en otras plazas electorales del país, donde pesan mucho las alcaldías, el de gobernador es el cargo más importante y disputado del departamento. En este pulso están concentradas las fuerzas vivas de la política santandereana. En esta ocasión son seis los candidatos y a 20 días de los comicios nadie puede predecir quién ganará. Si bien hay un favorito, las encuestas marcan una pelea cerrada y en cada una de las campañas juran y rejuran que ganarán. Cada uno tiene sus propios sondeos internos, sus cuentas que involucran poderosas maquinarias y millonarias sumas. Visto desde una perspectiva, lo que hay es una pareja disputa por el poder, lo que podría hablar de madurez política; pero vista desde otra, esta carrera se juega con lo legal y lo ilegal, los argumentos y la compra de votos, tradicionales familias políticas e intereses emergentes de la oscuridad. Una batalla que se caracteriza, muy a lo colombiano, por incluir todas las formas de lucha.

Un día cualquiera, desde las 6:00 a.m., el Centro Comercial Etapa Tres, en Bucaramanga, parece una plaza de mercado. Allí, frente a la entrada de uno de los edificios destinados a oficinas, decenas de personas se agolpan en los cafés que hay en el primer piso. Un hombre afro, reloj dorado, anillos y cadena de oro, se pasea entre la gente con unas hojas blancas, un esfero en la mano y un radioteléfono al cinto. Uno a uno se acercan a preguntar si iban a visitar al coronel. A quienes respondían afirmativamente —200 para ese momento, según se oye decir al personaje— les inquiría su nombre, y preguntaba si venían solos o en grupo, si eran líderes sociales, candidatos a algo o representantes de algún sector, iglesia o gremio. “Tiene que tener paciencia. Hay mucha gente”, advierte, mientras escribe el nombre en una hoja.

El poder del coronel Aguilar

El coronel Hugo Aguilar es un barón electoral. Su nombre es conocido a lo largo y ancho del departamento. No solo por la fama alcanzada, al ser quien “abatió” al capo de capos, Pablo Escobar, sino porque además es el fundador, corazón, pie y riñón de la casa política más poderosa del departamento. El único capaz de haberle arrebatado, en 200 años de vida republicana en Santander, el poder al Partido Liberal. Aguilar, antiguo policía antinarcóticos y empleado de la DEA, colgó la placa de policía para dar el salto a la política local. En 2001 aterrizó en la Asamblea de Santander con una alta votación. En 2003 se lanzó a la Gobernación y se consolidó como el dirigente político más popular, acabando con la hegemonía de 17 gobiernos liberales y desplazando a otro coloso elector, Horacio Serpa Uribe.

En 2007, el coronel Aguilar salió de la Gobernación convertido en el hombre más poderoso de Santander. Su entorno, desde entonces, es fuente inagotable de fuerza electoral. Pone gobernadores, congresistas, alcaldes, concejales o diputados. Sin embargo, la clase política siempre lo miró con desconfianza. Quieren contar con su apoyo, pero no quieren tenerlo en su partido. Eso lo llevó a crear una marca política propia. El coronel nunca militó en los partidos tradicionales. Se refugió en el cuestionado Convergencia Ciudadana, que después se convirtió en PIN, y finalmente falleció con el nombre de Opción Ciudadana. Hizo parte de la bancada de Uribe mientras fue presidente, pero después vino la traición de la clase política.

En 2011, cuando Aguilar emprendía vuelo para una nueva campaña a la Gobernación, el entonces procurador Alejandro Ordóñez lo destituyó e inhabilitó por 20 años por parapolítica, lo que lo obligó a cambiar sus planes y lanzar a su hijo Richard, quien se encontraba en Francia, como candidato. Y ganó. Dos años después, la Fiscalía de Eduardo Montealegre capturó al coronel Aguilar y la Corte Suprema de Justicia lo condenó por sus nexos con el Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia. Estuvo preso menos de cuatro años y salió en libertad condicional. Hoy no puede ser candidato a nada, pero lejos de estar fuera de la política, tiene lazos en todas las campañas y partidos. Su hijo Richard, el exgobernador, es congresista por Cambio Radical; mientras Mauricio, quien ya fue senador, ahora aspira a la Gobernación, y puntea en las encuestas.

El candidato Aguilar es el mayor de los hijos del coronel y le tocaron los años del ascenso de su padre dentro de la Policía, por lo que no contó con los beneficios políticos y económicos que sí tuvo Richard. “Es el ‘patito feo’. No tiene ni el verbo ni la facha de su hermano menor. A él le tocó ser taxista para pagarse la universidad. Mauricio pertenece al mismo estrato que su padre”, describe un conocedor de la política local. Esa descripción del exsenador, de 43 años, coincide con su postura frente al escenario. Se le ve nervioso ante las cámaras e inseguro en las tarimas. Sin embargo, es plenamente consciente del músculo electoral y político que lo rodea, y sabe que hoy es el más opcionado a ganar. Y cómo no estarlo, sin con él están las grandes casas políticas de la región.

La del exgobernador Miguel de Jesús el chato Arenas; la estructura política del cuestionado contratista y hoy candidato a la Alcaldía de Bucaramanga, Fredy Anaya; también el músculo electoral de Cambio Radical en el departamento, impulsado por su hermano Richard; los apoyos —hoy medio en ruinas— de la estructura política del Tuerto Gil, exsenador fundador del PIN, parapolítico y hoy en prisión; y las bases del uribismo, no del Centro Democrático sino de las fuerzas más conservadoras del departamento, incluyendo los votos de los congresistas Óscar y Alirio Villamizar y Edwin Ballesteros.

“Toda la politiquería está con los Aguilar. Tiene a todas las casas que han gobernado el departamento en los últimos años, los contratistas y el poder de una maquinaria que opera desde el Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Además, es una estructura que cuenta tres puntas de lanza poderosas en campaña. Los tres Aguilares, padre e hijos, son unas verdaderas águilas para hacer política”, dice uno de los nuevos pesos pesados de la política santandereana, quien está apoyando al que se presenta como candidato alternativo: Leonidas Gómez.

Desde la casa Aguilar ven las cosas desde otra óptica. Para ellos, está elección es trascendental para evitar que el Gobierno departamental “caiga en manos de la izquierda de Petro y las Farc”, lo que explica que la clase política esté acompañando la candidatura de Mauricio. A los señalamientos sobre que la campaña va sobre los hombros de la maquinaria, no dudan en afirmar que han construido una estructura política con presencia en los 87 municipios del departamento, y que en los hogares santandereanos las obras de Hugo, Richard y Mauricio son conocidas y agradecidas con votos. “En Santander no se compran las elecciones, las campañas se hacen con compromisos y promesas de puestos. Aquí se está acabando la lechona y las sillas, hoy lo máximo que se financia para las reuniones políticas es el sonido”, señala un allegado a la campaña del exsenador.

El candidato alternativo

De segundo en los sondeos está el empresario y exsenador Leonidas Gómez Gómez. Fue avalado por el movimiento Dignidad Santandereana, una de las tendencias del Polo Democrático, pero su fuerza principal está en que es el candidato del popular y controvertido exalcalde de Bucaramanga Rodolfo Hernández. Es del círculo cercano del senador Jorge Robledo y en las elecciones de 2018 salió elegido senador de la República con la nada despreciable suma de 84 mil votos, curul a la cual renunció a los tres meses. A su campaña han llegado los apoyos alternativos de la Alianza Verde y el Progresismo de Gustavo Petro, pero también del liberalismo serpista y de un sector empresarial acostumbrado a financiar campañas. Gómez Gómez es un hombre particular, al punto de que lo acusan de “estar loco” por lo que otros creen es su estrategia de campaña.

“Hace dos meses todo el mundo aseguraba que Leonidas era el gobernador, pero anda haciendo locuras que no le han salido bien. Se ha mostrado agresivo en los debates, al punto de darle la espalda a Mauricio Aguilar cuando este le tendía la mano; también se acostó en el piso cuando uno de sus rivales hablaba y hasta detuvo su campaña 18 días argumentando que su esposa Ruth, quien sufre de Parkinson, tuvo una crisis”, cuenta otro santandereano entendido en materia electoral.

Esto no es lo único particular que hace este candidato. En su juventud, en vez de estudiar, se dedicó a viajar por Colombia y Latinoamérica como artista callejero. Se define como sicodramaturgo y habla de grandes autores de la literatura clásica y suramericana. Dice que compartió con Gabriel García Márquez y se hizo conocido por el exitoso proyecto urbanístico Acuarela, en el municipio de Los Santos. Allí creó un exclusivo condominio de casas de recreo con el lago privado más grande del país y un mercado campesino muy dinámico.

La imagen de su campaña es un león de peluche, que juega con su nombre y un poema del escritor santandereano Pablo Zogoibi, cuyo final es: “Qué semejante eres al pueblo americano, que hace ya un siglo yace, silencioso y dormido (…) Ruge, león de América, y atruena monte y llano. Ruge, que ha llegado la hora del rugido”. “El león de peluche es mi llave de entrada a los hogares santandereanos. Los padres pueden estar por otra campaña, pero sus hijos llevarán a su casa mi propuesta, y quién le va a quitar a un niño su juguete. Vamos a entregar casi 200 mil peluches, que además, los hacen las mujeres en las cárceles de Colombia”, señala el candidato, afirmando que su proyecto de vida no es ser gobernador sino un representante de la ciudadanía para “salvar a Santander de las dos dinastías que han gobernado: la Aguilar y la Tavera”.

Las otras fuerzas en el pulso electoral

Los Tavera son la otra gran fuerza política del departamento. Actualmente tienen a Didier Tavera como gobernador, pero sobre todo se han apoderado del Partido Liberal, de la mano del senador Miguel Ángel Pinto, expresidente de la Cámara de Representantes y esposo de Claudia Lucero López, hermana del polémico empresario Martín Tavera, y hoy candidata a la alcaldía de Bucaramanga. A su vez, el liberalismo avaló a la joven diputada Ángela Hernández como candidata a la Gobernación, quien además cuenta con el apoyo del conservatismo, la U y el Centro Democrático. Sin embargo, muchos aseguran que la maquinaria está en otra parte. Hernández es, sin lugar a dudas, la representación de la santanderinidad: de posiciones liberales pero de ideales conservadores.

Esta cristiana practicante y declarada es defensora a ultranza de la familia, por la que terminó encabezando las marchas contra las cartillas de educación sexual en el gobierno Santos, aquellas que se convirtieron en punta de lanza contra el plebiscito refrendatorio del Acuerdo de Paz. Esto le granjeó el rótulo de la “primera ordoñista del mundo”, ya que el exprocurador Ordóñez exaltó su figura. Tiene 28 años y un carácter que bien representa el estereotipo de la mujer santandereana. Quería ser alcaldesa de Floridablanca, uno de los municipios del área metropolitana, donde creció y es muy popular, pero según cuenta, le hicieron la guerra en su colectividad—el Partido de la U—, para no darle el aval. Afirma que puso tanto empeño en defender su militancia y respeto institucional, que terminó descrestando a la Dirección Nacional, que le propuso que asumiera el reto a la Gobernación.

Es consciente de que no tiene muchas posibilidades, que los grandes electores de los partidos que le dieron el aval —incluyendo el Centro Democrático— están en otras toldas, pero asegura que dará la pelea hasta el final y aún tiene la esperanza de convertirse en la tercería que pase en medio de la polarización entre los Aguilar y Gómez. Lo que sería un auténtico milagro, pues se convertiría en la primera mujer en gobernar Santander con banderas auténticamente conservadoras. En un cuarto lugar, con muchas menos posibilidades está Elkin Bueno, exalcalde de Barrancabermeja, quien cuenta con el aval de Cambio Radical y el apoyo, según dicen, de la casa Tavera, que hace campaña por Claudia Lucero López a la Alcaldía de Bucaramanga.

Y en el fondo de la tabla está Emiro Arias, un dirigente de izquierda, antes muy cercano a Leónidas Gómez e incluso uno de sus directores de campaña al Senado, pero que terminó distanciado de él. “A Emiro le dolió mucho que Leonidas aspirara a la Gobernación porque tenían el acuerdo de que él lo acompañaba en su campaña al Senado a cambio del apoyo para las regionales, pero Leonidas le incumplió. Además de eso, Emiro, quien se ha caracterizado por pertenecer a una corriente alternativa, le disgustó mucho el apoyo de los Serpa. Ahora no se pueden ni ver, son enemigos acérrimos”, añade otra voz. Finalmente, está David Suárez, exdirector regional del Sena, matriculado como independiente y con muy poca fuerza electoral. Así pues, el panorama político en Santander es de total incertidumbre, con una campaña muy reñida que históricamente se define en las dos últimas semanas.

Por Alfredo Molano Jimeno

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