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"Andrés Caicedo siempre vivía de afán"

La aparición de la primera edición de los cuentos de Andrés Caicedo publicada por Alfaguara, en palabras de Luis Ospina, uno de sus mejores amigos.

Steven Navarrete Cardona
19 de marzo de 2014 - 03:38 p. m.
Luis Ospina.
Luis Ospina.

'Ojo al Cine' fue una de las primeras revistas de crítica de cine que más receptores tuvo en el país, no solo por la calidad de sus textos sino por el equipo que reunía. Tres figuras del cine colombiano como Carlos Mayolo, Luis Ospina y Andres Caicedo convergieron en ese fulminante proyecto. Conversamos con Ospina (el único vivo de los tres), quien es uno de los realizadores y cineastas más importantes del país. Entre su amplia obra se encuentran las producciones; 'Agarrando pueblo' (codirección con Carlos Mayolo) (falso documental), 'Un tigre de papel' (falso documental), y 'La desazón suprema: retrato incesante de Fernando Vallejo' (documental) entre otras.

¿Cómo conoció a Andrés Caicedo?

Lo conocí en el año 1971 porque Carlos Mayolo me habló muy bien de él. Me dijo que era un cinéfilo. En un primer momento nuestra cercanía tuvo lugar mediante una larga correspondencia que sostuvimos mientras yo vivía en Estados Unidos. Luego regresé a Cali en 1972 y seguí siendo su amigo al vincularme al Cine Club de Cali. Cuando Andrés se fue para Estados Unidos quiso que me encargara del club. Para el año 74 publicamos el primer número de 'Ojo al Cine', que antes se publicaba en boletines.

¿Cuál fue su primera impresión al conocer a Caicedo en persona?

A penas lo conocí me di cuenta de que era tartamudo. Cuando lo conocí más a fondo, supe de sus angustias, placeres y de alguna forma conocí sus sueños, pero sobre todo su pasión por el cine. (Para saber más de Andrés Caicedo recomendamos leer El 'rockstar' literario).

¿Cómo surge la revista?

Andrés era un gran admirador de la revista Hablemos de Cine, así que estableció comunicación con el director de la revista, que por aquel entonces era Isaac León Frías y con algunos miembros de la redacción, como el crítico de cine Juan M. Bullita. Al estar en contacto, Andrés empezó a escribir en esa revista y ellos en la de nosotros. Así nos conectaron con personas en España, como Ramón Font y Miguel Marías, entre otros. Todas las comunicaciones fueron por carta, no conocíamos personalmente a nuestros colaboradores, no es como ahora que se tiene la facilidad y la inmediatez del internet.

¿En dónde funcionaba la revista?

La oficina del Cine Club y de la revista quedaban en mi casa, allí recibíamos hasta 15 revistas mundiales de cine, y también se guardaba nuestra correspondencia. Sin duda el mayor impulsor y el que más escribió en la revista fue Caicedo.

¿Por qué sintieron la necesidad de hacer una revista especializada en crítica de cine?

Porque ese era el próximo paso. Andrés pensó que si en Perú había una revista de tanta calidad, aquí podríamos hacer también una muy buena. Porque no había una buena revista que hablara de cine nacional e internacional y las que existían en el país habían desaparecido. Además porque Andrés quería escribir guiones más largos y al tener una revista propia le iba a permitir eso, sumado a que podía darle la orientación que él quería. Andrés era el que redactaba el editorial.

¿Cómo era la dinámica cotidiana en la revista?

La revista fue una prolongación del Cine Club de Cali. Generalmente después de la función del sábado, mirábamos cuántas personas habían entrado, cuánto se tenía de ganancia y cuánto se iba a invertir en la revista. Empezamos Carlos Mayolo, Ramiro Arbeláez, Andrés y yo. Posteriormente se fue ampliando y cambiando los miembros de la revista, hasta que en la última fase desaparecemos todos. También se unió a la revista Patricia Restrepo, la mujer de la cual Andrés siempre estuvo enamorado.

¿Cómo se financiaba la revista?

En parte la financiábamos con las ganancias del CineClub y de nuestro bolsillo. Yo era uno de los que más financiaba. Teníamos en la revista un espacio destinado para afiches y avisos publicitarios, pero pautaban muy poco. Desde el principio establecimos una modalidad que se denominaba suscripción de apoyo, donde algunos pagaban suscripción algo costosa para la supervivencia de la revista, algunos amigos nos colaboraron con eso.

¿Qué era lo más complicado de hacer una revista especializada en cine hace cuarenta años?

Desde luego contábamos con muy poco dinero, teníamos que hacer lo máximo con lo mínimo; levantar los textos, hacer la diagramación con una máquina de escribir IBM, todo a mano, cortando y pegando, en la época en la que estamos viviendo se hace en un computador. Antes todo era manual, los títulos, por ejemplo, en fin, mandar a hacer las fotos mediante ‘Clisé’, que es un grabado en metal. Era una lucha sacar adelante la revista.

¿Y tenía mucha demanda?

Desde luego, la revista era muy especializada, y las personas que la compraban eran los amantes del cine. Teníamos varias suscripciones por fuera del país. Gente joven y cinéfila, pero también un amplio público universitario.

¿Y para la portada y el resto de la estructura?

Todo se debatía, los cuatro discutíamos todo. El título y el logo fue de Andrés Caicedo, ´Ojo al Cine´, porque él ya tenía unas columnas en el periódico que se llamaban así y se conservó ese nombre.

¿Cada cuánto se publicaba?

Se publicaba cada vez que podíamos. Soñábamos con publicar cuatro números al año, pero no se pudo. Algunos números se retrasaban porque no teníamos dinero o porque las personas que contratamos se tardaban mucho levantando los textos. La revista padecía todo lo que podía padecer una revista independiente.

¿Cómo consiguieron colaboradores?

Los colaboradores los conseguíamos por carta, entre ellos a Jesús Martín Barbero, que en esa época vivía en Cali. Nosotros lo conocíamos desde antes, incluso en alguna oportunidad nos reunimos para diseñar lo que sería la Facultad de Comunicación Social de la Universidad del Valle.

¿Por qué se acaba la revista?

Por la muerte de Andrés, que era su principal impulsor. Con su muerte también muere la revista. Hubo un intento de hacer un número posterior a la muerte de Andrés, incluso se reunieron todos los textos pero nadie pudo sacar adelante esa empresa.

¿La revista tenía una apuesta política?

Era inevitable no estar cercano a la política. Andrés fue actor del Teatro Experimental de Cali (TEC) dirigido por Enrique Buenaventura. Ese teatro siempre estuvo bajo el manto del Partido Comunista Colombiano. Mayolo militó en el Partido Comunista hasta la formación de la revista. Yo me orientaba más por una postura anarquista. Ramiro Arbeláez militó con los trotskistas, todos éramos de izquierda en ese momento. Aunque, comenzamos a vivir un desencanto con el proyecto de la izquierda, ya que el mismo año en que se publicó el primer número de la revista, se vino la caída de Allende con el golpe de Pinochet. Entonces todo esto nos llevó a pensar que tal vez dichas utopías no era posibles llevarlas a cabo. Se derrocó al primer presidente elegido en el mundo de orientación marxista. Algunas personas pensaban que nosotros éramos comunistas o marihuaneros, porque llevábamos el cabello largo, en fin, ¡marihuaneros sí éramos! (risas). Estábamos influenciados por la política y por el movimiento cultural juvenil de la época; el hipismo y el anarquismo.

¿Cómo saber si la revista tuvo buena recepción?

Una vez estábamos en una librería y vimos que alguien se robaba un ejemplar de ‘Ojo al Cine’. Para nosotros esa fue la señal de éxito, que alguien se arriesgara por un ejemplar de la revista. La verdad, las ganancias eran nulas, la revista se construyó por puro amor por el arte.

Una anécdota con Andrés...

En las fiestas, por ejemplo, mientras que Mayolo se tomaba mil vodkas, y se daba enemil pases, Andrés se sentaba a escribir en medio del bullicio. Por eso Mayolo le puso “Pepito Metralla”, porque Andrés se ponía a escribir como una ametralladora, mientras rumbeábamos. Andrés no era una persona que le gustara la rumba con muchas personas, se sentía bien al sentarse a hablar, siempre estaba de afán y tenía que hacer miles de cosas después (eso argumentaba), no era para nada gregario, él decía que lo que más le producía angustia era el exceso de conversación. (Leer Andrés Caicedo: el cuento de mi vida).

¿Y no decía por qué tenía afán?

No, pero yo sí me di cuenta el por qué: tenía prisa por escribir y terminar su obra, no quería vivir mucho tiempo. (Leer Contra el mito de Andrés Caicedo).

¿Entonces tuvieron indicios de su suicidio?

Si, los daba en su escritura y en su conversación, venían de tiempo atrás. Para el año 75 le envía una carta a su madre (que sale publicada en mi cuerpo es una celda). Cometió dos intentos y al tercero tuvo éxito.

¿Pero tal vez pensaron que no iba a ser así?

Yo sí sabía que lo iba a hacer tarde o temprano. Cuando se le muere un amigo cercano y se está tan joven, uno queda muy tocado por ello, sobre todo se centra en ya que lo hace pensar no solo en la vida sino en la muerte (Aquí llora), y lo que se quiere hacer con su vida. A partir de la muerte de Andrés, Mayolo y yo sentimos un gran impulso de crear cosas muy precozmente, y pocos meses después de la muerte de Andrés, Mayolo y yo hicimos “Agarrando Pueblo”, la película más importante que hiciéramos juntos. Todos éramos muy precoces, como Andrés, empezamos a hacer cine desde muy jóvenes. (Leer también De versos y suicidios).

Por Steven Navarrete Cardona

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