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"Nunca pensé que 'Orange' fuera a ser tan grande"

Diane Guerrero actúa en la aclamada serie norteamericana ‘Orange is the new black’. Su relato sobre la deportación de sus padres a Colombia conmovió hasta a la Casa Blanca, pero ella no quiere que la encasillen: se pregunta más bien cómo puede ser parte de la solución.

Diana Carolina Durán Núñez
12 de enero de 2015 - 02:00 a. m.
Cada año, Diane Guerrero viaja a Colombia a visitar a su familia. Espera conseguir el retorno de sus padres a Estados Unidos.   / Benjo Arwas
Cada año, Diane Guerrero viaja a Colombia a visitar a su familia. Espera conseguir el retorno de sus padres a Estados Unidos. / Benjo Arwas
Foto: Photo by: Benjo Arwas - Benjo Arwas

Diane Guerrero hace parte del elenco de un programa que, desde su lanzamiento en 2013, ha sido alabado tanto por la audiencia como por la crítica: Orange is the new black (Oitnb). La serie, una de las dos joyas de la corona de la web Netflix —junto a House of cards—, está basada en la historia real de Piper Kerman, una mujer que fue condenada a 15 meses en una prisión de mínima seguridad (de los cuales pagó 13). Con drama y humor negro, es una mirada crítica al sistema carcelario y de justicia estadounidense. Y Guerrero, que hace parte de este reparto desde el episodio número uno, hace el papel de Maritza, una reclusa que pertenece al gueto de las latinas.

Su personaje, secundario, ha ido creciendo tímidamente a lo largo del programa. Su vida, sin embargo, ha corrido vertiginosamente: a finales de noviembre del año pasado, Guerrero se hizo más pública que nunca al contar en una carta editorial en el LA Times que sus padres y su hermano, todos de nacionalidad colombiana, fueron deportados hace 14 años de Estados Unidos, donde ella nació. Con su relato, la actriz tocó una de las fibras más sensibles de los estadounidenses: la inmigración.

El drama que ha vivido su familia desde entonces la llevó a Las Vegas a conocer al presidente Obama por una invitación de la Casa Blanca, a volverse embajadora del Immigrant Legal Resource Center (Centro de Recursos Legales para Inmigrantes), a contar que fue tal el efecto dominó de la deportación que su sobrina terminó en la cárcel. Pero esta artista, con 28 años, quiere ser mucho más que una historia de separación familiar. Mientras pasaba las fiestas de fin de año con los suyos en Palmira (Valle), El Espectador habló con ella de su carrera, sus luchas y lo que quiere en su futuro.

¿Cuándo apareció el gusto por la actuación?

Desde muy niña me gustaron mucho las artes. Aprovechaba cada oportunidad en mi escuela, Boston Arts Academy, en donde había baile, canto, instrumentos y artes visuales. Pero cuando pasó lo de mis padres, sentí que ya no era práctico seguir ese sueño profesional. También me gustaban otras cosas: la ley estadounidense, la historia, el inglés. Entré a ciencias políticas en Regis College y me gradué de la American University en 2008. En esa época pensaba en trabajar para ayudar a la gente, pero no estaba segura de qué era lo que quería hacer.

¿Qué pasó al graduarse?

Después estudié para ser asistente jurídica; me interesaba el derecho. Pero siempre quería hacer algo de artes. Empecé a tomar clases de teatro en Boston Casting, para desahogarme un poco porque no me estaba yendo muy bien, estaba en una oficina de abogados de Boston. Pensaba que quería ser abogada, pero al final me decidí: lo que quería hacer era arte.

¿Cuál fue la primera audición que le resultó?

Ashley/Amber, y, un corto de 22 minutos que era la tesis de Rebecca Rojer, una directora y escritora de Harvard Film School. La película entró al festival de Berlín y Rebecca me invitó, lo que me dio la oportunidad de ver muchas otras películas que se estaban haciendo y de creer que yo también podía hacerlo. Luego empezaron a salir cosas pequeñas, videos web, comerciales, hasta un papel sin diálogos en la serie Body of proof. Todo me sirvió para pensar que tenía una oportunidad en este campo. De Boston me mudé a Nueva York y ahí empezó todo.

¿En Nueva York también estudió?

Sí, en Susan Batson Studio. Allí conocí a mi mánager, Josh Taylor, un jueves que presenté un monólogo. Él me dijo: “Esto va a tomar un poco de tiempo, pero creo en ti. Creo que tienes talento”.

¿Qué monólogo era?

Siempre escogía mujeres maniáticas. Ese día fue el de una mujer que le estaba contando a una amiga cómo había encontrado a Dios. No recuerdo qué obra era. Le puse comedia, hubo lágrimas y muchas risas. Me gustó su locura.

Siempre se habla de lo difícil que es hacer carrera en la actuación.

No ha sido fácil abrir el corazón y la mente a esto, pero uno lo va logrando. Muchas veces no me salía nada. Entonces me metía en internet y buscaba casas de audiciones para dejar mi hoja de vida. Caminaba mucho por las calles de Nueva York, y aunque no me salía trabajo, yo seguía, seguía y seguía. No me podía quedar esperando a que mi mánager me llamara.

¿Cómo se mantenía en esa época?

Era bartender y mesera en diferentes bares. Después me resultó una película que se llama Emoticon. Filmamos en México y Nueva York. Pero en el verano de 2012, que fue cuando hice la audición de Orange, sentía que esto no me estaba dando. Hablé con mi papá y le dije que no sabía si esto era para mí, y él me dijo: “Mija, siga, intente. Usted todavía no se puede rendir”.

¿Cómo llegó Oitnb a su vida?

Mi mánager, Josh, me llamó. Yo sabía algo de Netflix, pero que hicieran series no era tan conocido en ese tiempo. Entonces pensé: ¿algo de internet? Bueno, hágale pues. Me dijeron que no me pusiera maquillaje, que no me arreglara el cabello, que fuera cómoda. Fui, hice la audición y una semana después me llamaron para darme el trabajo.

¿Qué le ha traído el programa?

Nunca pensé que Orange fuera a ser algo tan grande, pero a la gente le ha gustado mucho. Ya filmamos la tercera temporada y se viene la cuarta. Me ha abierto mucho las puertas. Y aunque el papel no es supergrande, es una oportunidad que muchos no tienen. Soy parte de un elenco muy especial que recién está empezando y al que le está yendo muy bien. Además, le están dando trabajo a gente latina y afroamericana y creo que ha fomentado mucho el debate sobre el encarcelamiento de las mujeres en el país, sobre todo de afroamericanas y latinas. Me da mucho orgullo estar en una serie que impulsa esta discusión y que arroja luz sobre un tema del que deberíamos estar hablando.

De su personaje se sabe poco hasta ahora. ¿De qué nacionalidad es?

Aún no se ha dicho. Por ahora soy latinoamericana. Lo que sí sé es que crecí en Nueva York, en Harlem o en el Bronx, y allá hay muchas culturas juntas. Entiendo que soy niña de la calle.

¿Le fue fácil desarrollar un personaje así?

Creo que lo he ido entendiendo por mi vida en Boston, donde crecí. Tuve muchas amigas como Maritza, que no se fueron por el camino correcto sino que tomaron otras decisiones. Yo podría haber tomado esas mismas decisiones. Yo podría ser Maritza. Podría estar en la cárcel. Tuve suerte: hubo gente que creyó en mí cuando no tenía que hacerlo, pero no todo el mundo tiene esas oportunidades. Por eso me gusta mucho la serie, porque además se aplica en mi vida.

En el ‘LA Times’ mencionó que su sobrina está detenida.

Lo mencioné porque quería mostrar cómo la deportación de mi mamá, mi papá y mi hermano tuvo un efecto dominó en toda mi familia. Nos afectó a todos. Cuando me dieron el papel de Orange, me cuestioné quién era yo para andar jugando con ese tema cuando de verdad le estaba pasando a alguien de mi familia, a una niña superinocente, linda, inteligente, y caí en cuenta: le puede pasar a cualquier persona. Por eso estoy haciendo esto también, quiero ser un ejemplo para mi sobrina y para muchos jóvenes y padres. Yo pude fácilmente cometer un error e irme para la cárcel, pero aunque me dolía mucho estar sin mi familia y tener que luchar tanto, siempre pensaba que era temporal y que si seguía luchando, algo iba a pasar. Creo que ella va a estar bien y cuando salga yo voy a estar ahí para ella. Igual preferiría no hablar más de ella.

¿Qué tal es trabajar con Piper Kerman (la autora del libro con base en el cual se creó Oitnb)?

Es espectacular. Es una mujer admirable. Todos tenemos una historia y ella hizo de la suya, 13 meses en la cárcel, algo positivo. Con ella también trabajamos en la WPA (siglas en inglés para Asociación de Mujeres en Prisión), que ayuda a muchas mujeres cuando salen de la cárcel.

¿Cómo se hizo embajadora del Immigrant Legal Resource Center?

Una vez fui a un evento de Cosmo para latinas en el cual homenajeaban a mujeres latinas que trabajan por su gente, y conocí a Grisel Ruiz, una abogada especializada en casos de familias separadas por la deportación. Me conmovió mucho su trabajo y pensé que esa era la causa que debía apoyar. Le pregunté a Grisel cómo podía involucrarme y trabajar con su organización (Immigrant Legal Resource Center). Le conté mi historia y pregunté cómo podía ser parte de la solución.

¿Qué la impulsó a contar su historia en el ‘LA Times’?

Cuando me preguntaban sobre mi vida solía sentirme ahogada, como que no podía hablar. Así que, pensé, ¿qué mejor manera de dejar atrás ese miedo, esa vergüenza, que con una carta editorial que hiciera la diferencia? Grisel me dijo que la redactara y que ella me ayudaba a publicarla. Pensé: ¿por qué no? No puedo vivir una mentira. Mi opinión es esta, sin miedo. Además era una historia real, mi historia. Sólo estoy contando mi experiencia y preguntándome qué podemos hacer para corregir el problema de la separación de familias.

¿Qué experiencias vivió para concluir que hasta usted habría podido terminar tras las rejas?

Cuando se está viviendo así, sin supervisión, uno ve muchas cosas. Yo hubiera podido caer muy fácil, pero sentía que mis padres se habían sacrificado tanto por mí que debía pelear por un futuro para todos. Entonces, cuando veía algo malo, me asustaba y me alejaba.

¿Por qué no se vino con ellos a Colombia?

No sé, en ese entonces no veía mi vida acá. Mis padres me dieron la opción, pero yo era consciente de la situación: no había dinero, ellos lo perdieron todo. Sentía que no tenía las herramientas para sobrevivir en Colombia. Si quería estudiar en inglés, se necesitaba cierta clase de recursos, mientras mi colegio en Boston era gratuito. No sé qué habría pasado si me hubiera venido; lo que sí sé es que tomé la decisión de quedarme en EE.UU. y seguir luchando. También quiero traer a mi familia a que les den una segunda oportunidad. Igual a mí me gusta mucho Colombia.

¿Cómo fue la impresión de su primera visita a Colombia?

Vine a Palmira a visitar a mis padres y me gustaron mucho el ambiente, la música, la cultura. Nunca había vivido una reunión con toda mi familia, fue muy emocionante ver gente que se parecía a mí o a mis padres. Mis primos me querían mucho y yo no sabía por qué, si no me habían conocido. La parte no chévere era tener que irme. Nunca vi a mi familia como unas vacaciones, pero se convirtió en eso y con el paso del tiempo ya no era lo mismo. Este año me gustó mucho porque vine con una actitud diferente, de aceptar las cosas y tomar acciones, asumir mi vida como quien coge el toro por los cuernos y sentir que vamos hacia adelante.

¿Sabe bailar salsa?

Usualmente no digo estas cosas, pero creo que bailo muy bien, o eso dice mi familia, no sé si me están mintiendo.

En Estados Unidos es muy común ver a inmigrantes que atacan a los inmigrantes.

Sí, claro, es muy doloroso verlo. Hay gente que dice: “Mi historia es diferente a la de ellos, y por eso yo merezco la ciudadanía y los padres de ella no”. Pero realmente creo que es más la gente que quiere ver este problema solucionado. Creo en los valores de Estados Unidos y uno de ellos es querer el bien común. Esa gente que me critica a mí o a mis padres me vale.

¿Cuál es la historia detrás de su foto abrazando al presidente Obama?

Cuando escribí la carta editorial en el LA Times me llamaron de la Casa Blanca. Era Julie Chávez, quien se encarga de los asuntos de inmigración. Me dijo: “Creemos que estás en línea con lo que quiere hacer el presidente, que puedes ayudarlo a influir en el debate”. Él dio un discurso sobre la Acción Ejecutiva en Responsabilidad por la Inmigración, en Las Vegas, y me invitaron. Estaba superemocionada. Lloré cuando lo vi, y al verme me dijo: “Yo a ti te conozco”. Terminé sentada al lado de congresistas como Nancy Pelosi y Harry Reid. Todos habían visto mi entrevista en CNN y habían leído mi carta, y al verme con el presidente otra vez, le dije que no sabía cómo había terminado allí. Él me dijo que ahí era donde debía estar, me dio un abrazo y tomaron la foto.

¿Qué impresión se llevó de Obama?

Es una persona muy genuina, tiene un espíritu muy bello y una paciencia muy grande. Lo admiro desde siempre y no voy a dejar de creer en él. Lo amo. Lo a-m-o. Es una inspiración para mí desde que era senador de Chicago y al votar por él sentí que hacía la diferencia.

¿Qué se lleva de esta visita a Colombia?

La idea de venir más seguido. Me voy queriendo más a mi familia y me voy con la idea de seguir trabajando por hacer la diferencia.

Por Diana Carolina Durán Núñez

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