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Todos hablan de Xavier Dolan

En el pasado Festival de Cannes, el joven director canadiense se llevó el Premio del Jurado, y lo compartió con Jean-Luc Godard. Ahora se comenta sobre su quinta película.

Sara Malagón Llano
28 de marzo de 2015 - 01:44 a. m.
Fotograma de “Mommy” (2014). Anne Doval (Die) y Antoine-Oliver Pilon (Steve). /Babilla Cine, distribuidora
Fotograma de “Mommy” (2014). Anne Doval (Die) y Antoine-Oliver Pilon (Steve). /Babilla Cine, distribuidora

¿Por qué Xavier Dolan está en boca de todos? Porque tiene 25 años y ha hecho ya cinco películas que han atraído la atención del público y la crítica. Es conocido como el enfant terrible (niño terrible) de Quebec, es el niño lindo del cine independiente contemporáneo y el director de moda entre los amantes del cine de autor. Los festivales se lo rifan y las revistas le dedican portadas. No sólo dirige, también actúa, produce y ha escrito algunos de sus guiones.

La primera vez que actuó, en el telefilme Miséricorde, tenía cinco años, y en 2009, con diecinueve años, escribió, dirigió y protagonizó Yo maté a mi madre, su primer largometraje, exitoso en la Quincena de Realizadores de Cannes, nominado a mejor película extranjera en los Premios César y candidata seleccionada por Canadá para los Óscar de 2010.

Uno de los directores vivos más importantes a nivel mundial, Jean-Luc Godard, a sus 84 años y con más de 40 películas sobre los hombros, compartió el Premio del Jurado con el joven Dolan en el pasado Festival de Cannes.

Y es que algo indefinible cautiva de la cinematografía de Dolan, un “no sé qué” que atrae. Los colores invaden los planos. Las tramas no son complejas, pero son raras, ligeramente retorcidas. Ligeramente, porque la rareza se cubre con la aparente normalidad de lo cotidiano. Su estética retro, que recuerda momentos pasados del cine —y cuya esencia personifica a la perfección un personaje de Los amores imaginarios—, en el presente irrumpe como si se tratara de algo nuevo, algo muy fresco.

Sus temáticas, también frescas como la imagen, son muy contemporáneas y reflexionan sobre la línea problemática, el límite moral. En todas sus películas aparecen motivos que parecen sencillos: lo complicado y sorprendente de las relaciones humanas, el amor como una vivencia difícil y el cuerpo. Pero no es tan sencillo poner algo como el cuerpo en el centro, como temática misma, porque ante todo en las películas aparecen cuerpos, pero en ellos no se enfatiza.

En otras palabras, al espectador no se lo lleva generalmente a pensar en los cuerpos, sino en problemas o acontecimientos que trascienden el cuerpo como presencia material y tema. El cuerpo allí se muestra entonces como un medio para hablar de algo más, y un medio para que las cosas pasen, para que la acción se desenvuelva, para llevar al espectador a un clímax y luego a la resolución de una situación que nos ha distraído del cuerpo mismo.

En cambio, las películas de Dolan, aun teniendo trama, hacen mirar el cuerpo y pensar en él como lugar, como centro emocional, como punto de partida de cualquier otra reflexión o experiencia. En el cuerpo recaen discursos, poder, control, y los personajes son sobre todo cuerpo porque son seres evidentemente sexuales y sensuales. Del cuerpo de sus personajes emergen tanto las disfuncionalidades emocionales como la relación de cada individuo con el mundo, o con la sociedad. Las preguntas por la identidad surgen del cuerpo mismo, un lugar de confluencias y rupturas. Y las relaciones, siempre un poco enfermas, disfuncionales, irracionales, parten de ese centro de operaciones y conflicto que es el cuerpo.

“Impulsado por su sinceridad en la militancia homosexual que ha definido su biografía”, escribe Hugo Chaparro en su reseña publicada en Arcadia, Dolan habla de aquellos que viven su cuerpo y su sexualidad como un señalamiento o una condición. “Esa manera cruel de vivir es la que, considero, representa la sociedad moderna, y procuro hablar sobre esto en mis películas”, dice Dolan.

Los amores imaginarios, la segunda película de Dolan, gira en torno a tres personajes: dos amigos —una mujer y un hombre, interpretado por Dolan— cuya amistad se ve amenazada por la atracción que ejerce sobre ellos un adonis contemporáneo, un ser misterioso y camaleónico. Laurence Anyways, su tercera película, es sobre el amor y el desamor, sobre un hombre que cambia de sexo sin dejar de ser heterosexual, y sobre cómo se complejiza la relación con su prometida. La cuarta, Tom en la granja, es un thriller y una adaptación de la obra de teatro homónima de Michel Marc Bouchard. En ella Dolan interpreta a Tom, un homosexual que pierde a su novio en un accidente de tránsito. En el duelo se encuentra con la madre, una mujer deprimida que ignoraba el pasado y las preferencias sexuales de su hijo.

Mommy, la quinta película de Dolan, es la contracara de su primera película, Yo maté a mi madre. Ambientada en los marcos de una ley ficticia en Canadá —una ley que abre caminos y dificulta una decisión que conduce al dilema moral—, Mommy explora otra salida ante la relación tensa de una madre viuda y su hijo. Ambos buscan lograr el equilibrio, preservar el vínculo, que tambalea por los demonios internos de Steve (Antoine-Oliver Pilon), un adolescente que sufre de bipolaridad y un trastorno afectivo. Mommy es drama cargado de humor negro y momentos de absoluta belleza. Anne Doval repite en el rol de madre con Dolan, después de seis años: un ciclo que continúa con la lucha emocional y personal por salvarse a ambos.

Por Sara Malagón Llano

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