Fidel Cano Isaza, de pie, fue el anfitrión de la fiesta española que celebraba la caída de Rojas. / Archivo particular
Habrían pasado dos o tres meses desde aquella mañana del 10 de mayo de 1957 cuando el país entero escuchó, primero, la introducción sonora que interrumpía la programación de la emisora Nuevo Mundo para ofrecer una información extraordinaria y, en seguida, la voz autorizada y omnipresente de su locutor principal, Carlos Pinzón Moncaleano, confirmando la renuncia del general Gustavo Rojas Pinilla a la Presidencia, su salida del país y la designación de una junta militar al mando.
Por Fidel Cano Correa
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