Antonio Banderas y Pedro Almodóvar, unidos por el dolor y por la gloria

La trayectoria de esta dupla comenzó en los ochenta y ha sido marcada por la humildad, la honestidad artística y la exigencia. Su más reciente colaboración, "Dolor y gloria", ha ganado más de veinte galardones en esta temporada. Es una de las nominadas a mejor película extranjera de los Óscar y por su interpretación, Antonio Banderas obtuvo su primera nominación a un premio de la Academia.

Valerie Cortés Villalba (vcortesv@elespectador.com)
09 de febrero de 2020 - 06:05 p. m.
"He visto la transformación de Antonio Banderas en casi 40 años de trabajar juntos. Para Dolor y gloria le llamé y le dije que iba a utilizar lo opuesto a todo lo que había necesitado de él en las anteriores películas": Pedro Almodóvar.  / Cortesía Sony Pictures Classics.
"He visto la transformación de Antonio Banderas en casi 40 años de trabajar juntos. Para Dolor y gloria le llamé y le dije que iba a utilizar lo opuesto a todo lo que había necesitado de él en las anteriores películas": Pedro Almodóvar. / Cortesía Sony Pictures Classics.

Dolor y gloria es la octava colaboración de Antonio Banderas y Pedro Almodóvar. Por su actuación en esta cinta, Antonio Banderas obtuvo su primera nominación a los Óscar y fue reconocido como el mejor actor en el Festival de Cannes y en los Premios Goya. Esta película ha recibido más de veinte reconocimientos durante esta temporada y se consolida, sin lugar a duda, como la representación artística más honesta y emotiva del trabajo de Almodóvar y Antonio. (Le puede interesar: Se estrena el primer tráiler de "Dolor y gloria" de Pedro Almodóvar)

 

 

Esta dupla española lleva trabajando junta hace 38 años. Antonio tenía 22 cuando actuó por primera vez en Laberinto de pasiones (1982), una de las películas escritas y dirigidas por Almodóvar. A pesar de la poca acogida comercial en aquel entonces, se convirtió poco a poco en una película culto, en la que se reflejaba la revolución sexual de la época, el periodo político y social después de la dictadura de Franco, y la propagación mundial del VIH-SIDA. 

 

 

Después de otras colaboraciones como Matador (1986), La ley del deseo (1987), Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) y La piel que habito (2011), Antonio Banderas y Almodóvar volvieron a encontrarse en Dolor y gloria. Según el actor español lo que más le sorprendió fue la simpleza, austeridad y pureza del guion. Desde que lo leyó, aseguró, supo que sería uno de los retos más grandes en su carrera pues se trataba de una historia íntima, llena de deseo y pasión.

 

 

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De acuerdo con el director y escritor, Dolor y gloria tiene una carga emocional y artística diferente a otros largometrajes con Antonio. “Las primeras cintas que hicimos juntos fueron dinamizadas por el personaje de Antonio, muy jóven, apasionado, energético y lleno de vida. En Dolor y gloria es lo contrario, es estar lo más pasivo posible, el personaje vive en una situación semi depresiva, muy asislado y enfrentándose a toda su vida y su pasado”, aseguró el director español.

Dolor y gloria en breve y sin spoilers trata sobre la historia de Salvador Mallo (interpretado por Banderas), un famoso director español quien reside en Madrid. Lleva más de treinta años en un espiral de complicaciones médicas y artísticas que le han impedido volver a rodar una película o retomar proyectos que ha dejado a medio camino. Con la intervención dramática de personajes como Federico (Leonardo Sbaraglia), Jacinta (Penélope Cruz y Julieta Serrano), Zulema (Cecilia Roth) y Alberto Crespo (Asier Etxeandia), la historia de Salvador va transformándose de manera nostálgica pero extraordinaria. El mosaico de facetas de Salvador va arrasando como un tsunami con todo en su camino, dejando al espectador desarmado, sin defensas y a merced de un final conmovedor e inmejorable. 

Para esta película, Amodóvar tomó elementos de su vida personal como los recuerdos de su infancia, la relación con su madre y su experiencia a finales de la década de los setenta en España. Es más, en el set del apartamento donde vivía el protagonista, habían cuadros de arte y muebles de Almodóvar. A pesar de esto, y en contravía a lo que muchos creen, la historia no es del todo autobiográfica, ni tampoco pretendía serlo. De hecho, es producto de un ejercicio de reflexión. “La inspiración siempre viene de la realidad. Eso proporciona las primeras líneas del guión, la parte exterior que me inspiró soy yo, pero al momento de escribir ficción, se va convirtiendo en otra historia. Mientras escribo, busco la verosimilitud cinematográfica, que no siempre corresponde a la realidad”, asegura el director manchego de 70 años. 

Quien ha visto una película de Almodóvar conoce su visión acerca del mundo, quién es él como ser humano y artista. En el caso de Dolor y gloria, por la intimidad de la historia, esta sensación se intensifica. Sin embargo, hablar de un alterego o de un retrato fiel de la vida del director no sería lo más conveniente pues se estaría desconociendo la maravilla de la ficción que mueve el filme. En cuanto a esto, Almodóvar asegura que “la película nace de mí, me representa en muchos los sentidos pero yo no he vivido lo que vive Salvador. Yo he estado en todos los caminos de él pero no siempre los he seguido en la misma dirección”.

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Por su parte, para Antonio el personaje de Salvador no fue una imitación ni copia de Almodóvar “sino que se trataba de retratar un alma, que quiere expresar sentimientos, intenciones propias”. En cuanto a su experiencia, el actor malagueño considera que interpretar a este personaje fue como una liberación. Sin embargo, también cree que es de las más desafiantes y difíciles de toda su carrera. Esto debido a que Almodóvar no se guía bajo los mismos artificios de Hollywood. “Trabajar con él ha sido muy duro, porque es un terreno incómodo donde no hay trucos. Me di cuenta que tenía que escuchar, abrir los ojos y ser humilde”, aseguró Banderas.

Esta dupla española ha dejado uno de los legados más podersos del cine. En esta ocasión, con Dolor y gloria, confirman que la moralidad es un camino engañoso, conveniente.  Que la ficción por más real que parezca sigue siendo ficción. Aquella que, en ocasiones excepcionales, es espléndida, tangible, inquietante. Aquella que cautiva, por algunas unas horas o por toda la vida. Aquella que trasciende barreras lingüísticas, sexuales y sobre todo, artísticas.

Por Valerie Cortés Villalba (vcortesv@elespectador.com)

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