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“Lavaperros”, la mafia que llevamos por dentro

Un año después de lo pensado, el director Carlos Moreno estrena esta película que, aunque habla sobre la ruina de la mafia que afecta a todos, no es de narcotráfico.

Lilian Contreras Fajardo
03 de marzo de 2021 - 02:00 a. m.
“Lavaperros” sería estrenada en salas de cine en abril pasado, pero la pandemia cambió los planes y desde el 5 de marzo de 2021 estará disponible en Netflix.   / Cortesía
“Lavaperros” sería estrenada en salas de cine en abril pasado, pero la pandemia cambió los planes y desde el 5 de marzo de 2021 estará disponible en Netflix. / Cortesía

“Lavaperro” es un término que coloquialmente se refiere a la persona con el menor rango de importancia que trabaja para un narcotraficante. Pero para Carlos Moreno es una palabra que describe a una persona que tiene a alguien por encima, alguien sobre el que se quiere trepar.

Con ese concepto, el director creó el universo cinematográfico de Lavaperros, una película escrita por Pilar Quintana y Antonio García Ángel, que estará disponible en Netflix desde el 5 de marzo.

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La conversación sobre este filme comenzó hace un año, pues se iba a estrenar en el Festival de Cine de Cartagena, que tuvo que ser suspendido por la pandemia.

Además, como su estreno estaba programado para el 16 de abril de 2020, los realizadores ya habían lanzado Quiero dinero, tema principal de la banda sonora. Sin embargo, la emergencia sanitaria generada por el coronavirus suspendió todos los planes de proyección y exhibición, hasta ahora, que llega al streaming.

Diego Ramírez, de 64A Films, productora de Lavaperros, explica que el acuerdo con Netflix para la distribución de la película en la plataforma no incluía a Colombia, “pero, con el avance de la pandemia y la permanencia de la incertidumbre”, la multinacional les ofreció incluir al país entre los territorios en los que se puede ver el filme.

“Hemos llegado a un acuerdo de terminación del contrato de distribución con Cine Colombia, de una manera absolutamente amigable”, confirma el productor, quien recalca que trabajan en una “estrategia que nos permita estar en salas de cine”.

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Lavaperros es protagonizada por Christian Tappan, John Álex Toro y Anderson Ballesteros. La historia, ambientada en Tuluá, Valle del Cauca, presenta a unos personajes decadentes y perdidos, que viven con el recuerdo de la opulencia que disfrutaron y malgastaron.

Una mansión desvalijada, una piscina vacía o con agua estancada, paredes que tienen poco rastro de pintura y una virgen en mal estado que, tal vez, dejó de cuidar lo que se le encomendó son los elementos que hacen pensar que la película es una más sobre el narcotráfico, pero no.

Aunque, evidentemente, los protagonistas fueron narcotraficantes, por lo menos don Óscar (Tappan) fue un hombre importante e imponente en ese universo criminal, Lavaperros es mucho más que una película sobre narcotráfico. Es más bien un retrato sobre seres humanos que ya no están en la misma situación que antes, a los que la vida se les escapó de las manos y se encuentran en un laberinto.

Moreno plantea, a través de un personaje que lava a los perros del patrón, una metáfora sobre el concepto que, según él, está permeado en toda la sociedad.

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“Es una ironía. Sí tiene que ver con el narcotráfico, pero si se disecciona la película, el narcotráfico no es el tema central, sino la cultura mafiosa impregnada en la sociedad”, dice el realizador, que diferencia mafia de narcotráfico.

La mafia, sostiene, “está en todas las esferas de nuestra sociedad, pero el narcotráfico no necesariamente. Existe la mafia del cine, de los zapateros, de los taxistas, la mafia del gobierno, de la oposición, pero no necesariamente está el narcotráfico presente. Lo que pasa es que el narcotráfico encontró en Colombia un caldo de cultivo muy poderoso porque tenemos una cultura muy mafiosa, es como una costumbre impregnada casi que en las raíces”.

Por eso, Carlos Moreno es un convencido de que hay lavaperros en todos lados, porque “todos somos lavaperros de alguien y todos tenemos un lavaperros. Es una visión despectiva, pero todo el tiempo estamos manejando y manipulando”.

Lavaperros pone a prueba lo que se considera cine narco. Para el cineasta, esa catalogación del cine colombiano es errada y va ligada a un “pensamiento nacionalista” que va de la mano con que “todo lo que muestre que en el país hay un conflicto social es apátrida y, por lo tanto, es lo mismo de siempre”.

Según Moreno, no es verdad que en el país solo se produzcan este tipo de películas y recuerda que “la estadística demuestra que hay mucho más cine de comedia”. Así mismo, no comparte la teoría de que el cine o la televisión nacional son los responsables de “la mala imagen que tienen de Colombia en el exterior”, y argumenta que la mala imagen no es por las películas.

“No creo que nadie haya dejado de ir a South Beach (EE. UU.) luego de ver Caracortada o que alguien se haya hecho una mala imagen de Brasil luego de ver Ciudad de Dios”, dice. En ese sentido, comenta que el cine es entretenimiento y que para crearlo debe tener un universo coherente, por lo que hay que estar consciente de cómo es la sociedad colombiana.

Carlos Moreno, quien ha dirigido películas como Todos tus muertos, Perro come perro y Que viva la música, piensa que el cine “es un álbum de fotos”, por lo que catalogar o demeritar películas sobre la realidad social nacional genera “cierta discriminación, segmenta y destruye la formación de público”.

Eso, dice, perjudica a la industria cinematográfica local porque, a pesar de que en el país se producen documentales, musicales, películas de drama, de terror o cómicas, la gente no reconoce la diversidad del cine colombiano.

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Lavaperros, entonces, propone un “universo chueco” que refleja parte de la sociedad, es un drama que propone la reflexión sobre lo que somos como personas o el miedo a reconocer que somos violentos o corruptos. Finalmente, si una sociedad no se reconoce, no puede aceptar el arte que se produce y, a la larga, no genera identidad.

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Dion Casio(66071)03 de marzo de 2021 - 05:09 p. m.
Lavaperros son los del centrodemoníaco al servicio de Belcebú.
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