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Antes de la pandemia estaba en el proceso de posproducción de su segunda película. ¿Cómo le ha ido en eso?
Pues bien. Digamos que lo he podido realizar de manera remota. Todo lo que tiene que ver con desarrollo y producción han seguido andando, aunque los rodajes están detenidos. Como rodamos la película en 2019, lo que estamos haciendo ahora está más relacionado con el color, la música, el sonido, esos detalles.
¿En qué consiste su segundo proyecto cinematográfico?
Como estamos todavía en un proceso de posproducción, solo puedo contar algunas cosas. Por ejemplo, los actores principales son Paula Castaño (Distrito Salvaje) y Andrés Londoño (Mil colmillos). Con ellos hemos desarrollado gran parte de Tarumama, que es el título con el que hemos trabajado el proyecto, pero no es el final. Esta cinta narra la historia de una pareja de esposos que están pasando por una crisis matrimonial y, con el objetivo de reconectarse y superar sus dificultades, deciden irse a una cabaña de campo alejada de la ciudad con sus dos hijos, pero en ese lugar terminan siendo acosados por una presencia maligna y sobrenatural que los pone en peligro.
¿En qué se inspiró para crear esta historia de terror?
Bueno, fue como una combinación. Al principio tenía una historia sobre una pareja que estaba pasando una crisis matrimonial, pero era más que todo un drama, así que saqué elementos de ahí y los mezclé con fenómenos sobrenaturales para cambiarle un poco el contexto a la película. De referentes tengo la película australiana El Babadook, que es de terror con drama, y Oculus, que es del mismo creador de The Haunting of Hill House. Me gusta el terror que surge del drama humano que se empieza a tornar como una pesadilla.
En Colombia estamos acostumbrados a otros géneros como la comedia, ¿por qué incursionar en el terror?
Pienso que los géneros cinematográficos son una fuente de creatividad y una posibilidad de crear historias sin límites y, digamos, en nuestro país hay muy pocos directores que lo han hecho. En el terror particularmente solo encaja Páramo (Jaime Osorio Márquez) y hay otros casos aislados, pero en efecto, no hay una búsqueda muy grande. Ahora los nuevos directores estamos buscando un poco esa diversidad, así que por eso hay unas apuestas más arriesgadas que exploran todos los géneros y, en la medida en que lo hagamos, pues la gente verá no solo comedia, sino que se nutre mucho más nuestra cinematografía. Creo que hay un campo riquísimo y queremos explorarlo, tenemos mucha opción directa de jugar con todos estos elementos. Me interesan los géneros cinematográficos y me inclino mucho por el terror, el cine negro, el policíaco, un poco los más oscuros, digamos.
¿En qué se diferencian los nuevos directores con los antiguos?
Me atrevería a decir, con todo el respeto, que en los nuevos directores hay más escuela detrás, pues hemos estudiado un poco más profesionalmente el oficio y, además, todos los departamentos a su alrededor se han especializado de manera más profunda desde que empezó la Ley de Cine. Ahora, encasillar o etiquetar a los directores nuevos es difícil, porque tenemos de todo: hay directores que se han enfocado más en un cine social, artístico, de corte de festival, y otros de entretenimiento. Antes de la Ley de Cine, te estoy hablando de los años 80 y 90, pues los directores eran muy pocos y las películas también, pero en estos momentos tenemos una diversidad y una paleta de opciones mayor que hacen que estemos creciendo mucho como industria.
Hay más producciones y películas en cartelera, pero, de alguna manera, el público opta por consumir las historias del extranjero y no las nacionales.
Los directores, escritores y productores intentamos apostarle a algo que creemos que va a funcionar y muchas veces hay buena respuesta y otras no. Al final es difícil saberlo, porque es un público que creció viendo, por muchos años, cine de afuera, así que cambiar sus hábitos es complicado. Con las grandes películas de Hollywood el público sabe, más o menos, a qué se va a enfrentar y eso hace que su elección sea más cómoda en términos de gastarse una boleta y entrar; mientras que con el cine colombiano la apuesta del espectador es mayor porque, muchas veces, no sabe con qué se va a encontrar.
Aparte de su segunda película, ¿qué otros proyectos está realizando?
En televisión tengo varios proyectos que están como esperando para hacerse por esto de la pandemia. También estoy escribiendo una historia de una nueva película, pero todavía estoy en una etapa de desarrollo muy inicial, así que no me atrevo a decir mucho hasta que esté más madura la idea.
¿De qué manera el cine se convierte en un aliado en estos momentos de crisis?
Es lo único que nos puede sacar de esta realidad. Los que hemos gozado de ver películas en estos momentos, hemos salido un poco de esta sensación de estar encerrados y de no poder salir. El arte, la literatura, el cine y la música nos hacen viajar y nos hacen soñar con que todo esto terminará algún día.
Ganó, junto a Luis Alberto Restrepo y Jaime Rayo, el Premios India Catalina como mejor director de serie por “Bolívar: el hombre, el amante, el libertador”. ¿Cuáles fueron los principales retos en esta producción?
El productor Asier Aguilar confió en mi trabajo y me dio esa oportunidad. Yo estaba muy retado por hacerlo bien porque Luis Alberto Restrepo es un gran personaje, con un montón de series encima y además es uno de los directores más importantes en el país, así que no podía defraudarlo. Fue un reto muy grande porque la historia al ser de época exige un tema más de rigurosidad, por ejemplo, con las locaciones debíamos encontrar las que fueran acordes a la época y que no estén intervenidas con los filtros y remodelaciones modernas. También, tratar de entender un poco el pensamiento de la época, cómo hablaban, cómo eran las relaciones humanas, fue todo un reto pero los guiones de Juana Uribe y su equipo que nos ayudaron muchísimo. Hubo mucha imaginación por apostarle a algo nuevo, por eso decidimos hacer un Bolívar más moderno y menos de libro de historia para que las nuevas generaciones pudieran asimilarlo.