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La disputa entre escribir contenidos literarios y realizar libretos para un formato de televisión masiva tiene su propio ring en la propuesta escénica Cállate y escribe. Sobre las tablas, ambas atmósferas muestras sus virtudes, pero también exhiben los puntos que se pueden considerar negativos en cada oficio.
Mientras el creador de universos a través de la ficción en el ámbito literario tiene que dedicarse varios años a la gestación de sus páginas, la persona encargada de impactar al público general a partir de productos más bien de fácil digestión solamente debe tener una idea (algunas veces copiarla también), crearle un espectro benévolo y el resultado se puede traducir en reconocimiento, fama y riqueza.
Esa relación entre las dos maneras de escribir, igualmente válidas y complejas en su gestación, es lo que refleja la obra Cállate y escribe, un texto original de César Augusto Betancur, más conocido como Pucheros, y que el director Víctor Quesada se encargó de aterrizar sobre las tablas.
El hogar de la pareja integrada por Cristina Caballero, interpretada por Andrea Guzmán, y Víctor Hugo Vergara, rol a cargo de Jimmy Vásquez, es fácilmente la radiografía de una nación en la que se escriben pocos libros en relación con otros países de América Latina; y se publican muchos menos ejemplares por una sencilla razón: los que se publican, se venden de manera discreta. A Cristina le sucede lo contrario, sus ideas en libretos y guiones para televisión llegan muy pronto al éxito en cifras.
Este es, precisamente, el conflicto de Víctor Hugo, un escritor que sueña con que una de sus creaciones sea traducida a muchos idiomas y que el público en general conozca los personajes de sus historias literarias. A Cristina, de nuevo, le sucede lo que anhela su esposo y con su más reciente idea, llevada a la pantalla chica bajo el nombre de La dulce amante, el dramatizado con tintes de novelón rompe todos los récords de audiencia en Latinoamérica y resulta triunfadora casi desde su día de estreno.
Por la misma competencia entre los oficios que desempeñan, Cristina Caballero y Víctor Hugo Vergara tienen un pacto irrompible para sostener su matrimonio. La premisa de la pareja es no hablar sobre sus respectivos trabajos. Él puede escribir sobre cualquier contenido literario y ella tiene la licencia para crear la serie más exitosa de la televisión, pero el espectro de la casa debe respetarse.
Víctor Hugo sabe que su mujer es exitosa y muy reconocida en el ámbito de los libretos de telenovelas; y Cristina sospecha que su marido escribe literatura, pero tiene la certeza de que nadie lo conoce y ninguna editorial quiere publicarle sus relatos. Además, hay un elemento que los lleva todo el tiempo a la discusión y es que él siente un tremendo odio por el medio televisivo, el espectro genuino de su pareja.
El acuerdo entre la pareja llega a su punto final cuando a Víctor Hugo las circunstancias lo enfrentan a la peor prueba que ha tenido en la vida y que se resume en su condición salarial. La poca acogida de sus textos y lo marginal que resulta la literatura en algunos países, lo llevan a depender económicamente de Cristina.
A este cuadro le falta la presencia de Jaime (Álvaro Bayona), un personaje que desde la sombra enciende el fuego de la discordia entre la pareja y es un componente esencial para que Cállate y escribe deje de ser una comedia semántica y se convierta en una competencia de género.
Hasta el 4 de marzo en el Teatro Patria, en Bogotá. Información y boletería en www.primerafila.com.co.