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“Un chuzón tras otro, el dolor quizás más adictivo del mundo se apodera de ti cuando te estás tatuando, es delicioso”, dice María Fernanda Vargas, una mujer alta de tez blanca, con cabello completamente negro que le llega casi hasta el coxis. Tiene más de 20 tatuajes en todas las partes de su cuerpo y dice que le ha resultado mucho más placentero que fumarse un “porro”.
El mundo del tatuaje no nació porque sí, y aunque el típico tabú de los padres catalogue estas marcas hechas con tinta como algo antiestético, burdo y de “marihuanos”, la verdad es que tiene toda una historia detrás. Es una costumbre milenaria que no tiene un origen exacto, pero que se sabe que tiene más de cinco mil años desde sus inicios.
Actualmente, sobre todo en Colombia, se sigue satanizando el tatuaje como si de un pecado mortal se tratara, cuando en realidad es toda una industria, que además es generadora de empleo y, en muchos casos, la puerta de la salvación para muchas personas que no se hallaban en su vida, a pesar de tenerlo todo, hasta que decidieron tatuar por primera vez.
Este es el caso de Farid Hadechini, un diseñador de interiores que terminó sumergiéndose en el excitante ejercicio de tatuar por una situación personal, que cambió su vida por completo. “Soy de Barranquilla, pero me vine a Bogotá hace once años, estaba trabajando como director creativo en una empresa de interiorismo y diseño de espacios, que también es una pasión mía, pero lo chévere de ser diseñador es que puedes aplicar tu conocimiento a muchas superficies, así que aprendí a hacer varias cosas, hasta que la vida comenzó a exigirme a gritos un proyecto personal”, cuenta.
Él, con varios tatuajes en sus brazos, su acento barranquillero y su estilo auténtico, es el dueño de Mar Negro, su recinto sagrado, el lugar en el que plasma su arte en otras pieles. “En ese momento no sabía que mi proyecto iba a ser volverme tatuador y me tomó más o menos un año definirme, porque dejar la tranquilidad de un trabajo estable da mucho miedo. Empecé a pintar, a reconectarme con la ilustración, me fui a España y cuando regresé un amigo me dijo: “Tú podrías ser un tatuador”, y yo jamás me lo había planteado, siempre me han gustado mucho los tatuajes pero como cliente. La idea me quedó sonando y comencé a explorar, desde el primer momento comencé a sentir que esto era lo mío, hice clic, dice Farid, a quien esta industria le brindó la oportunidad de reencontrarse a sí mismo.
La técnica
Hay diferentes estilos de tatuaje, está el Blackwork, geométrico, puntillismo, realismo, acuarela y mil más. Cualquiera de estos, si queda muy expuesto, puede dejar a quien se lo hace sin trabajo, por aquello del tabú. Cuando las empresas piensan que un tatuaje te hace menos inteligente es cuando comienza la discriminación.
Pero bien, volviendo al tema, hay puntos fundamentales a considerar en cuanto a la técnica. Cada tatuador es distinto y domina más unas técnicas que otras, por eso el cliente siempre debe tener clara la técnica del diseño que quiere plasmar en su piel por el resto de la vida por dos razones importantes. La primera, que si el tatuador accede a trabajar en un diseño cuya técnica no domina, claramente el resultado podría llegar a ser fatal, y la segunda, porque si el resultado no es satisfactorio, ya no hay vuelta atrás.
“A mí me gusta ser específico en cuanto a mi técnica, y me ha parecido que la gente ha respondido positivamente a eso y sabe cuál es el tipo de trabajo que yo hago. Me parece fundamental enfocarme en hacer algo que me gusta, porque eso se nota mucho en el resultado final; no me gusta hacer cosas con las que no me conecto”, argumenta Farid, quien prefiere los diseños geométricos por su profesión, que le ha facilitado desenvolverse haciendo tatuajes medianos y pequeños con bastante detalle.
Pero no todos los tatuadores lo ven como Farid, y un claro ejemplo de eso es Camilo Garzón, quien en su local recibe todo tipo de diseños sin importar su dificultad. “Aquí mis colegas y yo estamos en toda la capacidad de hacer lo que sea, nos encanta esto y no sentimos ningún tipo de favoritismo por alguna técnica en específico. Nos atrevemos a todo”, comenta mientras conecta la pistola con la que en pocos minutos tatuará a una muchacha, que está muerta del susto.
El dolor
“El dolor que producen los tatuajes es una mezcla de situaciones. Por un lado estás sufriendo, pero por obtener algo que tú quieres, entonces sabes que hay una recompensa al final de este dolor. Por otro lado, el cuerpo crea reacciones químicas que producen adrenalina y dopamina, dos sensaciones muy adictivas”, dice María Fernanda, siendo una experta en aguantar dolor por haberse tatuado en varias partes ultrasensibles del cuerpo, como lo son las costillas y las uniones entre el brazo y el antebrazo. “Hay lugares donde duele mil veces más, por la cercanía de la piel a los huesos; las costillas, por ejemplo, son una parte del cuerpo supremamente sensible en la mayoría de las personas, pero si vas a un buen sitio valdrá la pena.
La respiración en el proceso de tatuarse es indispensable, pues hay casos en los que las personas, por hacer que les duela menos, comienzan a aguantar el aire, se marean e incluso llegan a perder el conocimiento. Una respiración pausada, de inhalar y exhalar profundamente, es lo que la mayoría de tatuadores recomiendan a la hora de comenzar las sesiones, sobre todo si son de más de seis horas.
Los “epic fail” o tatuajes fallidos
A diario hay cientos de casos en los que los tatuajes salen muy mal o, en una decisión poco meditada, el cliente va a tatuarse la fecha en la que se cuadró con la novia. Gran error. Un tatuaje es de por vida, una persona no, suena a frase de cajón, pero en la mayoría de los casos es una muy mala idea: nombres, fechas o símbolos de “amor eterno” entre parejas son de las peores opciones para tatuarse, y siempre llega el día en el que la persona no soporta ver eso en su piel, así que decide arreglarlo poniéndole otra cosa encima. A lo chambón.
Un mal lugar y un mal tatuador también son razones comunes entre los epic fail. No coman cuento, que no cualquiera que dice ser tatuador realmente lo es. Un claro ejemplo es el caso de la influencer Kath Ávila, quien con ínfulas de tatuadora profesional terminó haciendo el peor tatuaje del año y generando una polémica que trascendió tanto en las redes, hasta el punto en el que sus seguidores comenzaron a tatuarse su fatal diseño por solidaridad.
El significado
“¿Qué significa tu tatuaje?”. “¿Por qué te tatuaste eso?”, son las preguntas más incómodas, fastidiosas y frecuentes que las personas tienen que responder a cada rato. No, no es obligación que el tatuaje tenga un significado digno de una experiencia fatal, trascendental e idílica de nada. Claro, hay personas que sí se tatúan por esas razones y está perfecto, pero también hay gente que se tatúa un diseño porque le gusta y punto.
Importante o no, el significado de un tatuaje no está directamente relacionado con las experiencias de cada persona. “Me tatué quizás uno de los diseños más cliché del mundo, un ancla, y lo hice porque me gusta mucho el diseño, no necesariamente porque signifique algo en mi vida, solo me gusta, y se ve hermosa en mi piel”, dice Catalina Martínez, de 21 años.
El tabú
Es curioso que un arte como el tatuaje esté tan satanizado, cuando es una tradición cultural, y eso de “si te tatúas va a ser más difícil que consigas trabajo” o “el cuerpo es un templo sagrado y pertenece a Jesús” ya debería estar mandado a recoger. Hay diseños que pueden ser muy invasivos, como los tatuajes en el cuello, la cara, las manos, e incluso la cabeza, pero tener un tatuaje no incapacita a una persona para desempeñarse laboralmente como cualquier otra persona; además, negarle un puesto de trabajo a una persona con tatuajes es atentar directamente contra su derecho al libre desarrollo de la personalidad.
Los peligros
Según un artículo del diario La República, el negocio de los tatuajes mueve anualmente un aproximado de US$190 millones en Estados Unidos y Latinoamérica. La capital del país cuenta con más de 300 tatuadores conocidos y con otros cientos que nadie conoce; ahí comienza el verdadero peligro. Cuando una persona va a tatuarse en un lugar que no cumple con los requisitos de higiene requeridos, puede contagiarse de VIH, hepatitis B o C, herpes o sífilis, entre muchas otras enfermedades graves e incluso mortales. Por eso es tan importante conocer el sitio y asegurarse de alguna manera de que es completamente higiénico con sus instrumentos.