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El mago Lorgia falleció el pasado viernes a las 13:16 de la tarde. Su deceso causó conmoción en los medios artísticos de Colombia, Iberoamérica y el mundo entero. Su estilo de magia e ilusionismo trascendió las fronteras y desde todos los confines del mundo mágico empezaron a llegar miles de mensajes de amor y despedida.
Pareciera que el show de Lorgia terminó, pero no es así por múltiples razones, entre ellas la de ser un gran productor, creador e innovador en este arte debido a ser el heredero de los milenarios secretos de la magia, como reza en uno de sus famosos carteles de publicidad. Es así como Gustavo Lorgia fue, hasta el último minuto de su existencia, el productor, realizador, libretista y protagonista de los momentos finales de su vida; roles que asumió ante la situación indigna en que lo postró la enfermedad que sufrió.
Siendo niños, la más fantástica ilusión era tener poderes sobrenaturales como tenían muchos de los Magos que veíamos en la televisión, en las fiestas infantiles o en los teatros de variedades. Más que descubrir los secretos, queríamos ser nosotros mismos quienes efectuábamos fantásticos juegos de prestidigitación que contrariaban los principios de las leyes físicas. A medida que íbamos creciendo. queríamos racionalizar esa fantasía, nos sentíamos más grandes y con derecho a no creer en los milagros que se sucedían desde el sombrero del mago. Ya de adultos solo buscábamos explicaciones lógicas a lo que, en verdad, ante nuestros ojos, era mucho más que imposible. Sin embargo, al volver a enfrentarnos a un espectáculo de magia e ilusionismo volvemos a ser niños, lo cual nos hace felices porque comprendemos que no hemos perdido la capacidad de asombro; entonces, nuestro cerebro se relaja, el corazón galopa de dicha, el alma vuelve a reconciliarse, el rostro muestra el rictus de la risa y las manos liberan al alado mensajero del corazón del ser humano: el aplauso, el cual es el máximo alimento del artista.
Esas, y muchas más, son las emociones que se experimentaban al presenciar el espectáculo del mago Lorgia y por eso mismo muchos quisimos ser como él a través de sus Cajas Mágicas; grandes magos del mundo se iniciaron con ellas y hoy triunfan en grandes escenarios.
Gustavo Adolfo Lorgia Vanegas, nació en Bogotá, bajo los designios de Tauro, el 18 de mayo de 1951; su padre, del mismo nombre, era natural de Bucaramanga. Su abuelo, también mago había migrado de Italia. Además de su madre, Leonor - quien era una verdadera maga en lo relacionado con el hogar y la formación de los hijos - la familia la componían su hermano Danilo y sus hermanas Consuelo y Doris. Todos magos y magas. La hermana mayor era Myriam, no maga, pero siempre apoyó en todo a sus hermanos siendo casi una segunda mamá. Sus hijos son María Paula y Gustavo, no son magos, pero están dedicados al arte a través de la cinematografía. El resto de la familia Lorgia, primos, sobrinos, tíos, etc. giraban alrededor del cariño y de las ilusiones del mago.
Ante su desaparición, porque los magos no mueren, sino que desaparecen, traigo apartes de una entrevista que le realicé en mayo de 2022.
Jairo Ortega (JO): Maestro Lorgia ¿cuándo y por qué decidió ser Mago?
Gustavo Lorgia (GL): Definitivamente, esto lo marcó el hecho de que mi padre era mago. Yo era quien le cargaba la maleta cuando él tenía eventos, en especial, fiestas infantiles. Como dice el dicho, de tal palo, tal astilla. Para mí, como niño, era un orgullo la profesión de mi papá porque ni mis compañeros de colegio ni de barrio se podían dar el lujo de tener padres magos.
JO: ¿Identifica algunas influencias que lo llevaron a tomar esa decisión? ¿Cuáles, en qué forma?
GL: La mayor influencia fue el gusto y la pasión extraordinaria que mi padre le profesaba a este arte y todo el profesionalismo con que lo ejercía. Todo con él era magia, cada nada me hacía aparecer monedas de las orejas, al igual que a mis hermanos. La magia de mi padre nos dio todo: hogar, estudio, amor… Sus mejores amigos eran también magos, Charlesar, Aladín, Pilochán, Marvel, Fasty, entre otros; lo acompañaba a sus tertulias, las cuales eran un verdadero asombro por la camaradería y las enseñanzas mágicas de las cuales aprovechaba lo mejor, desde el principio ético de no revelar los secretos, hasta la forma de comportarse en escena, pasando por tener siempre una vestimenta impecable y el trato cortés y respetuoso con el público. Eso era lo primero, después venían las enseñanzas de los efectos y sus técnicas. Ahí se cumplía el adagio de que no hay juegos de magia buenos ni malos sino bien o mal presentados y ejecutados. En ese entonces, mi padre era el presidente de la Sociedad Colombiana de Magos; a mí me nombraron bibliotecario de esta, eso me dio pie a revisar todas las revistas nacionales e internacionales que, por correo y, en especial, por vía marítima, llegaban a la Sociedad, de esa forma aprendí mucho.
JO: ¿Qué hacía como mago en Colombia y que lo llevó a viajar a España?
GL: Poco a poco, mientras terminaba mis estudios de bachillerato, cubría las presentaciones que, por tiempo o distancia, mi padre no alcanzaba a realizar. Tenía en mente estudiar Medicina, pero habiendo ya terminado los estudios secundarios, en 1971, mi padre decide que sea yo quien asista al Congreso Mundial de Magia de Zaragoza al cual a él lo habían invitado de manera especial. Viajé y, sin saberlo, eso cambió el destino de mi vida. Viví una Europa muy mágica durante diez años.
JO: ¿Qué imagen tenía de la magia en Colombia en ese momento y cuál de la magia en España?
GL: En Colombia, la magia se reducía a las presentaciones en fiestas infantiles (cumpleaños, primeras comuniones). No era nada común que los magos colombianos presentaran espectáculos en grandes teatros, lo que sí hacían ilusionistas extranjeros como Richardini, Chang y otros. Ir a verlos era parte de la formación cultural mágica que todo interesado en este arte debía tener. También, de vez en cuando, en las carpas de los circos, como el Egred hermanos o el Atayde, se presentaban shows de magia. En España encuentro el Círculo Mágico de Madrid y la Sociedad de Ilusionistas Españoles (SIE), y me doy cuenta de que ellos tenían gran formación en prestidigitación, magia de cerca y cartomagia, por el contrario, en Colombia éramos más fuertes en magia de salón.
JO: ¿Cómo fue su desarrollo mágico en España? ¿Dónde ocurrió y que recuerda en especial?
GL: Lo que más recuerdo, y con mucho afecto, es al padre Wenceslao Ciuró, un sacerdote catalán que me acogió en Madrid. Él era uno de los más grandes maestros de la magia en el mundo; sus obras son de obligatorio estudio para quienes deseen ser magos de verdad. Su libro de Ventriloquia es un clásico. Por Ling Kai Fu, nombre artístico del padre Ciuró, sólo guardo agradecimientos. Dicho nombre significa “persona que lleva a Dios en el corazón”. En España tuve la fortuna de compartir con grandes como Arturo de Ascanio y Juan Tamariz, con quien hoy en día somos excelentes amigos. Los magos ibéricos tenían fabulosas rutinas de Cartomagia y magia de cerca, lo mío era la magia de escenario. Entonces, eso marcó una diferencia que me dio un valor agregado, a pesar de mi cara de chibcha (risas). También esa pinta me diferenciaba. Una bonita experiencia fue haber conocido a Pepe Carrroll, quien en ese momento era un joven muy tímido, pero brillante; tuve la fortuna de poder impulsarlo hasta que él con sus propias alas voló hasta el infinito.
JO: ¿Cómo aprendió magia? ¿Cómo aprendió a hacer magia?
GL: Viendo, ayudando, ensayando y haciendo. Lo primero fue la observación, veía con mucho detalle lo que hacía mi padre, luego fui su ayudante y después de mucho ensayar, casi hasta la perfección, él me animó a hacerlo solo. Ha sido así con todos los grandes maestros que he conocido y con los que he compartido, los miro, los observo, los analizo, con el máximo respeto y aprendo lo mejor de ellos para aplicarlo en mi espectáculo. Ojo, aquí digo: aplicarlo, no copiarlo, no plagiarlo. La ética, en todos sus aspectos y alcances, debe imperar dentro de los artistas de la magia. Quiero recalcar que el ensayo es, quizás, lo más importante, no improvisar, tener un guion, una partitura; en resumen, ser profesional. Es todo lo contrario a lo que se estila ahora: el “mago” ve el último vídeo de la red y ya quiere salir a replicarlo por todos los rincones; ahí no hay arte, no hay magia.
JO: ¿Cuáles han sido sus espectáculos más exitosos?
GL: He tenido la fortuna de actuar en grandes escenarios del mundo y para grandes personalidades, eso ha sido una gran satisfacción personal y profesional. En Europa me presenté en los grandes cabarés del momento al igual que en el medio oriente y en Asia. En verdad, fue una época de oro tanto para el mago Lorgia como para la magia en general. Precisamente, estando en una de esas actuaciones, en Madrid, un ejecutivo de Caracol Televisión me invitó a regresar al país para producir un programa de magia para los televidentes. Ya había actuado en la Televisión Española en programas como Sábado Sensacional, Martes 13 y el Show de Torre Bruno, entre otros. Al llegar a Colombia, en 1981, hice una presentación en la Media Torta, con aforo completo, la cual recuerdo con mucho cariño; ya en Caracol desarrollamos Mágico Mágico, con la conducción de Magda Egas, el cual fue un hit. Después vinieron participaciones en Carnaval Mágico, Animalandia, Sábados Felices y el Festival Internacional del Humor; en este último he sido invitado a todas sus emisiones y agradezco que me hayan condecorado por mis participaciones. Organicé y produje los dos eventos que FLASOMA (Federación Latinoamericana de Sociedades Mágicas) ha llevado a cabo en nuestro país, siendo de las más exitosas e inolvidables; en la primera, el escenario estaba sobre la piscina del Hotel Hilton y en la segunda, realizamos una gala única en el mundo, a 185 metros de profundidad, en la catedral construida en las minas de sal de Zipaquirá, icónica en su género a nivel mundial; un verdadero récord Guinness. Fui uno de los productores, en el 2000, del espectáculo de David Copperfield en la ciudad de Bogotá, nuestra capital. Soy el padre de una creatura llamada INTERMAGIC, con la que he traído a nuestra tierra a los mejores magos y magas del mundo, lo cual, después de esta pandemia volveré a hacer. La vida me dio la fortuna de actuar en Alemania, Argentina, Chile, Chipre, Brasil, Ecuador, Egipto, España, Francia, Holanda, Inglaterra, Irán, Italia, Japón, Líbano, México, Nigeria, Panamá, Perú, Portugal, Puerto Rico, Rusia, Suiza, Turquía, USA, Venezuela y todos los países de América Latina.
JO: ¿Es la Magia un arte?
GL: Claro que sí. La Magia es la reina de las artes. Para responder, de manera adecuada, a esta pregunta, acudo a lo que manifiesta mi gran amigo y colega Juan Tamariz, en su reciente libro El Arco Iris Mágico: “La magia es un arte, al cual considero ubicado dentro del surrealismo. Como una obra de René Magritte, Dalí o Luis Buñuel. Arte expresivo, potente y hermoso. Puedo intentar una mínima aproximación a definirla, pero siempre será inexorablemente fallida. La Magia es una de las Artes Escénicas que representa, por medio de ritos y conjuros, los Mitos (los deseos y sueños arquetípicos del hombre) a un nivel simbólico, que los hace “realidad”, que hace posible lo imposible (lo imposible para los hombres). Imita pues a los Dioses (o super – hombres). Utiliza la vía artística con una técnica muy compleja (digital, corporal, de miradas, de palabras, etc.), encubriendo estas técnicas, ilusionando a los sentidos y a la mente (psicología de la percepción, la atención y la memoria). Se basa en estructuras de tipo dramático (presentación, nudo – conflicto, desenlace) pero sin ese desenlace, o con un desenlace solución del tipo: el mago tiene poderes (o conjura esos poderes) sobrenaturales. Se dirige al niño interior de la edad pre – lógica en cuanto al efecto fascinante, al joven en cuanto a la aventura del encuentro con la emoción de misterio y al adulto lógico en cuanto al efecto imposible vivido posible. Es una experiencia surrealista y poética”.
JO: Durante 55 años ha llevado magia e ilusiones a varios rincones del mundo ¿Considera que en pleno siglo XXI, ad-portas de la cuarta revolución tecnológica e industrial, la Magia tiene cabida?
GL: La magia surge desde que el primer ser humano apareció sobre la faz de la tierra y lo ha acompañado a través de los diferentes milenios. Lo seguirá acompañando porque es parte vital de su existencia y los magos tenemos la obligación poética de no dejarla morir. Entonces, debemos ir con los avances de la ciencia y la tecnología porque su fin primordial es entretener y dar alegría al ser humano. Es por es que siempre estará vigente en la humanidad. Mire cómo en la pandemia tuvimos que reinventarnos y montar nuestros espectáculos de manera virtual, eso permitió que personas de todo el mundo pudieran disfrutar de este maravilloso arte. En lo personal, además de los shows como tal, he evolucionado a un concepto de Conferencias – Show donde, con colegas y especialistas en diferentes áreas del arte y el conocimiento, ofrecemos magia e información en charlas como “La Magia de La Felicidad”, “Magia y Ciencia”, “La Magia, Herramienta Pedagógica en las Manos del Maestro”, “Cómo Hacer Felices a los Pacientes”, “Como Hacer Felices a las Personas”, “La Caja Mágica”. Al momento, estamos trabajando en la construcción de un Diplomado en Neuromagia y en un espectáculo sobre la pandemia y cómo la superamos evolucionando como lo hace la oruga hasta ser mariposa; será una ópera mágica. En resumen, los artistas de la Magia, y los artistas en general, debemos evolucionar con los tiempos, pero sin perder la ética, la pasión, el profesionalismo y el amor por nuestro arte, para que el mundo no pierda su capacidad de asombro.
JO: Como maestro de la Magia y el Ilusionismo ¿qué mensaje les envía a las nuevas generaciones que están incursionando en este arte?
GL: Es importante que entiendan que el Mago debe ser un artista integral, para lo cual deben formarse, estudiar, leer, conocer, viajar, aprender idiomas, asistir a cine y a obras de teatro y de espectáculos en general; ser empático, ser buena persona. Todo eso si desea ser un excelente artista de la Magia, y vivir de ella como profesión. Por favor, deben empezar por lo básico; un ejemplo lo he recibido de quienes son hoy grandes Magos y me han comentado que sus pininos los hicieron con alguna de mis Cajas de Magia, estudiando los efectos, ensayándolos y basándose en sus contenidos para superarse. Debemos ser conscientes de que la tesis dramática que les estamos ofreciendo, a quienes asisten a nuestros espectáculos es que se diviertan, que sean felices; es nuestro deber, a través del asombro, arrancarles el rictus de la sonrisa.
Quienes tuvimos la fortuna de actuar con él conocimos el secreto de su éxito: la perfección. El Mago Lorgia, para su espectáculo, no dejaba nada al azar, desde el diseño de la boletería hasta las luces, la música y toda la producción en general. Sus ensayos eran plenos de dedicación y exigencia; nada podía fallar. Era un apasionado por el Arte de La Magia y, con esa misma pasión, pero con la serenidad del deber cumplido, la certeza del amor a sus hijos, y la bondad que irradió siempre a sus amigos, también diseñó cómo debería partir al final de su vida.
Gustavo Lorgia creó la cultura de la magia entre los colombianos. Todos, propios y extraños, reconocen que la magia en Colombia se divide en dos: Antes de Gustavo Lorgia y después de Gustavo Lorgia. Hasta luego amigo ¡Que la Magia sea sin fin!