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"Escogí no cargar un costal de odios"

Por primera vez desde hace 17 años, cuando perdió a su primer hermano, y desde hace 14, cuando las Farc asesinaron a su madre y a su segundo hermano, Constanza Turbay Cote habla con un medio de comunicación y accede a contar cómo vivió sus tragedias.

Cecilia Orozco Tascón
24 de agosto de 2014 - 02:00 a. m.

Usted contó que el negociador de las Farc en La Habana, ‘Iván Márquez’, le pidió perdón por el crimen múltiple contra su familia y acompañantes, en hechos ocurridos en Caquetá en el año 2000. ¿Cómo fue ese momento y qué le dijo ‘Márquez’?

El día siguiente a nuestra llegada, y luego de las intervenciones de las primeras seis víctimas, entre ellas yo, hubo un receso. Estando en ese momento y mientras yo conversaba con otra persona, Iván Márquez se me acercó y comenzó a hablarme de mi hermano Rodrigo (secuestrado por las Farc en 1995 y muerto durante el secuestro, en 1997). Me dijo que él había sido un gran hombre. Inmediatamente, le repliqué: “Entonces, ¿por qué lo mataron?”. Él me contestó que había sido un gran error de las Farc y me pidió perdón.

¿Qué le dijo exactamente?

En mi intervención yo me había referido a cuánto dolor y tragedias nos hubiéramos evitado si hubiésemos tenido la oportunidad de dialogar antes y de aclarar rumores que se hicieron circular interesadamente en la región, con la certeza de que, a la luz de la razón y la verdad, todos hubiéramos sabido la realidad de lo que estaba pasando. Durante el receso, Márquez me dijo que había escuchado con mucha atención mi intervención y que había seguido, una a una, mis palabras. Y aceptó que, en efecto, si hubiéramos hablado antes, lo que pasó con mi familia jamás hubiera ocurrido. Me repitió dos veces: “Fue una equivocación muy grande de las Farc. Le pido perdón”.

Usted también aseguró que creía que ‘Márquez’ estaba hablando con sinceridad. ¿Qué la condujo a tener esa certeza?

Varios hechos: el gesto de acercarse espontáneamente mientras él hablaba con unas personas, y yo dialogaba, aparte, con un funcionario; su decisión de entablar conversación conmigo delante de ese funcionario; sus frases, usando varias veces los términos “equivocación” y “perdón”. Y un encuentro posterior, después del almuerzo y en el mismo recinto, en el cual me repitió esas expresiones.

¿Por qué cree que un hombre tan duro y curtido en la guerra y en la muerte se podría conmover con su relato?

No lo sé. Creo que las Farc ya se habían dado cuenta de las perversas mentiras que, como le dije, circularon en Caquetá sobre mi familia y que le hicieron llegar a la guerrilla con propósitos criminales. Yo recordé todo lo sucedido, en mi intervención. Además, Márquez había conocido a mi hermano Rodrigo cuando coincidieron en la Cámara de Representantes en un período en que habían sido elegidos cada uno por partidos diferentes, y antes de que Márquez se convirtiera en guerrillero. Cuando las Farc secuestraron a Rodrigo, hacía mucho tiempo que habían perdido contacto. Sin embargo, por lo que me dijo Iván Márquez sobre mi hermano, pienso que nunca olvidó quién era. Pese a esto, mi hermano perdió la vida durante ese secuestro.

Algunos periodistas criticaron ese acto de contrición porque se hizo privadamente, no en la mesa de negociación y delante de todos. ¿Cree que la “informalidad” del gesto de ‘Márquez’ les resta importancia a esas palabras?

Todo lo contrario. Si él hubiera querido hacer un espectáculo publicitario, llama cámaras y periodistas. En cambio, lo noté desprovisto de premeditación. Le confieso que a mí me sirvió para sanar parte de mi dolor y pienso que a él le debió servir para intentar sanar parte de sus culpas. Eso no significa que no sea indispensable, en un proceso de paz completo, que las Farc también pidan perdón públicamente, no solo por el tamaño y el daño de la equivocación, sino por el rol que había desempeñado mi extinguida familia en Caquetá.

Con toda sinceridad, ¿cuáles sentimientos llevaba cuando llegó a La Habana, antes de encontrarse con los victimarios de su familia?

Tenía expectativas impredecibles. No sabía qué iba a pasar, como tampoco cómo me iba a sentir frente a mis victimarios exponiéndoles, cara a cara, el inmenso dolor que llevo en mi corazón por la tragedia de mi vida: el genocidio de mis seres más amados. Cuando uno debe ir a un hospital, va con el ánimo de obtener la cura. Visto desde esa perspectiva, hoy en día no dudo en calificar esta experiencia como una de las más trascendentales que he tenido.

No deseo meter el dedo en la llaga, pero quisiera hacerle la siguiente reflexión: no debió ser fácil encontrarse con quienes asesinaron a su familia, por más preparación emocional que usted tuviera. ¿Cómo dominó su tragedia cuando estuvo frente a las Farc?

Tuve la fortuna de haber nacido en una familia en la que nunca hubo un lenguaje de odio. Además, hay un hecho trascendente en mi vida: después del secuestro y posterior asesinato de mi hermano Rodrigo, mi mamá nos reunió y nos invitó, a mi hermano Diego y a mí, a que no guardáramos en nuestros corazones odios ni retaliaciones. Dijo que ese era el mejor homenaje que podíamos hacer a la memoria de Rodrigo. Cuando los asesinaron a ellos dos, tres años después y aún viéndolos en sus ataúdes, les prometí a que iba a cumplir lo que mi madre nos había pedido. Y me prometí a mí misma ser un instrumento de paz.

¿Por qué? Con tres muertes trágicas como las de su familia, uno puede ser dominado por la ira, además del dolor…

Fuera de todo lo que se me venía encima, lo único que podía escoger en ese momento, era no cargar con un costal de odios. Por eso desde un principio tomé la clara determinación de no dejarme llevar por los sentimientos negativos. Si no hubiera actuado así, mi vida hubiera terminado siendo un infierno.

Usted acaba de referirse al “asesinato” de su hermano Rodrigo. Yo creía que él había muerto mientras estaba secuestrado, pero por ahogamiento debido a que la lancha en que lo trasladaban sus secuestradores se habría volcado accidentalmente….

Las características de su cadáver no eran las de un ahogado, como tampoco coincidían ni la fecha ni el sitio del naufragio de la embarcación, con la fecha y el sitio en donde estaba mi hermano, según informaciones de inteligencia que me relataron. Y no quiero ahondar en el tema.

El acto criminal en que acribillaron a su hermano Diego y a su madre Inés Cote de Turbay, junto con otras personas que iban en una caravana por una carretera de Caquetá, es uno de los más atroces que cometió la guerrilla. ¿Fue por esta razón que usted fue seleccionada para ir a La Habana? ¿Cómo se realizó ese proceso de selección?

No sé cómo ni cuándo fui seleccionada. Recibí una llamada para avisarme que había sido escogida para viajar a La Habana. Me preguntaron si estaba dispuesta, tenía tiempo y quería ir. De inmediato dije que sí. Pienso que en mi selección tuvieron que ver los múltiples golpes que sufrí: el secuestro y posterior muerte de mi hermano Rodrigo, el genocidio del resto de mi familia, el despojo de bienes del que fui víctima personalmente. Y, además, el hecho de que en el momento de su muerte, mi hermano Diego era el presidente de la Comisión de Paz de la Cámara de Representantes.

¿Por qué vive en el exilio?

Infortunadamente he tenido que abandonar mi país y mis raíces para preservar mi vida, porque yo también he sido perseguida y asediada en varias oportunidades.

¿Quiénes la persiguen? ¿Las Farc?

Paradójicamente no se trata de las Farc. He tenido información creíble de que desde otros sectores me estarían buscando para asesinarme. Según las versiones que me llegaron, a unos delincuentes les habrían dado $400 millones para matarme.

¿Por qué alguien querría asesinarla?

Tal vez por los mismos motivos por los que persiguieron y asesinaron a diferentes testigos que tuvieron el coraje de contar lo que se tejió alrededor de la desaparición de mi familia.

A propósito de lo que afirma, ¿es cierto que desde que asesinaron a sus hermanos y madre junto con sus cinco acompañantes, han matado a otras 38 personas que podían tener alguna información sobre estos hechos criminales?

A diciembre 4 de 2007, cuando el entonces congresista Gustavo Petro hizo un debate en el Senado sobre la que denominó “la farcpolítica”, él denunció el asesinato de 57 personas que tuvieron el infortunio de haber visto o sabido algo de la masacre de mi familia. Al día de hoy, ha aumentado el número de víctimas. Se podría decir que a todo aquel que aunque sea circunstancialmente haya sabido algo sobre este caso, le ha caído la desgracia.

Está probado que el crimen de su familia fue cometido materialmente por las Farc, pero habría un presunto autor intelectual que tiene pendientes, aunque sin condena, varios procesos en la Corte Suprema. Se trata del excongresista Luis Fernando Almario. ¿Qué opina del tiempo transcurrido sin que se sepa quién o quiénes instigaron esos crímenes?

Hace 17 años ocurrió el deceso de mi hermano Rodrigo. Hace 14 años sucedió la masacre de mi madre Inés Cote de Turbay, mi hermano Diego y sus cinco acompañantes. Y hasta el momento no hay conclusiones penales. Juzgue usted lo que puedo sentir.

Permítame, entonces, preguntarle si en la masacre de su familia intervinieron, además de las Farc, otras fuerzas políticas o armadas.

En mi intervención les solicité a las Farc que develaran la estructura política que estuvo detrás del genocidio de mi estirpe. Espero que lo hagan en desarrollo de la negociación. De lo contrario me sentiría engañada, porque no puede haber un proceso de paz sin verdad. La verdad completa y el propósito de no repetición son los que dan solidez y legitimidad al proceso, como también los que abren las puertas al perdón y la reconciliación.

Al excongresista Almario se le investiga si tuvo conexión con estos crímenes y también fue detenido por otros delitos presuntamente cometidos por él con paramilitares en su departamento. ¿Cree que tras la masacre contra su familia lo que había era una disputa por el poder político y presupuestal del Caquetá?

Por mucho menos de lo que usted me pregunta, me tocó irme del país. No puedo responderle eso.

¿Ha pensado en regresar al país o cree que ya no es posible para usted tener residencia en Colombia?

No he renunciado a tener patria y siempre sueño con regresar a ella. Para mí habrá paz el día en que pueda vivir en Colombia, disfrutar de mi tierra y, además, de los sueños que construyeron mis abuelos.

¿Participaría en la etapa denominada del posconflicto?

Claro que sí, siempre y cuando se cumplan los postulados establecidos. A mí, particularmente, me interesan una verdad completa, desde todos los lados, y la reparación. Ojalá ninguna otra persona en Colombia tenga que cargar con el lastre de dolor que me acompañará por el resto de mi vida.

Pero usted habla todo el tiempo de perdón. ¿No incluye la eliminación del dolor?

El único camino que conozco para liberar la amargura es el perdón. Pero siempre me acompañara la añoranza de mis seres queridos.

Con todo respeto por su vida privada, ¿a qué se deben las siete cirugías por las que ha tenido que pasar? Alguien me dijo que usted también fue atacada.

Como le dije, ataques directos no he sufrido. No es cierto. Tuve un tumor, pero también logré superar esa dificultad.

Como predica el dicho, usted parece tener más vidas que un gato…

(Sonrisa) No es que tenga las siete vidas del gato, pero sí siete deseos de vivir.

¿Por qué nunca había querido acceder a una entrevista periodística sobre su caso hasta hoy?

Por las mismas dificultades por las que me tuve que ir de Colombia.

En conclusión: ¿usted cree que en el caso de su familia se hizo justicia, se ha hecho pero parcialmente o se ha hecho totalmente?

Dicen que la justicia cojea pero llega. Hasta ahora, a mí me ha tocado tetrapléjica. No obstante, tengo la confianza de que mi país no me dejará también huérfana de ella.

***

¿Entramado de poder?

Como sucedió con otros asesinatos, los homicidios de la familia Turbay Cote cometidos por las Farc, parecen haber sido instigados por los rivales políticos de las víctimas en Caquetá. Rodrigo Turbay fue secuestrado en 1995. Según se dijo, murió ahogado en 1997 mientras sus captores lo trasladaban en lancha a otro sitio pero indicios apuntan a que fue asesinado. Al finalizar el año 2000, su madre, la dirigente liberal Inés Cote y su hermano Diego, representante a la Cámara, cayeron en un retén de la guerrilla. Los acribillaron junto con cinco acompañantes. Años después, el político conservador Luis Fernando Almario fue detenido como presunto determinador de esos crímenes. Después fue liberado y luego, vuelto a vincular en ese y en otros casos por delitos graves. Hoy todavía no han concluido los procesos en su contra pese a que llegaron a la Sala Penal de la Corte Suprema, en donde han tenido lento trámite. Se dice que Almario goza de poderosas influencias: su esposa Elsa Piedad Ramírez llegó a ser fiscal ante el Tribunal de Bogotá y hoy es notaria. Además, el magistrado Angelino Lizcano, del Consejo de la Judicatura y el procurador judicial Reinaldo Duque, nombrado por Alejandro Ordóñez, y antiguo secretario de la Comisión de Acusaciones, tienen fuertes vínculos de amistad con Almario.

“Dos minutos de perdón”

Además de Constanza Turbay, otra de las víctimas que estuvo en la Habana fue Ángela María Giraldo, hermana del diputado del Valle del Cauca Francisco Javier Giraldo asesinado en 2007 por las Farc, junto con sus colegas, tiempo después de que los habían secuestrado. Ella fue ácidamente criticada por la congresista María Fernanda Cabal, del uribismo, por saludar con una sonrisa a un presunto guerrillero que resultó ser un funcionario público. Se le preguntó a Constanza:

El uribismo se opone al proceso de paz. Lo mismo sucede con parte de los militares retirados y, quizá, de algunos activos ¿Qué les diría si pudiera hablar con ellos?

Diría: es hora de detener esta cadena de lágrimas y dolor que han enlutado a Colombia. La muerte se ha llevado a líderes de derecha, de izquierda, a miembros de las Fuerzas Militares, a periodistas. Hasta a familiares de los actores armados ilegales y a ellos mismos. Si quienes hemos tenido que vivir en carne propia el rigor de la guerra y afrontar las inmensas calamidades que ella trae consigo, podemos perdonar, ¿por qué no han de hacerlo los que han tenido menores dificultades que nosotros? Para mí, hoy son más importantes los dos minutos de perdón que viví esta semana que todos los años pasados. No permitamos que el deseo de venganza opaque la esperanza.

Por Cecilia Orozco Tascón

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