“Tener una siembra es como si, de una, fueras el foco de algo malo. Superarlo es difícil”, refiere María de los Ángeles Mosquera, de la organización Asoprocann, que agremia a 148 afros, campesinos e indígenas en Corinto, que desde 2017 trabajan de manera legal. Tienen incluso oficina junto a la alcaldía. Ahora está inhabitada y llena de agujeros por un carro-bomba que explotó hace más de un año cerca a su fachada.
Jose Vargas Esguerra