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¿Cómo decidió crear el restaurante de parrilla árabe El Bardo?
Comencé a estudiar administración de empresas cuando llegué a Bogotá y me hacía mucha falta la comida de mi casa. Mis padres son árabes y tenía cierta pasión por la gastronomía, entonces empecé a preparar comida y me quedaba bien, así que tuve la oportunidad de trabajar en un restaurante reconocido en la ciudad y luego decidí emprender con lo que me parecía era una falencia de la gastronomía árabe en la ciudad. De esa manera se empezó a forjar el proyecto de El Bardo.
¿Qué le faltaba a la comida árabe que ofrecían otros restaurantes de la ciudad?
Faltaba que fuera genuina y la oferta. Lo típico de la comida árabe es mezzé, que nace desde la época de los sultanes, que a lo largo del tiempo ha ido evolucionando y el error que cometieron en occidente fue quitarle el protagonismo que tiene la proteína, además de limitar los platos. Es así como creo el restaurante El Bardo, que rescata el sabor y las recetas de mi familia.
¿Fue difícil mezclar su profesión de administración de empresas con la cocina?
Saberlo llevar ha sido difícil, pero me ayudó mucho el haber trabajado en varios restaurantes y eso me dio la oportunidad de cometer muchos errores y aprender, para luego hacer las cosas bien en mi propio negocio. Fue un reto divertido y ahora es parte de mi historia.
¿Ha estudiado gastronomía o algo relacionado con la cocina?
No, todo ha sido empírico. Siempre me llamó la atención preparar diversos platos, entonces les pedía ayuda a mis tías y otros familiares, quienes me iban guiando, de ese modo rescaté muchas recetas de mi familia.
¿Encuentra elementos comunes entre la comida colombiana y la árabe?
En la costa hay muchos, uno de ellos es el suero costeño, además hay mucha influencia árabe en las recetas, ya que la gente conoce la comida árabe. Y la influencia directa se nota, porque hay una comunidad grande en esa zona del país.
¿Se siente mejor identificado con la palabra “chef” o con la expresión “cocinero”?
Me siento más identificado con el rol de cocinero, porque considero que ser chef implica mucha responsabilidad y requiere de una preparación académica previa que yo no tengo.
¿Ha descubierto algo de gastronomía árabe que no conocía en todo este proceso?
No, porque tuve la oportunidad de vivir en el Líbano, por un año y medio, cuando tenía doce, entonces pude conocer más de cerca la gastronomía y los platos típicos, pero descubrí que han pecado mucho con el uso de los condimentos y eso ha creado la idea de que la comida árabe es muy condimentada, cuando realmente no es así.
¿Cuál es el toque personal que le ha dado a El Bardo?
Le he metido un poco de innovación y de toque propio. Tenemos una mezcla de coctelería, en la que rescatamos los sabores y en el que improviso un poco, sin perder la esencia de la propuesta gastronómica que tengo. Contamos con muchos elementos tradicionales mezclados con otros ingredientes, ese es el toque de El Bardo.
¿Qué significa el nombre de su restaurante?
Siempre me ha gustado la poesía como un hobby, que era un tema muy mío, entonces decidí enlazar mi hobby de la cocina con el de la poesía, es así como elijo a Bardo, que es un personaje que va de pueblo en pueblo relatando poesía y la intención de él fue expandir la tradición de su pueblo y eso encajó con mi propósito.
¿Cómo ve su restaurante en unos años?
La idea es que lleguemos al nivel de reservar con anticipación, pero todavía nos falta un poco de credibilidad en el mercado, que iremos afianzando poco a poco.
¿Qué le falta conseguir con El Bardo?
Nuevas ubicaciones del restaurante, pero no tengo afán. Me veo haciendo algo más masivo y la idea es que estas preparaciones se vendan congeladas en los supermercados.