Huertas en la selva de cemento

Mercar alimentos orgánicos en el patio de la casa no es una utopía. La Fundación Marie Poussepin, en cabeza de Ruth García, promueve esta forma de emprendimiento económico con las madres cabeza de hogar.

El Espectador
21 de agosto de 2013 - 10:00 p. m.
Ruth Georgina García en la huerta del patio de su casa. La Fundación Mujeres de Éxito le otorgó apoyo económico a la Fundación que lidera. / Óscar Pérez.
Ruth Georgina García en la huerta del patio de su casa. La Fundación Mujeres de Éxito le otorgó apoyo económico a la Fundación que lidera. / Óscar Pérez.

¿De dónde sale el nombre de la fundación que lidera?

Mujeres Empresarias Marie Poussepin sale del interés por formar mujeres cabeza de hogar en el campo empresarial para que ellas mismas sean generadoras de empleo y porque Marie Poussepin, fundadora de Las hermanas de la Presentación, era una gran gestora social que se enfocaba específicamente en la ayuda a las madres, jóvenes, niñas, promoviendo entre ellas los valores y el liderazgo.

¿Cómo nació el proyecto y en qué momento empieza a consolidarse en lo que es hoy?

La primera reunión que tuvimos un grupo de mujeres fue el 19 de junio del 2004. Iniciamos de manera muy incipiente experimentando con productos artesanales en ferias, con porcelanas, confección, macramé, etc., sin embargo, varias señoras se desanimaban porque los productos no eran diferenciadores y por ende la venta era escasa.

¿Y cómo incursionan en la agricultura urbana?

En primer lugar, llegamos a este tema porque en la localidad cuarta, San Cristóbal Sur, en donde tenemos la fundación, hay muchos proyectos encaminados hacia las huertas ecológicas y, en segundo lugar, tengo contacto con el sector farmacéutico y fitoterapéutico, pues asesoro proyectos. Ellos necesitan constantemente plantas orgánicas, allí conseguimos nuestro primer cliente.

¿Cuántas huertas tienen y con qué proceso técnico cuentan?

Tenemos siete huertas ubicadas en las mismas casas de las señoras que trabajan en la Fundación, pues no contamos aún con una sede. Y el proceso técnico es la parte que debemos fortalecer. Tenemos voluntarios, ingenieros agrónomos, pero aún no es suficiente. Mi mayor reto es conseguir recursos para que tengamos huertas sostenibles y que las mujeres empiecen a tener una ganancia representativa.

¿Qué productos manejan en las huertas?

Esta primera fase se produjo para nuestros dos clientes: el laboratorio Phitother y una procesadora de alimentos que en un principio nos pedía 500 kilos de rábano y sin embargo pudimos producir sólo 120.

¿Qué les piden los laboratorios?

Principalmente hiedra, cardo mariano y flor de sauco, gracias a que en el sector, como colinda con la montaña, se da bastante de manera silvestre en los patios de las señoras. Pero en ese caso, es aún más necesario tener un manejo adecuado de plagas.

¿Ese manejo lo hacen con productos que no contengan componentes químicos?

Sí. El control biológico de plagas es nuestra manera de limpiarlas. Mucha gente ha querido ayudarnos a controlar las huertas pero con químicos y esto va en contra de nuestra filosofía y concepción de lo orgánico. Por lo tanto, preferimos la ortiga, el ajo, el ají, que son excelentes plaguicidas naturales.

¿Qué parte del proceso técnico les faltó implementar para cumplir la meta que les pedían?

No hicimos el análisis de suelos, en gran medida por falta de recursos, pues cada uno requiere una alta inversión. Tocamos puertas y cada vez encontramos más apoyo, como el que nos acaba de otorgar la Fundación Mujeres de Éxito para que nuestras huertas funcionen como esperamos.

¿Y mientras desarrollan ese proceso técnico, ¿qué les provee las huertas, o qué ingreso tienen las señoras de ellas?

Destinamos una parte de los suelos para sembrar hortalizas y que el producido sea comercializado entre los vecinos, amigos y también para el consumo del hogar. Tenemos mucho camino por sembrar para ver aún los frutos de nuestro esfuerzo. Pero sin duda, la mayor satisfacción ya la tenemos: no sólo en el campo económico tenemos ganancia, sino en la calidad de vida de las mujeres, en su estado de ánimo. Las huertas y el contacto con ellas da otra forma de vivir, se come más sano, se alimenta el espíritu y se aporta para la sostenibilidad del planeta.

Por El Espectador

 

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