¿Con qué nos encontraremos en ‘Morirás mañana’?
Es la historia de un escritor mediocre, fracasado (seguramente yo) al que un médico le da seis meses de vida. Ante la inminencia de la muerte decide que no quiere morir tranquilo, como una buena persona, y se propone a matar a sus peores enemigos.
¿Qué tanto tiene usted de Javier Garcés, el protagonista del libro?
A mí me pasó lo que a él, un médico me dijo: estás muy mal. Y eso me recordó la cercanía de la muerte. También me la recordó un día en que Felipe Muñoz, un señor que trabajaba para el gobierno de Uribe, vino a decirme que iban a venir los agentes de Chávez a matarme. Entonces, cuando salía a caminar por las calles de Bogotá sentía un poco cerca la muerte, tanto por el vaticinio del médico como por lo que me dijo el señor Muñoz. Pensé: si voy a morir, quiero morir escribiendo, divirtiéndome matando imaginariamente a mis enemigos.
¿Y quiénes son las víctimas de Garcés o “los cabrones de mala entraña”?
Las personas que han tratado de joderle la vida al escritor mediocre. Él elige el camino del rencor; preferiría perdonar pero no encuentra la manera de olvidar al editor que le robó o al crítico que escupió sobre su obra. A él lo que le jode más es que esos cabrones de mala entraña van a leer un día en el periódico que se murió y van a sonreír, entonces dice: “Yo no quiero que ellos se desayunen con la noticia de mi muerte, yo voy a propiciarles la muerte antes”.
¿El personaje de Garcés es un homenaje a Gabo?
Lo elegí a propósito, porque además esa trilogía empecé a escribirla aquí. Gabo es un milagro de la lengua española, la reinventó, y creo que sí es una forma modesta de hacerle un homenaje.
¿Se considera un ególatra?
Sí. Mentiría si dijera que soy humilde, no tengo eso de servir a los demás, mi vocación de escritor es muy egocentrista porque me apetece servirme a mí mismo. Eso se refleja en mi escritura: siempre estoy reflexionando sobre mi propia vida, entendiéndola, reescribiéndola, procesando mis recuerdos, de modo que el ego está siempre en todo lo que hago.
Político, presentador, escritor... ¿qué más viene?
Ya no me quedan más máscaras que ponerme. Ya no me atrevo a decir que soy periodista porque soy muy apasionado y hablantín, y el periodista debería ser riguroso y objetivo. No concibo eso, siempre tengo que estar dando mi opinión. Político: hace unos años me seducía la idea y me di cuenta de que era una tontería, lo haría muy mal, soy un haragán. Así que me quedo de escritor.
¿Cómo se calificaría?
Como un escritor mediocre, terco. Como un hombre gordo y feliz.
Su artista peruano preferido.
Vargas Llosa.
Y uno detestable
Laura Bozzo, esa señora que grita “¡que pase el desgraciado!”. Es un poco violenta, creo que le conviene tomar un calmante.
Una entrevista que nunca olvidará.
Joaquín Sabina. No es solamente un cantante, es un escritor, un poeta, es un pirata, un hombre que siempre ha estado al borde del abismo.
Usted tuvo una relación difícil con su papá. ¿Le cree a aquellos que dicen que uno es un poco el reflejo de sus padres?
Sí. Yo tengo la locura de mi padre, la locura pistolera, él era amante y coleccionista de pistolas. Irónicamente, no fuimos amigos. Ahora está muerto y yo escribo una novela que está salpicada de pistolas. Uno siempre acaba pareciéndose mucho a sus padres, así esa relación fuera de desencuentros. Yo termino reconociéndome en él.
En algún momento, usted dijo que ‘no pudo ser gay’. ¿Fracasó en el intento?
No he fracasado, tengo un lado gay que está ahí y procuro no ocultarlo. Pasa que no he podido ser únicamente eso; cuando quise ser solamente gay fracasé, del mismo modo cuando intenté lo otro. La verdad sobre mí es un punto intermedio, ni totalmente gay, ni totalmente straight. Ahora estoy enamorado completamente de Silvia, un amor repentino que no vi venir. En mi caso el amor ha tenido unos viajes bastantes raros. Tal vez hay que repensar la sexualidad, no tener miedo a la exploración, ¿por qué negarse?
¿Qué tal ve el panorama político actual en Colombia?
Soy optimista, creo que Santos es muy buen presidente, aunque en algún momento vi con gran simpatía a Mockus. No estaba en mis cálculos que Uribe y Santos se pelearan. Santos es un discípulo de Uribe y le debe unas lealtades, seguramente no estaría donde está si no fuera por Uribe. Me gustaría que limaran asperezas por el bien del país.
¿Sigue creyendo que la política es una enfermedad?
Absolutamente. La política enfrenta a la gente, la llena de veneno y pasiones negativas. Es una búsqueda del poder que saca lo peor de las personas, los que se dedican a esto se vuelven conspirativos, dañados por la soberbia.
¿Y qué tan enfermos están los políticos de Colombia?
Igual de enfermos que los peruanos, chilenos o argentinos.
Su lado débil.
La pereza. Es una gran debilidad porque me pueden tomar por ocioso. Soy un vago, un perezoso y me gusta escribir por eso, porque es un oficio que me permite trabajar desde casa. Que me perdone mi madre pero no soy un trabajador.
¿Con qué sueña?
Con reencontrarme con mis hijas mayores. Desde que me enamoré de Silvia mi relación con ellas se ha deteriorado; hace dos años no las veo. Les dolió mi amor por Silvia tal vez porque ella es una mujer muy joven. Sueño con reencontrarme con ellas, explicarles que esto que pasó no lo pude controlar. Cuando cumpla 50 me encantaría reunir a mis hijas mayores y a Zoe, mi hija con Silvia.