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Para la creación de su más reciente disco, Lo niego todo, Joaquín Sabina tuvo un contrincante implacable, un rival de varios quilates. En el proceso de elaboración de su nuevo material, el español mantuvo un pulso radical y exigente con su pasado. A él, ni más ni menos, le tocó hacerles frente a todas las creencias que, con su arte y su poesía, él mismo se había encargado de gestar.
Los años han pasado y algunas cosas, por dentro y por fuera, han cambiado necesariamente; y eso fue lo que más le costó al cantautor explorar durante la composición de los temas que integran su registro más reciente. Algunas letras se siguen ajustando a su estilo de vida, otras por fuerza de la costumbre ya salen de su garganta seductora y carrasposa sin mucho pensarlo, mientras que otras historias hacen parte únicamente del imaginario colectivo de sus fanáticos.
“Joaquín Sabina quería hacer una canción contra su propio mito, aparecer en ella como alguien que nunca fue del todo la persona de la que hablan cuando se refieren a él. A estas alturas tiene muy poco que ver con ella. ‘Ya sabes, se trata de cambiar la leyenda del Calavera, el juglar del asfalto y el profeta del vicio, como me llamaron en un periódico de Chile, por la imagen de un tipo que llora con las películas de sobremesa los domingos por la tarde’, me dijo una noche en su casa”, reveló Benjamín Prado sobre el inicio del proceso de creación de Lo niego todo, el sencillo que le da título a la producción.
La canción fue lanzada hace un año para el mercado internacional, y algunas semanas más tarde Joaquín Sabina presentó la totalidad del disco Lo niego todo, que representó el regreso del artista a los estudios de grabación después de Vinagre y rosas (2009). Además de la participación del novelista, ensayista y poeta español Benjamín Prado, se destaca la intervención del productor Leiva, quien ocupa en este registro el lugar de dos personajes vinculados desde siempre al nombre del cantautor nacido en Úbeda: Antonio García de Diego y Pancho Varona.
“Voy a juntarme con un jovenzuelo que me gusta mucho, a ver si renovamos un poco el aire”, comentó Sabina sobre la labor del productor Leiva, con quien ya había trabajado para la musicalización de Tiramisú de limón, uno de los temas exitosos del trabajo discográfico Vinagre y rosas.
Pero la colaboración de estos dos personajes ha transgredido la frontera del vínculo entre un artista y su productor, y por eso Leiva dijo lo siguiente en una entrevista unos días antes del lanzamiento del álbum Lo niego todo: “Esto ha sido sentarme con Joaquín Sabina, sus papeles y sus versos, poner música y llevarme un taco de letras a casa, buscarle la música, sentarme con Joaquín y Benjamín, hablar de versos y cambiar partes. Y buscar, y emocionarnos, encontrar y no encontrar. Tener un proceso creativo con ellos es un regalazo”.
Sabina, Prado y Leiva han conformado una tríada generosa en anécdotas, en historias, en imágenes y en acciones. De ahí que la recepción que ha tenido el álbum ha sido destacada y le ha dado la posibilidad al autor de manifestar su estado actual sin la urgencia de estar casado con las letras concebidas varios lustros atrás.
La amplitud de espíritu siempre comienza con Joaquín Sabina y no es para menos. Él en su primera visita a Colombia, además de saldar la deuda con sus canciones, también se puso al día con múltiples historias y versátiles comentarios con los que iba haciendo especial su primera velada en el territorio colombiana.
En Bogotá y sin romper el hielo del todo todavía, contó que una vez Frank Sinatra se disculpó por no poder proyectar la voz en pleno. Lo hizo justo después de superar un complicado cuadro gripal que lo mantuvo alejado del canto durante varias semanas. El español, un registro más ronco, más contemporáneo, y más humano también, dijo sobre su colega estadounidense, pisando con cautela esa franja imaginaria que separa la realidad de la ironía, que no veía meritorio el acto de Sinatra de cantar afectado por la gripa, y que más gallarda había sido su actitud al haberse dedicado a la música, al canto en concreto, sin tener voz.
Y esa generosidad en relatos volvió a aparecer en el proceso de este trabajo discográfico. “Ver a Joaquín tan entusiasmado con Lo niego todo, como yo no le veía entusiasmado con nada desde hace mucho, y verle decidir que esta joya tenía que darle título al disco entero; o ver, ya de vuelta en Madrid, con qué convicción la canta, para mí mejor que nunca y de qué modo la lleva al límite… Los fabricantes de mecheros se van a hacer ricos con la canción. Va directa al corazón porque iba a ser la historia de Sabina y va a ser la de cualquiera que la escuche y no esté hecho de piedra. Un lujo”, manifestó Benjamín Prado tan pronto apareció el primer sencillo del álbum.
La gira que refuerza el contenido del disco ha recorrido con éxito América Latina desde abril de 2017 visitando plazas como México, Ecuador, Perú, Chile, Argentina y Uruguay. Ahora llega a esta nación para cautivar a dos escenarios que Joaquín Sabina conoce muy bien: Medellín y Bogotá. El español, el poeta de siempre, exhibirá su nueva visión de la vida en la que decidió negarlo todo, pero no le pudo decir que no a Colombia.
Joaquín Sabina. Tour “Lo niego todo”. Medellín: enero 30 en Chamorro City Hall - El Rodeo. Bogotá: febrero 1° en Chamorro Entertainment Music Hall. Información y boletería: www.tuboleta.com.