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Kepa Amuchastegui y momentos que lo marcaron: la cárcel y un hospital de quemados

El actor es el nuevo invitado de Claro Oscuro, el formato de entrevistas en video de la sección de Entretenimiento de El Espectador. El intérprete y director habló sobre su carrera, la situación actual del gremio y el aprendizaje más importante en su vida. Lea la entrevista completa.

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Mateo Medina Escobar
02 de noviembre de 2024 - 02:00 p. m.
Kepa Amuchastegui fue homenajeado en la primera edición de los Premios Bravo.
Kepa Amuchastegui fue homenajeado en la primera edición de los Premios Bravo.
Foto: Richard León
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¿Ha vivido feliz?

Si he vivido feliz. En términos generales he vivido muy feliz, porque he sido muy afortunado en la vida. He tenido mucha suerte.

¿Ha viajado tranquilo?

Mucho, muchísimo. Yo soy Sagitario y por lo tanto un gran viajante, últimamente ya no tanto por razones de edad y de presupuesto, además, pero he viajado mucho. He vivido en muchos países. En Inglaterra, Francia, España, México y Colombia, por supuesto. Me he movido mucho por el mundo entero, básicamente hacia Europa. Estados Unidos también pasé un rato por allá.

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¿A lo largo de su carrera qué cambios vio que ha tenido la industria?

Nuestra pelea, desde que arranque yo, que arrancamos tantos en Colombia, básicamente con el teatro en aquella época. Todos luchábamos por hacer un arte más que algo rotundamente comercial, pero lo que ha sucedido de todas maneras es que la parte comercial tanto del teatro, como de la televisión, se han ido cada vez más hacia la cosa comercial, netamente comercial. No digo en todos los casos, con contadas excepciones, pero se ha dejado de lado mucho la parte verdaderamente artística de esta profesión. Se ha vuelto una cosa mucho más comercial, es decir quién vende más y cuán rápido se pueden hacer las cosas. Para que eso salga lo más barato posible y para tener la mayor ganancia posible. Se ha vuelto una cuestión de contabilidad, más que de arte. A pesar de esa pelea que libramos desde el puro comienzo los pioneros del teatro, de tratar de hacer arte y teatro comprometido más o menos políticamente. Hoy en día ya eso existe cada vez menos, desafortunadamente se lo ha comido toda la parte comercial tanto del teatro, como de la televisión y del cine.

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¿Cómo está Kepa en este momento de su vida?

De salud regular. Ya a esta edad a uno le empiezan a aparecer achaques de todo tipo. Pero no me puedo quejar tampoco, porque me todavía me mantengo, camino, artículo los pensamientos y sé hablar bastante bien. Por ese lado no me puedo quejar. De trabajo pasa lo que ha pasado durante los 60 años que llevo dedicado a esta profesión. Hay momentos en que hay trabajo y hay momentos en que no lo hay. En este momento estoy atravesando por uno de sus baches en que no hay trabajo. Simplemente porque se ha detenido mucho la producción, por ejemplo, en televisión. En teatro pues ahí sigo peleando para que me den una oportunidad, pero también es una pelea larga, muy competida en este momento. Yo entiendo que hay gente joven, que está haciendo cosas para gente joven y con gente joven. A uno lo van olvidando cada vez más. Eso es comprensible, es ley de vida. Pero sí, en este momento en cuanto a trabajo falta y hace falta.

¿Se siente olvidado?

Tal vez olvidado no. Yo sé que en lo que a mí respecta, por lo menos y modestia aparte, cuento con el reconocimiento de mucha gente. Tanto de gente de mi edad o un poco más joven y cantidad de gente que he dirigido, con la que he trabajado de técnicos y sé que todos ellos me quieren mucho. No me han olvidado, yo tampoco permito que me olviden. Porque cuando surgió la pandemia me dije “bueno y ahora qué hago. Yo no me puedo quedar encerrado ocioso y sin hacer nada”. Soy incapaz de quedarme sin hacer nada, entonces me inventé ser youtuber y abrir un canal de YouTube en el que me dediqué a leer poemas y obras de teatro y literatura.

Ahora estoy publicando Don Quijote de la Mancha en su versión completa. Estoy publicando El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez, ya publiqué Cien años de soledad, poemas de todos los autores, pero es un canal obviamente netamente cultural. Porque yo no sé hacer reggaetón, ni ser rapear, ni sé contar chistes verdes. Lo que yo hago forma parte de mi esencia misma que es leer textos algo culturales y eso tampoco tiene demasiada salida ni demasiada acogida, pero ahí va funcionando en mi canal de YouTube. Sigo en esas, paso seis horas diarias todos los días de la semana entre que leo, preparo, grabo, edito, musicalizo y público estos vídeos se me toma muchísimo tiempo, que no es un tiempo recompensado, digamos económicamente, pero sí es recomendado por una cantidad de gente. Tengo 30.000 suscriptores, gente que me contesta a diario, cantidad de comentarios sobre lo que estoy haciendo y a la cual le gusta lo que hago. De esa manera detengo el olvido. Sé que la gente no me ha olvidado, así que todavía sigo vigente. Muchos me confunden, no me llaman Kepa, muchos me llaman don Roberto por razones obvias, pero son bienvenidos y eso está también asumido por mí.

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¿Qué cree que es lo que falta en materia de derechos para reconocer el trabajo de los actores?

Se han ganado muchas reivindicaciones y ahora percibimos algo de lo que hicimos en aquellos tiempos, de cuando teníamos que renunciar a todos nuestros derechos y es una adquisición. Se ha logrado a través de del sindicato tanto de actores, como del de directores, porque yo también fui director, estamos empezando hace unos años a percibir algunos dineros de esas cosas que hicimos y que dábamos por absolutamente perdidos. Se ha ido recuperando eso, lo cual está muy bien. Es un gran logro, yo por lo menos me imaginé ni soñé con que se iba a lograr. Se ha logrado y es un adelanto importantísimo. Ahora este invento de estos Premios Bravo me parece también una cosa muy bonita y una manera también de darnos a conocer y de retribuir entre nosotros mismos los actores, los directores, la gente del gremio, de retribuir el esfuerzo de aquellos que hemos pasado tantos años. Por mi parte más de 60 años dedicados a esta profesión y que pues bienvenido sea el premio.

¿Cómo le gustaría ser recordado?

Me gustaría ser recordado como lo que soy, básicamente un actor. Una cosa que viene desde generaciones de mis padres y mis abuelos que fue siempre ser bueno. Ser bueno en la vida. Yo me he esmerado por serlo, bueno en el sentido de la bondad. De no hacerle mal a nadie, de procurar a través de lo que uno haga, ya sea arquitecto, ingeniero, poeta o actor, tratar de ser lo más honesto posible con lo que hacemos y con lo que queremos dar. Quiero que me recuerden como una persona así, buena y honesta en lo que hago y en lo que digo.

¿Qué opina del éxito?

El éxito es una cosa pasajera. No hay que tenerlo demasiado en cuenta. Cuando yo empecé, por lo menos a actuar desde la Universidad de los Andes, donde estudiaba arquitectura, pero ahí mismo enteré al primer grupo de teatro en la Universidad. Ahí mismo tuve éxito por un personaje que hice, que hoy en día todavía no puedo decir que yo lo entendiera y hoy no todavía no entiendo. Era un viejo ahí empujando una carreta en un monólogo de hora y cuarto impresionante. No sé cómo hice aquello, pero desde entonces uno al recibir el aplauso que se recibe cuando se tiene éxito uno se siente Superman. Es un placer total.

A mí me llevó ese proceso, yo monté una obra de teatro, una de las primeras que dirigí que se llamaba El cementerio de automóviles, por la cual me encerraron en la cárcel, porque era una obra sacrílega y efectivamente. Era la reconstrucción de la Pasión de Cristo en un cementerio de automóviles entre prostitutas y músico. En aquella época era un escándalo espantoso que llegó la policía una noche antes de la función y me dijeron “la señora Kepa Amuchastegui”. Dije “no, no es señora, soy yo”. Me llevaron a una comisaría y me dejaron encerrados dos noches allá, pero eso también me sirvió para volverme un poquito más famoso dentro del medio del teatro. Yo creo que en Bogotá no había más de 1.000 o 1.500 personas que iban a teatro en aquella época, pero era el éxito y uno va creyéndoselo.

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Me gané una beca para ir a Francia a estudiar teatro y llegué a París, yo creyéndome dios supremo, absolutamente sobrado. Llegué y esa misma noche de mi llegada tuve un accidente y me quemé gravemente. Me tuve que recluir en un hospital, en un pabellón de quemados. Herméticamente cerrado por todas partes durante dos meses. Los dos primeros meses de mi estadía en París fueron encerrados en un Hospital de Quemados, vi de todo, vi gente que murió y gente que adolorida. A mí me dolió el tratamiento cualquier cantidad, pero durante esos dos meses no tenía amigos en París, no conocía a nadie, tenía un radio de transistores de aquella época, yo escuchaba las noticias culturales. Poco a poco, dado que estaba quemado y desfigurado, fui aprendiendo una cosa que me ha servido mucho a lo largo de la vida, que fue la humildad. Me di cuenta de que en París estaban sucediendo tantas cosas a nivel cultural, de música, ballet, teatro, cine y yo era un papanatas. Yo era absolutamente un cero. A pesar de que en Colombia había tenido un cierto éxito, empecé a aprender que ese éxito no servía absolutamente para nada. Salí del hospital lleno de eso, de humildad, fue cuando logré aprender lo que no habría aprendido de no haberme quemado.

Fue una elección de vida muy importante y me sirvió muchísimo a lo largo de toda la vida. A partir de ese momento todo lo que he abordado tanto como escritor, como director, como actor, ha sido basándome en eso, en la humildad. Viendo siempre las historias que cuento, los personajes que hago o los personajes que dirijo bien arriba. Es decir, yo no soy nada comparado con esos monstruos que hay arriba, simplemente porque esos monstruos son otros y uno nunca llega a conocer a los otros de verdad profundamente. Los respeto muchísimo y los abordó con toda la humildad del mundo.

¿Qué opina de la fama?

Está ahí pero no hay que pararle muchas bolas, porque también puede ser muy efímero. Uno puede ser famoso un día y al día siguiente desaparecer totalmente. Tantos compañeros de todo, no solamente compañeros, en actores de cine de Hollywood, de Inglaterra, de Francia, que aparecen un día y revientan las pantallas y revientan las audiencias. Al día siguiente desaparecen. O sea que la fama hay que tenerle mucho cuidado y no hay que tomársela en serio.

Mateo Medina Escobar

Por Mateo Medina Escobar

Profesional en Medios Audiovisuales. Fue periodista y colaborador audiovisual en la Unidad de Investigación Periodística del Politécnico Grancolombiano. Es coautor del libro “Entre Periodistas”.@tamdemesmmedinae@elespectador.com

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Magdalena(45338)12 de noviembre de 2024 - 02:13 a. m.
Gracias por darnos a conocer la vida de esta persona tan maravillosa Cómo es Kepa Amuchastegui
Carlos(64126)02 de noviembre de 2024 - 11:49 p. m.
Maestro de maestros.
Soledad(tmo4c)02 de noviembre de 2024 - 04:26 p. m.
Gracias Mateo. Valioso reportaje... Kepa es grande, no sólo por sus aportes culturales, sino por su reconocimiento de humildad.
David(0vhxw)02 de noviembre de 2024 - 03:59 p. m.
Muy buena la vida de Kepa.... La humildad ante todo...
Alvaro(63032)02 de noviembre de 2024 - 03:21 p. m.
Un actorazo. El inquisidor mayorga un personaje poderoso en la Pezuña del Diablo . Y muchas obras mas. Que buen referente para las nuevas generaciones.
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