Cartagena es sede de grandes eventos culturales del país. ¿Qué motivó hace dos años la creación del Festival de las Artes Escénicas del Gran Caribe?
Cartagena es una ciudad que debe tener una oferta cultural todo el año y necesita eventos creados que integren la región, incluidas las fronteras azules.
Sus cuatro imperdibles del Festival de la programación artística.
Imperdibles son todos, pero los que vienen de afuera es difícil volverlos a ver, como la danza aérea de Curazao, el Grupo Madera de Venezuela —que ha sido declarado patrimonio nacional— o la obra de Teatro Iniciación en blanco y negro para mujeres sin color, de Santiago de Cuba, y Atabaques y Periferia de los locales.
¿Y en lo académico?
La conferencia de Onel Mulet, americano de origen cubano, director de la empresa cultural Habana-Harlem, sobre “Música de la sagrado a lo secular”, y el conversatorio de Ruth Wilson y Claudia Mosquera sobre “La persistencia de los efectos del racismo y la discriminación racial, obstáculos para el ejercicio de la ciudadanía”.
¿Por qué hablar de África en Cartagena?
Porque una de las características de la Región Caribe es que tiene una fuerte influencia de África tanto en la música como en la tradición oral.
¿No es contraproducente para el Festival tener una programación paralela al Iberoamericano de Teatro?
Nadie le diría a Villanueva que no puede hacer el Festival de Cuna de Acordeones porque ya existe el Festival de la Leyenda Vallenata. Creo que lo ideal sería que en el año que coincidamos pudiéramos compartir grupos, como lo están haciendo a través de la red de Festivales de Jazz.
¿Es Cartagena la capital cultural colombiana?
No todavía, pero está en ese camino y nosotros queremos ayudar a lograrlo.
Ha recorrido el país como documentalista, ¿qué de lo que ha visto merece salir del anonimato?
Un lugar llamado Remanso, en el río Inírida en el Guainía, donde habitan los puinaves, sobre los cuales tengo un libro y una película. Es un lugar absolutamente alucinante.
¿Por qué meterse en camisa de once varas sacando adelante este joven festival?
Toda mi vida he estado metida en camisa de once varas, aun en los cargos oficiales, pues nunca hay los recursos suficientes para la cultura. Creo que a la Chica Morales le ha pasado lo mismo, pero siempre salimos adelante.
¿Cómo le robó el corazón el arte audiovisual?
Todo empezó en la academia, cuando era profesora de antropología en la Universidad Nacional y buscaba documentales para ilustrar los temas de mis clases.
El documental colombiano que más le gusta.
La Sierra, un documental sobre Medellín dirigido por Margarita Martínez.
¿A qué historia en Colombia le debe un documental?
Yuruparí y Aluna son dos palabras que hacen referencia a la cosmología y ritualidad indígena que yo escogí como nombre de dos de la series de televisión en las cuales participé. Siempre quise hacer un documental en el Vaupés y otro en la Sierra Nevada, y no lo logré.
Su top de cinco fiestas colombianas.
Voy a decir una de cada región, porque es una pregunta muy difícil: Carnaval de Barranquilla, San Pacho en Quibdó, Carnaval de Blancos y Negros de Pasto, Cuadrillas de San Martín en el Meta, Carnaval del Diablo de Riosucio. De todos ellos tengo un documental.
¿Cómo describe el cine colombiano que está llegando ahora a las salas?
Estamos siendo superados por una nueva generación sorprendente y cito las películas que me han impresionado: Los colores de la montaña, Saluda al diablo de mi parte y Chocó, la mejor película que se ha hecho sobre una región que quiero mucho.
¿El camino ahora para los realizadores está más abonado que el que tuvo que caminar usted en los 80?
Para los realizadores de ficción sí, para los documentalistas todavía es más difícil.
¿Hace falta gente que quiera registrar el país?
No. Sobra gente. Faltan recursos y fortalecer la televisión pública.