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La mala hora de Donald Trump

El empresario estadunidense arremetió contra los latinos en el lanzamiento de su campaña por la candidatura a la presidencia de EE. UU.

Camila Builes

26 de junio de 2015 - 09:15 p. m.
Donald Trump, quien desató una tormenta por sus declaraciones sobre los mexicanos. / AFP
Foto: AFP - PAUL J. RICHARDS
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Seguramente todos hemos escuchado el escándalo que protagonizó el magnate estadunidense Donald Trump, que en el lanzamiento de su campaña por la candidatura republicana a la presidencia de Estados Unidos comenzó apuntando a la frontera: “Cuando México envía a su gente, no envía lo mejor, no los envía a ustedes. Están enviando gente con montones de problemas. Están trayendo drogas, están trayendo crimen, son violadores”, aseguró el magnate.

La noticia, como era de suponerse, le dio la vuelta al mundo y generó una cantidad de respuestas en desacuerdo de distintas figuras latinas y duras críticas de diferentes medios de comunicación.

Esta es una de las controversiales opiniones de Trump, que en varias ocasiones han causado escozor en la opinión mundial. El estadunidense en el pasado ha acusado a Barack Obama como “psicótico” en su cuenta de twitter por dejar ingresar a un médico contagiado de ébola a los Estados Unidos, además de no ser muy amigo de los ecologistas de Escocia por pretender construir en una zona costera del país europeo un complejo campo de golf, que según ambientalistas, podrían destruir la flora y algunas dunas del sitio.

La retórica de Donald Trump combina con los 9.000 millones de dólares de fortuna personal que este acredita. Siendo una de las figuras televisivas más importantes de Estados Unidos, propietario del concurso Miss Universo y dueño de The Trump Organization, que es el operador de hoteles más grande del mundo, con el mundialmente conocido Trump Plaza Hotel and Casino en Atlantic City, New Jersey y el Trump Taj Majal Casino Resort de cuatro estrellas, se ha ganado que su opinión pese en cientos de personas que le siguen. Ahora todos somos libres para decir lo que pensemos –unos más que otros- todos podemos expresar nuestro disgusto y de eso se tratan la comprensión y del respeto.

Pero, ¿por qué una persona con tanto poder y dinero aparenta tener poco respeto por la diferencia y por la condición humana que no cumple con sus regímenes sociales? La respuesta puede variar según cada visión del mundo, y de la vida.

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En el mundo de Donald Trump, la competencia es la característica principal para sobrevivir y hay que tener claro que educar para la competencia no es educar para la paz; competir es el principio de cualquier guerra. Es lógico que las oportunidades de crecimiento individual deben cumplir con percepciones personales, pero también debería ser lógico (lamentablemente no lo es) que estas percepciones deben ir unidas a ciertas necesidades colectivas, porque en definitiva yo no puedo ser sin el otro, sin entender que mi humanidad se da gracias a que el otro también existe.

El insulto hacia los mexicanos es un discurso general que permea la sociedad actual, pero con diferentes nombres: mexicanos, latinos, negros, gordos, feos, bueno, malo. Esta vez Trump se halla en el ojo del huracán porque ha personificado el mensaje que todos los días nos traen las novelas, los libros más vendidos y las noticias; un mensaje que demerita la libertad y confunde la democracia con imposición. Entonces los muros, como del que habló en su discurso, son la mejor opción para apartar lo que es diferente, lo que “atenta” contra el crecimiento, ¿el crecimiento de quién? De los mismos que dicen las mismas palabras que Trump, pero bajo la ventaja del anonimato. Aquellos que determinan qué debes comer, qué ropa debes usar y en esa medida, qué debes pensar.

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La diferencia es el peor enemigo de ese desarrollo que tanto nos venden en el supermercado, el cine y los libros. Millones de personas diferentes con convicciones, sueños y realidades distintas amenazan la “calma” actual, y no hay mejor manera de vencerlos que usar palabras que los aíslen: rebelde, intelectual, inconforme y de pronto todos parecemos lucir igual: vemos los mismos programas, usamos los mismos tenis, leemos los mismos libros, como esos que vende Donald Trump y son “Best Seller”, donde te ofrecen la fórmula mágica para ser exitoso, como él, para ser empresario, como él, para ser un ganador, como él, y al final hay pequeños Donald Trump recorriendo las calles y replicando sus palabras, y lo peor es que ellos no lo saben.

"No somos ricos en la riqueza, señor. Pero somos ricos en lo que importa, el conocimiento, la cultura y la fe", le escribió a Trump Adriana Almanza, la joven de origen mexicano que después de las palabras del estadunidense publicó en Facebook una carta dirigida al millonario. Quizá, de eso se trata: la diferencia de significados nos hacen perdernos en encontrar los conceptos exactos y la generalización nos apremia, porque todos deben ser buenos, buenos según la escuela, el estado, la familia. Todos debemos ser exitosos y bellos y ricos y empresarios. Y de repente no; en momentos la pobreza es mejor que la fabulosa idea del dinero cueste lo que cueste y el otro no es malo, ni tonto, ni raro, es simplemente otro.

Por Camila Builes

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