Lorna Cepeda, “Naturalmente rubia”

La actriz dice que en su monólogo el 80 % es basado en la realidad y el porcentaje restante hace parte de la ficción. Además, asegura que el teatro la cautiva por la exigencia y por la magia del aquí y el ahora.

El Espectador
11 de septiembre de 2018 - 02:00 a. m.
La actriz Lorna Cepeda cuenta que siempre le han dicho que es chistosa y que a partir de su participación en un “reality” la gente piensa que hace “shows” cómicos. / Cortesía
La actriz Lorna Cepeda cuenta que siempre le han dicho que es chistosa y que a partir de su participación en un “reality” la gente piensa que hace “shows” cómicos. / Cortesía

Yuri, la cantante mexicana, dice que el público no la deja cambiar de color de pelo, a ella le toca ser siempre rubia. ¿Lo mismo le pasa a Lorna Cepeda?

A mí me pasa algo similar. Sin embargo, yo he hecho otros personajes en los que me ha tocado cambiar el color del pelo. He sido pelinegra, pelirroja, pero definitivamente a la gente le gusta que yo sea rubia. Cuando pongo fotos en las redes sociales con una cabellera distinta, al público no le gusta. Tal vez mi referente es una cara rubia, mona.

En este momento está en la propuesta escénica “Naturalmente rubia”. ¿Cuál es el origen de esta iniciativa teatral?

Empecé a hacer teatro hace mucho tiempo, pero la gente me relaciona más con la televisión. He hecho Estado civil: infiel y Diez reglas para no matar a su marido, y a partir de eso le he encontrado al teatro un amor especial. Una vez le dije a Juan Ricardo Gómez, el director del Teatro Santa Fe, que quería hacer un monólogo. Después fui jurado de un reality de comediantes y la gente pensó que yo hacía shows. Me contrataron para el show y escribí algo muy básico, y a él le tocó ayudarme a estructurar el monólogo. Lo ensayé y me ha ido mejor que bien.

¿Qué tanta ficción hay en “Naturalmente rubia” y cuál es el porcentaje de realidad?

Creo que 80 % es real y lo restante es pura exageración.

¿Cómo descubrió que tiene potencial para la comedia?

Toda la vida me han dicho que soy chistosa. El primero que me hizo comprar un cuaderno para apuntar todo lo que me había pasado fue Javier Jattin. Eso fue hace muchos años, pero creo que una cosa es ser divertida y otra muy distinta tener la habilidad para crear una estructura profesional para que la gente se conecte con uno. Amo cuando la gente se ríe conmigo y de mí. Es una gran sensación.

¿Hay improvisación en su monólogo?

Me encanta improvisar con el público. No siempre lo hago porque hay situaciones que se presentan mejor para eso que otras, pero disfruto mucho responderle al público, aunque soy responsable de regresar a la estructura que tenemos definida.

¿La gente asimiló fácil y bien el cambio de Lorna Paz a Lorna Cepeda?

He tenidos muchos nombres. Comencé como Lorna María, después, ya en Betty la fea, era Lorna Paz, y la gente se acostumbró a eso. Era el apellido de mi exmarido, pero cuando me separé tomé la decisión de regresar a mi apellido verdadero. A la gente le costó al comienzo, pero espero que ya esté institucionalizado: mi nombre es Lorna Cepeda.

¿Que ha encontrado en el teatro?

Es muy exigente. El teatro es ya, aquí y ahora. La televisión y el cine permiten otro tipo de comunicación, pero en las tablas se produce una catarsis con el público.

¿Cómo fue la construcción de Patricia Fernández en “Betty la fea”?

Para esa construcción me tocó poner en sintonía lo que quería el libretista Fernando Gaitán, lo que buscaba el director Mario Rivero y lo que pensaba yo que debía ser Patricia Fernández. Me gustó construirla de afuera hacia adentro. Desde el físico exploré su personalidad y dejé que me sorprendiera con todas sus características.

¿Le costó quitársela de encima?

Me costó mucho. Era un personaje entre la comedia y el drama y tenía que ser muy prudente para no pasarme de la raya. Durante mucho tiempo fui Patricia Fernández, la peliteñida. Fue muy difícil.

¿Qué proyectos tiene?

Por ahora voy a estar en Naturalmente rubia hasta final de año. Por ahora estaré en el Teatro Santa Fe (hasta la última semana de septiembre) y luego pasamos al Belarte hasta diciembre.

Por El Espectador

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