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Usted ha dicho que renunció a su candidatura a la Alcaldía por falta de apoyo de su partido, pero, ¿cómo se expresó esa actitud verde?
Mi candidatura siempre fue vista con frialdad por los fundadores del partido. El respaldo económico y la promoción a mi nombre, desde allí, fueron muy limitados. Mi principal apoyo provino de los verdes que venían del progresismo, pero muchos se inquietaron cuando vieron que mi candidatura no crecía en las encuestas. También argumentaron que los votos que yo consiguiera se le quitarían a Clara, lo que terminaría favoreciendo a Peñalosa. Cuando se hizo evidente que los progresistas ya no me acompañaban, renuncié.
Entonces, ¿las encuestas fueron el principal factor para la “frialdad” ante su candidatura?
Sí, pero ojo, no hay que rendirse ante la dictadura de las encuestas. Aquí los partidos se han vuelto encuesto-dependientes: si, de entrada, su candidato no califica bien o no sube rápidamente, se desmoralizan. Se les olvida que las campañas son, precisamente, para promover al candidato y su programa o para cambiar la realidad que reflejan, en un momento dado, los sondeos de opinión, si ambos son buenos. Además, no se participa en las elecciones para cargos en el Ejecutivo, únicamente para ganar. También para construir un proyecto político a mediano plazo, para convocar a la gente, hacer conocer un programa, incidir en el debate público.
Bueno, pero la “encuesto-dependencia” parece ser un problema que marca más a su partido que a otros…
No quiero cargar demasiado las tintas en contra de mi partido. Esa es una constante de la política nacional, por cierto, contrario a lo que sucede en Europa, en donde los partidos escogen candidatos que tengan quilates para gobernar, así no posean eso que los medios denominan carisma. ¿A usted le parecen muy carismáticos Cameron, Rajoy, Hollande o la señora Merkel? En Colombia, en cambio, buscamos los superchachos del escenario. Mockus se bajó los pantalones, la ciudad reparó en él y se encontró, por fortuna, con una figura interesante. He trabajado contra la corrupción y he realizado denuncias fuertes, pero soy incapaz de salir a hacerlas y a picar pleitos con meros fines electorales. Soy un candidato muy “zanahorio” para los estándares nacionales.
Lo cierto es que los directivos verdes, a quienes poco conoce la opinión, trabajan como una empresa particular que etiqueta figuras atractivas para la opinión (Peñalosa, Mockus, Garzón, López, Lozano, usted mismo) a las que no les permiten manejar el partido, pero a quienes usan para atraer buenos resultados electorales y dinero de la reposición de votos. ¿Está de acuerdo?
No. Es inexacto decir que las figuras de relumbre que han llegado al Partido Verde no han podido manejar nada. Participan e inciden en los órganos de dirección. En cuanto a los recursos económicos, me falta información al respecto porque no pertenezco a los órganos directivos. Ahora, el Verde no es una fuerza con arraigo histórico y de masas. Fue una personería jurídica que otorgaba avales. Tuvo su momento de gloria cuando los exalcaldes Mockus, Garzón, Peñalosa y Fajardo aterrizaron allí con su alto nivel de reconocimiento público, sus votos y sus recursos. Alzaron vuelo por distintas razones, pero el ADN verde quedó marcado por la nostalgia de las superestrellas. A mi juicio, tiene que desembarazarse de ella y avanzar en su programa, crear organización, reclutar y formar cuadros, acercar gente.
Usted es libre de acompañar a cualquier candidato. ¿A quién apoyará?
Después de haber insistido en que la Alianza Verde debía ir con candidato propio hasta el 25 de octubre, no me parecía bien salir a decir, con mi renuncia todavía fresca, que apoyáramos tal o cual fórmula electoral. Pero también creo que quienes tratamos de hacer política con responsabilidad y seriedad no podemos pasar de agache en el proceso de escoger a la persona que va a tener la ciudad en sus manos los próximos cuatro años. Así que no voy a quedarme callado. Pero espéreme tantico, una semana, unos días, mientras acabo de pensar la cosa.
Independientemente de sus preferencias, ¿cuál de ellos cuenta con el equipo técnico más preparado y tiene el mejor diagnóstico de la ciudad?
Los candidatos no han hecho público cómo estarán conformados sus equipos de gobierno. Quizá no han tenido tiempo para pensarlo. Cuentan con grupos de campañas y expertos que les escriben papeles. Pero su pregunta es pertinente. El alcalde debe ser un líder inspirador, tener una visión de ciudad, formar los consensos ciudadanos e institucionales que se necesitan para sacarla adelante. Ellos nos ayudarían si nos dijeran los nombres de algunos de estos.
¿Cómo deja Petro Bogotá: peor, igual o mejor que cuando llegó?
Con avances no desdeñables en los temas sociales, pero mal en eficiencia institucional, movilidad, seguridad, recuperación del espacio público, futuro de los servicios domiciliarios y, en particular, en la recolección y el tratamiento de los residuos sólidos. En síntesis, peor.
Usted conoce bien al alcalde puesto que fueron cercanos amigos y los dos denunciaron el cartel de la contratación. La forma como gobernó la ciudad, sus niveles de ejecución y sus relaciones con los funcionarios y entidades del Distrito, ¿lo sorprendieron o esperaba lo que sucedió?
Me sorprendieron. Me dejé influir por las urgencias del momento, es decir, la lucha contra la corrupción de Samuel e Iván Moreno. Me confundí con el Petro campeón de la denuncia y no escruté mejor su personalidad, sus escenarios mentales –hasta donde se pueden conocer los de las demás personas–. Y, sobre todo, sus relaciones más cercanas, como las de su familia política. Mi enfoque para definir mis apoyos se ha vuelto más exigente. El jueves mandé un trino que decía: “Elegir alcalde es como escoger a quien uno va a entregarle las llaves de su casa”. La palabra clave es confiabilidad.
Creo que a mucha gente cercana a él le pasó lo mismo que a usted. ¿Petro se promocionó bien, pero estaba aparentando, o el poder lo cambió como sucede con tantos personajes?
Todas las opciones anteriores.
Las denuncias suyas y de Petro contra Samuel Moreno se dieron a tiempo con el retiro de ustedes dos del Polo Democrático. En aquel momento, ambos dijeron que había diferencias insalvables con ese partido, a tal punto que Petro aseguró, por ejemplo, que “me voy del Polo (porque) mi tiempo allí ya terminó”. ¿Cómo califica la actual alianza petrismo-Polo, vía Clara López?
No los juzgaría con demasiada severidad porque hay un alto nivel de identidad entre Petro y Clara alrededor de algo muy válido, el mantenimiento de los programas sociales. También están, en medio, los coqueteos con miras a las presidenciales de 2018. Ahora, para mí, lo que el Polo hizo y dejó de hacer en cuanto a lo sucedido durante la alcaldía de Samuel Moreno es un parámetro básico de orientación electoral. Pero Petro ha demostrado ser muy permisivo, por tratarlo suave, en el tema de la corrupción.
Decir “permisivo en corrupción” ya es grave. ¿Se refiere a la laxitud con que trató ciertos negocios y contratos?
Sí, tengo en mente, en particular, los negocios de su familia política.
Más allá de la alianza Polo-petrismo actual, ¿cuál es su análisis y reflexión sobre la era de izquierda de la capital, revisando las alcaldías de Garzón, Moreno y Petro?
Miro para atrás y pienso que la izquierda desaprovechó la oportunidad que le dieron, generosamente, los bogotanos. En otros países ha gobernado grandes ciudades con mucho éxito, pero no pudo con Bogotá: debilitó las instituciones distritales, no hizo la integración regional, no desarrolló la infraestructura, dejó empeorar la movilidad, la seguridad –sobre todo en cuanto a hurto a las personas– y el espacio público. Lo grave es que eso debilita a la izquierda como proyecto político y desluce su aporte en construcción de equidad e inclusión social.
La disputa por la Alcaldía de Bogotá se está reduciendo, además del de Clara López, a dos nombres: Enrique Peñalosa y Rafael Pardo. ¿Estos dos candidatos representan visiones antagónicas de ciudad?
No diría que son antagónicos, pero sí que son muy diferentes. Creo que ambos se ocuparían a fondo de la movilidad y la seguridad. Peñalosa es obsesivo y es garantía del éxito en sus obsesiones. Rescataría Transmilenio y el espacio público, recuperaría el centro, construiría mucha infraestructura pública y social, aunque es un misterio qué haría con el metro. No arrasaría con los programas sociales, pero posiblemente se embarcaría en proyectos faraónicos como el de la Bogotá de los rascacielos y los malecones en la ribera del río. Consolidaría el peso de los megacontratistas distritales, alborotaría el panorama social peleando con los sindicatos y los vendedores ambulantes. Expandiría la ciudad sobre la sabana.
Y, ¿Pardo?
Pardo es el equilibrio, con lo bueno y lo malo que esto significa porque conlleva el riesgo de caer en las aguas tibias. Mantendría y perfeccionaría los programas sociales. No daría saltos al vacío, buscaría un balance entre buena gerencia y concertación social, entre densificación y expansión de la ciudad. Construiría el metro. Le daría mucho énfasis a la lucha contra la inseguridad. Se preocuparía por el fortalecimiento institucional y la integración regional. Posiblemente trabajaría duro contra la corrupción y por la cultura ciudadana. Ayudaría en el posconflicto.
Parece difícil que usted escoja entre uno u otro…
… Espéreme tantico.
Bogotá no se puede dar el lujo de equivocarse en la elección de su nuevo alcalde. Deme, por favor, cinco puntos claves que un elector debería tener en cuenta a la hora de votar por un candidato.
1. Que el candidato no sólo no robe sino que no deje robar. Por eso es importante conocer la trayectoria de sus allegados, familiares y socios. 2. Que invierta tiempo y energía en rodearse de un óptimo equipo de gerentes y expertos. 3. Que trabaje por la inclusión social. 4. Que no gobierne sólo para los pobres, sino para toda la población, con el fin de proporcionarle una ciudad amable, segura, bonita y funcional. 5. Que inspire e integre en vez de polarizar.
Ponderando los problemas más graves de Bogotá, ¿cuál es el de mayor urgencia y el que requeriría unidad de cuidados intensivos e intervención inmediata del alcalde que se posesione el 1° de enero de 2016?
Hay unos problemas estructurales y crónicos: la pobreza, la exclusión, que se manifiestan en todos los planos sociales como la educación, la salud y la vivienda. Pero hay dos críticos, la movilidad y la seguridad, que hay que enfrentar con acciones urgentes como la creación de la Secretaría de Seguridad, la ampliación del pie de fuerza de la Policía, la financiación de fiscales para el hurto a personas y los programas para jóvenes en riesgo de caer en el delito. En cuanto a la movilidad, es urgente un plan de choque para reorganizar Transmilenio y los demás componentes del SITP.
Usted ya no es candidato a la Alcaldía y tampoco podrá volver al Concejo el año entrante. ¿A qué se dedicará siendo que su desempeño profesional siempre ha estado en la vida pública?
Puedo contestarle a qué me gustaría dedicarme: a seguir trabajando por Bogotá desde mi partido, los medios y los centros de investigación; me encantaría ayudar a hacer un control político serio, con palabras de Claudia López, no saboteador, ni chantajista, ni complaciente. A propósito, el que enfrentó Petro en el Concejo fue ejercido por una alianza entre saboteadores honrados –le rechazaban hasta lo que le convenía mucho a la ciudad–, y chantajistas tradicionales –bloquear para negociar–. Necesitamos un control político y cívico diferente.
* * *
“Construir identidad propia”
La decisión de Claudia López de apoyar a Rafael Pardo en su aspiración para la Alcaldía de Bogotá, y la de otros verdes, de adherir a la campaña de Clara, evidencia la falta de identidad de su partido: se integran a candidatos que nunca pertenecieron al Verde e ignoran al que sí lo fue: Enrique Peñalosa. ¿No resulta extraño?
Sí, es raro, pero se explica porque un partido de avales le da cabida a gente muy disímil, y también porque Peñalosa está lejos del centro de gravedad de lo que es actualmente la Alianza Verde. Ahora, la diversidad es un problema pero también una oportunidad. Da insumos para combinar lo mejor de varios mundos. En el caso de Bogotá, podríamos recoger la lucha por la equidad de los progresistas, la defensa de lo público y la cultura ciudadana de Mockus, el empuje gerencial por la infraestructura y la movilidad de Peñalosa, y la protección del ambiente, tan cara a los verdes. Espero que pasada esta coyuntura de dispersión en que nos quedamos sin candidato, la Alianza combine esos ingredientes y construya alrededor de su proyecto una fuerte identidad propia.
Siendo experto en temas urbanos de la capital, ¿consideraría aceptar un cargo oficial si se lo ofreciera el nuevo alcalde?
No estoy interesado en cargos en la administración. Perdería independencia para ejercer control social.
Historia verde, en blanco y negro
El partido Verde se ha caracterizado más por contar con figuras políticas de gran prestigio, aunque algunas de ellas sólo hayan pertenecido a esa colectividad por períodos cortos, que por una ideología, por sus doctrinas, tesis o programas. En efecto, antes de 2009, cuando irrumpieron en ese grupo, con gran eco mediático, los exalcaldes Mockus, Peñalosa, Garzón y un tiempo después, Fajardo, pocos colombianos tenían interés en sus dirigentes, unos desconocidos. El Verde deriva de la antigua personería jurídica de la Alianza Democrática M-19, que era manejada por personas de escasa trayectoria y problemas judiciales y que se transformó, en 2005, en el partido Opción Centro, apoyado, entre otros, por el condenado parapolítico Luis Alberto Gil. Pese a no tener gran cubrimiento nacional, Opción Centro consiguió elegir en 2007 a dos gobernadores, 23 alcaldes y un número superior de concejales. Desde entonces se convirtió en un poder nada despreciable, que otorga avales. Su éxito ha sido, a partir de esa época, resonante, porque la táctica de atraer a personajes que inspiran respeto público le ha dado votos y le ha conseguido seguidores fieles. Hoy, el Verde tiene en sus filas a políticos tan apreciados como Claudia López, Angélica Lozano y Carlos Vicente de Roux.