Lograr que la salsa se escuchara con la misma sabrosura en un idioma distinto al español parecía poco viable. Sin embargo, incursionó en el panorama un colectivo llamado Hermanos Lebrón que no solamente interpretó el género con otro acento, sino que puso a la música latina en contacto con los oídos acostumbrados a deleitarse con los grandes compositores clásicos y con los estilos surgidos a partir del blues.
El soul, el boogaloo y el R&B fueron, entonces, las más importantes fuentes de inspiración para este grupo conformado desde hace varias décadas por Pablo, José, Carlos y Frank, quien murió este miércoles 9 de septiembre en Cali, Colombia. Todos ellos liderados por Ángel, el responsable del proyecto sonoro desde finales de la década del 60.
Frank Lebrón, el menor de la estirpe, se encargó desde siempre de marcar con la interpretación de los instrumentos percutivos el ritmo que tanto caracterizó al colectivo. De ahí que su muerte se haya lamentado en todas las atmósferas de la música latina.
Puerto Rico es la cuna por excelencia de los Hermanos Lebrón, pero una gratitud especial los une con Nueva York, ciudad en la que nació Frank Lebrón, pues allí se acabaron de formar como conjunto y en la gran manzana consiguieron posicionar temas tan relevantes como I believe y The Brooklyn Bums.
En esta misma capital mundial las canciones Pena y dolor, La temperatura, La envidia y la tumba, Fe y La ley se calaron en el gusto del público.
Frank Lebrón comenzó a hacer parte del colectivo familiar a finales de la década del 60 y el debut oficial lo realizó en el álbum Salsa y control.
Mucho antes de que el hip hop se convirtiera en la poesía urbana que marca la pauta en el comportamiento de los jóvenes en occidente, Pablo Lebrón cambió la forma de sonear, de improvisar en la voz, mientras que el público llevaba el ritmo con los pies guiados, eso sí, por la maestría de Frank Lebrón.