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¿Qué la motivó para escribir este libro?
La angustia que me ataca cada vez que me entero de las múltiples vejaciones de las cuales son víctimas las mujeres, sobre todo en nuestro país y sus alrededores, en donde se les mata como a moscas, y se enfrentan a múltiples episodios de discriminación, desigualdad y violencia. Ellas son las principales víctimas del conflicto armado, pues han sufrido la tortura física y psicológica, la violencia sexual, el feminicidio, el desplazamiento forzado, la trata de personas y la desaparición forzada, fuera de la pérdida de sus seres queridos.
¿Cuánto tiempo le llevó la investigación para “No me mates. ¡Te amo!”?
Desde los tiempos en que fundé y dirigí la revista Mujer me he preocupado por la condición de la mujer y he querido, por medio de las letras, ayudar a que la sociedad se concientice de la desigualdad de género y de la necesidad de que ocurra una transformación con miras a la equidad. Ellas han sido víctimas, pero a la vez son las protagonistas de la solución, porque somos madres y educadoras.
¿Qué pensaba en la infancia sobre este asunto?
Nací en un pueblo olvidado de la Colombia profunda. Cuando me di cuenta de que no era niño me propuse actuar como ellos, jugando al trompo, a la rayuela, a las canicas, y conseguir los privilegios que mi hermano y mis primos tenían. Además, me despelucaba al constatar en la biblioteca de la escuela de La Paz de Calamoima (Cundinamarca) que habían pasado tantos siglos y ellas aún no lograban conseguir la igualdad de género.
¿La historia la saturó de argumentos?
Sí. Desde las auroras de la creación, se encuentran pasajes en que ellas son discriminadas. En la Biblia hay relatos en que se habla de que había tantas personas, sin contar las mujeres y los niños. Eso significa que ellas eran aparte, no gente. Luego hay pasajes como el del patriarca hebreo Abraham, casado con Sara, quien al no poder tener hijos, le sugiere al varón que procree con su joven esclava Agar, a quien después de que concibió a Ismael la arrojaron al desierto sin una gota de agua. Para entonces Abraham tenía 90 años.
¿Cuál cree que sea el meollo de tal estado de cosas?
Quizá juegue mucho el amor, del cual decía Voltaire: “El amor es la más fuerte de las pasiones, porque ataca al mismo tiempo la cabeza, el cuerpo y el corazón”. La fuerza física ayuda más que el salario de miedo que lograron instaurar en las mentes de las mujeres.
¿Ellas han sido esenciales en la construcción de los pueblos, como afirma en su libro?
Por supuesto. Ojalá que la desigualdad y la violencia de género se extingan de nuestra sociedad. Quiero que este libro lo lean en escuelas y colegios, hombres y mujeres, para que se ayude a formar una conciencia que revalúe el papel de la mujer en la sociedad, y que las féminas en el Congreso, en las alcaldías, gobernaciones y otros cargos importantes elaboren una agenda para alcanzar este objetivo.
En “No me mates. ¡Te amo!” usted cita muchas veces las estadísticas. ¿Cuál fue la que más la alarmó?
De los mil millones de habitantes más pobres del planeta, el 60% son mujeres y niñas. Dos tercios de los 960 millones de adultos que no saben leer, son mujeres. En el 2014, 1.158 mujeres fueron asesinadas en Colombia, de las cuales 145 por su pareja.
¿El libro es una novela o son relatos?
Como diría Julio Cortázar, es una novela con otras novelas adentro. Acudí a los recuerdos parisienses y colombianos para oxigenar el texto, que es tan dramático y espeluznante, puesto que cuento historias tremendas con feminicidios adentro, violaciones, maltratos, desapariciones y otros horrores.