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Novela gráfica desde la academia

Una historia que narra las tensiones raciales que ya existían al principio de la vida republicana en Colombia.

Santiago La Rotta
31 de enero de 2014 - 09:10 p. m.
Novela gráfica desde la academia

“Él se está trayendo a los pardos y al populacho por jaranas, bailetes de negros y festejos de esto que, como les apronta el bolsillo y abre la frasquera, los tiene adictos y los está haciendo devotos. Todo esto hace ver que este señor no conviene aquí de modo alguno, y que será preciso que se le haga marchar de Mompox”.

El problema de siempre, el mismo: dinero. Lo es ahora y lo fue en los albores de la República, por allá entre 1822 y 1824, años en los que se sitúa El antagonista, una novela gráfica que nació como investigación académica de la mano de la historiadora Muriel Laurent. El salto entre la publicación universitaria y la novela gráfica lo realizó junto con Rubén Egea y Alberto Vega.

Esta es quizá la primera vez que una producción académica es adaptada a un formato que no suele ser el vehículo natural para desplegar una investigación histórica. La idea, cuenta Laurent, surgió en una conversación que sostuvo en 2008. Los años pasaron y el asunto seguía en un remojo mantenido hasta que llegó la historia ideal, un asunto más puntual, con personajes definidos que pudieran reencarnar a través de un tratamiento gráfico sin perder el anclaje al mundo de la no ficción.

El antagonista, el personaje, es Remigio Márquez, teniente coronel, senador de la República, que en 1822 recibe el encargo de ir a Mompox para frenar el influjo de contrabando que pasaba por el lugar. En el camino del deber, Márquez se interpone a los intereses de algunos poderosos, familiares de próceres como Antonio Nariño y, bueno, la cosa cambia porque el dinero es el único valor realmente sagrado y permanente.

El lío comienza siendo un asunto administrativo para terminar girando hacia un problema de raza, pues Márquez es un mulato, un mulato educado. “Yo, Francisco Trespalacios, alcalde de primera nominación, añado que el Señor Márquez entiende por gente sana del pueblo a los miserables, los que no saben leer, los débiles, los que carecen de facultades intelectuales para descubrir sus maquinaciones, los que no pueden oponerse a las arbitrariedades, y uno u otro que prostituye la dignidad del hombre libre, adulándole por fines particulares, exceptuando a sus amigos”.

La investigación de Laurent abarca, claro, el conflicto entre Márquez y sus detractores, las tensiones raciales en el comienzo de la vida republicana, pero se extiende a la ambientación visual del momento en el que sucede la historia mediante el estudio de acuarelas de la época para encontrar una aproximación gráfica más veraz en la forma de vestir de la gente y el aspecto de Mompox en esa época, entre otros aspectos.

La narración en el interior de la novela gráfica descansa buena parte en documentos históricos rescatados por Laurent que dan el tono y el contexto del enfrentamiento entre Márquez y los contrabandistas de Mompox. Mediante ellos, la historia adquiere un ritmo sostenido en un español elaborado, incluso barroco, que resulta muy agradable. Cuando no es a través de los documentos del momento, el hilo de la historia recae en diálogos hechos por los autores y aquí se siente una especie de disonancia, que no es tanto en el tono, como en el ritmo: la novela avanza mucho más cómodamente de la mano de los papeles salidos del archivo.

Con todo, El antagonista es un producto interesante y novedoso, una iniciativa valiente por parte de la academia, un sector a veces demasiado apegado a sus propias reglas y cánones, lo que, por desgracia, puede evitarle explorar nuevos terrenos y soluciones para contar historias que, sin duda, pueden tener un público más amplio que los iniciados o los expertos.

 

 

slarotta@elespectador.com

@troskiller

Por Santiago La Rotta

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