Entre la cordillera y el litoral, justo al lado del río Atrato, Fray Matías Abad Mastodon fundó Citará en 1648, un territorio que los indígenas regalaron a la orden franciscana de la época. Después de varios años, el colono español Francisco de Berro le dio el nombre de San Francisco de Quibdó, capital de departamento del Chocó y una de las poblaciones más importantes en la región del Pacífico colombiano.
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Aunque su riqueza natural y forestal es una de las más grandes del país, Quibdó también se ha caracterizado por su contexto de pobreza, violencia y abandono estatal. Su situación en algunos sectores es crítica, de hecho, según las cifras publicadas por el DANE, Quibdó es la capital con más desempleo de Colombia.
De acuerdo con el dato más reciente del DANE, el desempleo en Colombia en marzo 2024 aumentó al 11.3 % y en Quibdó empeoró a 29.7 %, muy por encima de todas las demás ciudades. Y en desempleo juvenil, de 15 a 28 años, Quibdó también ocupa el deshonroso primer lugar, con una cifra del 36,4 %.
La situación juvenil es crítica, pues gran parte de los quibdoseños en edad de trabajar no tienen oportunidades de empleo. Por eso, la violencia ha aumentado y la capital del Chocó ha buscado, de varias formas a lo largo de los años, llamar la atención de las autoridades. La gente encontró en la fiesta y el carnaval una forma de llamar la atención, de protestar y de sacar todos esos sentimientos negativos. Durante quince días, Quibdó deja de estar en las sombras y se convierte en una luz devota, alegre y unida.
San Pacho, fiesta y protesta
Entre la chirimía, las comparsas, los trajes y los desfiles, los habitantes de los doce barrios que componen Quibdó se toman las calles para festejar. Se desahogan, cantan y bailan durante largos recorridos. “Cada una de las comparsas va acompañada de un disfraz en el que se refleja el descontento de la población, por ejemplo, si en este barrio identificamos que hay una problemática con el tema de la salud, es el momento que nosotros utilizamos de manera alegre y divertida para mostrarle a los entes nacionales y locales el tema del descontento que se tiene con la dilatación de los recursos”, contó Jhonatan Figueroa, operador de turismo del Chocó, a El Espectador.
Las fiestas de San Pacho son importantes para los quibdoseños, porque según cuenta Figueroa, es allí donde se expresan su alegría, religiosidad, gastronomía, cultura y amor por la naturaleza, que fue lo que su santo patrono, San Francisco de Asís, les inculcó desde hace cientos de años. Viven esta época del año con alegría porque eso es lo que los representa. “Por medio de San Pacho transmitimos nuestro folclor, nuestra alegría, nuestro entusiasmo, y es lo que nosotros le queremos mostrar al mundo. No solo somos violencia, ni pobreza, acá también hay alegría, folclor y seguridad”, agregó Figueroa.
Aunque actualmente la fiesta es un arma de protesta, el origen de San Pacho es de carácter religioso. Así lo cuenta Omar Palacios, historiador y profesor quibdoseño, que recuerda que hace dos décadas se le acercó un franciscano capuchino y le obsequió un libro que contaba cómo se celebraba en ese entonces. “Las fiestas solo duraban tres días, los primeros de octubre. En ese momento Quibdó no tenía esta cantidad de barrios, solo existía la carrera primera, la segunda y la tercera. Se inventaron la fiesta los capuchinos con mucha alegría, aprovechando el espacio del río Atrato a finales del siglo XIX”.
Las mujeres alzan la voz en la fiesta
Las mujeres son protagonistas en San Pacho, pero también son víctimas del conflicto que azota su territorio. Pares: Fundación Paz y Reconciliación, informó que la amenaza de feminicidios, sumada a la creciente tasa de homicidios en la ciudad, ha convertido a Quibdó en un epicentro de la violencia urbana. “Según Medicina Legal, hasta julio del 2024, se han presentado 85 hechos de homicidio, 13 más en comparación con el mismo periodo en el año anterior”. Las amenazas hacia ellas son constantes e intimidantes, y en los quince días de fiesta que tiene San Pacho, ellas también buscan ser escuchadas y protegidas.
“Ver las fiestas de San Pacho es saber que existe una válvula de escape ante toda la represión que se ha generado, no solamente por ser tan pobres, sino por ser mujeres y negras. Ha sido muy difícil, porque la misma discriminación te lleva a perder tu autoestima. ¿Entonces, como soy negra, no tengo derechos? ¿no tengo garantías?”, afirmó Justa Sánchez, misionera seglar claretiana, a El Espectador.
Entre las comparsas que se toman las calles, salen niñas, jóvenes y mujeres de la tercera edad. Bailan, cantan, se maquillan y se disfrazan. Muestran su fuerza y su alegría, dejan de verse como víctimas, aunque lo sean, y olvidan por un momento los constantes hostigamientos que reciben por parte de los grupos criminales locales y el Clan del Golfo. “Las fiestas van adornadas de mujeres, ‘la cara linda de mi gente negra’, como dice la canción de Ismael Rivera, porque a pesar de los problemas que tenemos, nosotras también estamos luchando por nuestra seguridad y nuestra integridad”, comentó Ana Yolanda Palacios Machado, habitante de Quibdó, agregando que actualmente los jóvenes en su territorio están muriendo, y las mamás están llorando a sus hijos.
San Pacho, que comenzó a celebrarse el 20 de septiembre y finaliza este sábado, es un espacio cultural que para los habitantes de Quibdó está lleno de elementos de liberación. Es una salida a la rutina del dolor, la amargura y el odio que se ha ido generando a través de la problemática de la violencia. También es una forma de mostrarle al mundo sus costumbres, su música, su comida, su alegría y su esencia, la misma que los ha acompañado desde siempre, pero que se ha visto opacada por el conflicto que no para, y que los sigue azotando a diario.