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Selena Gómez, Taylor Swift y la realidad de la imperfección

La teoría de que la vida de las celebridades es “perfecta” se convirtió en mito luego de que algunos de los artistas más reconocidos a nivel mundial hablaran abiertamente de problemas relacionados con la salud mental.

Pamela Paul / “The New York Times”
03 de diciembre de 2022 - 02:00 a. m.
Además de ser colegas desde hace años, Taylor Swift y Selena Gómez son muy buenas amigas. / Christopher Polk
Además de ser colegas desde hace años, Taylor Swift y Selena Gómez son muy buenas amigas. / Christopher Polk
Foto: Getty Images - Christopher Polk/TAS18

Por donde quiera que se mire, Selena Gómez y Taylor Swift son mujeres extraordinarias. Inteligentes y capaces, han triunfado gracias a su talento innato, su trabajo arduo y constante, su ambición y su visión. Ambas son el tipo de superestrellas del pop que inspiran convulsiones de adulación y lágrimas. Las multitudes se agolpan y abren paso para dejarlas pasar. Poseen una luminosidad que parece casi exclusiva de las celebridades, con una piel tan incandescente que no necesita filtro.

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Pero no son perfectas. Y lo más importante, tampoco pretenden serlo. Un documental reciente de Apple TV+, Selena Gómez: mi mente y yo, ofrece un retrato sincero de Gómez, ahora de 30 años, y sus experiencias con el trastorno bipolar, el lupus, la ansiedad y la psicosis. En su último álbum, Midnights”, Swift, de 32 años, canta sobre su depresión cuando trabaja en el turno nocturno y sobre cómo acaba en crisis. Soy yo, hola, soy el problema, soy yo / Soy yo, hola, todo el mundo está de acuerdo, todo el mundo está de acuerdo, dice la canción Anti-Hero. A veces siento que todo el mundo es una criatura sexy / Y yo soy un monstruo.

Esta combinación de perfección externa y vulnerabilidad emocional se percibe como una característica propia del estrellato pop femenino contemporáneo. En una pantalla vemos un glamur impecable, actuaciones con coreografías y vestuarios perfectos y sorprendentes muestras de lujo. En la otra pantalla, confesiones de ansiedad, trastorno de estrés postraumático, ataques de pánico e insomnio.

¿Qué significa que muchas de las estrellas femeninas del pop actual, no solo Gómez y Swift, sino también Adele, Lady Gaga y Ariana Grande, expresen con sinceridad sus luchas contra la ansiedad, la depresión y los ataques de pánico? Megan Thee Stallion escribió una canción llamada Anxiety, y creó una página web dedicada a la salud mental. Incluso Rihanna, parangón de la confianza en sí misma, admitió haber tenido uno que otro ataque de ansiedad. Muchas estrellas aseveran en publicaciones y entrevistas que el escrutinio público -de los seguidores, las reacciones negativas, los escándalos fabricados, las críticas, los detractores que no perdonan nada- les afecta.

Algunos pueden criticar a las celebridades por no callarse nada, pero sin duda el impulso está a tono con un marcado aumento en los problemas de salud mental y una acentuada conciencia y apertura sobre esas dificultades. En los deportes de competencia, atletas como Simone Biles y Naomi Osaka (y entre los hombres, el nadador olímpico Michael Phelps y el jugador de la NBA Kevin Love) también se han sincerado sobre las presiones del desempeño.

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Para Gómez, los efectos han sido brutales. Por momentos, cuesta ver la fragilidad manifiesta en el documental de Alek Keshishian, a pesar del -o tal vez debido a- tremendo atractivo de la joven que lo protagoniza. Con humildad y autocrítica, Gómez describe el dolor físico y emocional que puede llegar a abrumarla.

“Me viene a la cabeza la voz que me dice que hice mal esto. Que estuvo fatal, que estuvo muy mal”, dice Gómez a su equipo después de un ensayo en el escenario. “La presión es simplemente abrumadora, porque quiero hacerlo lo mejor posible y no lo estoy haciendo”.

Imaginen ese mismo escrutinio implacable (aunque no en las mismas proporciones) y los cuestionamientos interiores sin los beneficios de la fama, el éxito, la riqueza y la belleza para compensar la carga. En el reciente libro Behind Their Screens: What Teens Are Facing (And Adults are Missing)”, Emily Weinstein y Carrie James documentan lo que llaman “las arenas movedizas de la comparación”. Citan a chicas que dicen cosas como: “En las redes sociales todo el mundo parece ser mucho mejor y estar mucho más adelantado que yo, lo cual es estresante y me hace sentirme rezagada, no deseada y estúpida”. Y: “Reviso mi Instagram y veo modelos con cuerpos perfectos y me siento fatal conmigo misma”. Para los adolescentes que son susceptibles a la inseguridad (y uno se pregunta quiénes no lo son), escriben Weinstein y James, “entrar en las redes sociales puede activar la ‘espiral oscura’”.

“Alguien hizo un comentario y tenía que ver conmigo, y luego, durante dos días, me sentí mal conmigo misma”. Así suena cualquier mujer joven hablando de las redes sociales, pero en este caso se trata de Selena Gómez en una reciente entrevista con Rolling Stone, quien a todas luces se refiere a un comentario de la esposa de su exnovio Justin Bieber. Una publicación similar cualquiera en internet puede tener el mismo efecto en quien sea, solo que sin el exnovio famoso. La escala puede ser menor, pero sigue siendo todo para el adolescente promedio. Weinstein y James señalan que en las redes sociales “la hostilidad también se ejerce frente a -o incluso para- un público”. “Cuando vas a casa no puedes escapar del drama ni el acoso”, dijo una adolescente de 12 años a Weinstein y James.

Un capítulo en otro libro reciente: Girls on the Brink: Helping Our Daughters Thrive in an Era of Increased Anxiety, Depression, and Social Media, de Donna Jackson Nakazawa, pregunta: “¿Acaso vivimos en una era tóxica para las niñas?”, y ofrece una respuesta inmediata: “Sí y es peor de lo que se imaginan”.

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Vale la pena señalar que en 1991 Keshishian dirigió el documental En la cama con Madonna sobre otra estrella del pop muy diferente, Madonna. En una reseña titulada No One Ever Called Her Shy (Nadie dijo nunca que era tímida), el crítico de The New York Times señaló la “inagotable desfachatez” de su protagonista. En aquella época, las cantantes de pop como Madonna, Cyndi Lauper y Janet Jackson tendían a proyectar dureza por encima de la vulnerabilidad y una postura en la que parecía que no les importaba lo que pensaran los demás, frente a la posibilidad de que les importara demasiado. Tal vez sentían la necesidad de proyectar una fuerza recién adquirida. La imagen resultante quizás era inspiradora, aunque desalentadora y poco realista a su manera.

A lo mejor a cada generación le toca un grupo de estrellas del pop en sintonía con sus propias aspiraciones e inseguridades. Es posible que las mujeres jóvenes puedan relacionarse mejor con las estrellas del pop de hoy, para bien y para mal.

Por Pamela Paul / “The New York Times”

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