Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La primera vez que la música vallenata, una música de campesinos y vaqueros, recibió un gran reconocimiento en el mundo fue en México, durante las Olimpiadas culturales y deportivas de 1968. Alejo Durán, acompañado de Pablo López Gutiérrez y un conjunto tradicional, interpretó en su acordeón diatónico algunas de sus canciones, venciendo así a todas delegaciones internacionales que hicieron parte del evento mundial. Cochise Rodríguez, representante de la delegación deportiva, no obtuvo el mismo triunfo.
Tanto los hermanos Náfer y Alejo Durán como los intérpretes del acordeón vallenato de principios de siglo XX repiten la misma historia: robaban el viejo instrumento a sus padres campesinos o a sus tíos para sacarle unas notas a escondidas. Todos aprendieron a tocar de forma empírica y pocos sabían leer y escribir, pero la música de sus ancestros calaba hondo en sus venas y en su conciencia. Así se fue apoderando del país el sentir vallenato, como lo diría Rafael Escalona en una entrevista inédita: “El vallenato se regó como el bostezo, de boca en boca”.
El Festival de la Leyenda Vallenata hace parte de esa efervescencia de la que habló en algunas oportunidad el maestro Escalona y que tiene este año muchos motivos para aumentar sus volúmenes y contagiar con su ímpetu a un público que está cada vez más interesado en identificar los orígenes del estilo que tanto reconocimiento le ha dado a Colombia en el mundo. La denominación por parte de la Unesco que declaró el vallenato Patrimonio Cultural de la Humanidad es una especie de súplica para que eventos como el que comienza hoy en Valledupar sigan apuntando a preservar el sonido clásico y genuino del género.
Durante cinco días, el vallenato en muchas de sus vertientes clásicas y contemporáneas, pero que de todas maneras recibe el impulso de sus cuatro aires más representativos: puya, merengue, paseo y son, asume de nuevo el protagonismo hasta el sábado y toma las banderas de la historia colombiana para exhibir su diversidad.
El vallenato, ese ritmo contundente que se compone con las vivencias cotidianas, que se improvisa en la piqueria y que se alimenta del sentir campesino, será la columna vertebral de la edición número 49 del Festival de la Leyenda Vallenata, que se realiza en Valledupar y tiene eco en todos los rincones del país.