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“Soy actor por accidente”: Manuel Sarmiento

Así llegó al personaje, por casualidad. Su carrera actoral estuvo precedida por el sueño de ser futbolista, y alcanzó a jugar en las divisiones inferiores de Millonarios, pero pronto lo abandonó por las luces y los escenarios. Hoy, con un largo prontuario de villano, interpreta a un investigador con características de niño genio.

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26 de noviembre de 2015 - 03:37 a. m.
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“Detective Marañón” es la primera película de Salomon Simhon y usted es el protagonista. ¿Cómo describe el personaje de Marañón en una frase?

Es un niño genio.

Marañón es muy diferente a los personajes que ha interpretado, porque se muestra ingenuo e inseguro.

Su ingenuidad corresponde más al aspecto social de su vida, en temas de amor o amistad, a una inseguridad, pero no en el aspecto profesional, porque allí explota su capacidad de inteligencia, de descubrir las cosas, de analizar las situaciones, los casos. Entonces creo que es un personaje muy dual que convive entre el niño y el genio.

Lo han encasillado en papeles de villano. ¿Le costó desprenderse de esa etiqueta?

Este personaje es exagerado, pero veraz, tanto que me dio miedo sobreactuarme. Pero considero que la voz jugó un papel muy importante, no permitió que pareciera una caricatura: ojos abiertos, hombros abajo, caminado de pato. Fue todo un reto, porque no podía parpadear durante la grabación. Fue por accidente que llegué al personaje. Al principio no encajaba, porque el director consideraba que era muy joven.

Y su llegada a la televisión también fue como por accidente.

Toda mi vida había hecho teatro, y antes de llegar al medio consideraba que la televisión era ridícula y que el arte estaba en el teatro. Luego entré a ella por una necesidad económica y entendí su lenguaje. Era muy inmaduro para ese entonces.

¿Sucedió lo mismo cuando empezó su carrera actoral en teatro?

Sí. Entré al grupo de teatro de la Universidad Jorge Tadeo Lozano por casualidad, por llenar una electiva de publicidad, y me dieron el protagónico de la obra. Mi papá, que trabaja muy cerca a la universidad, en la Corte Suprema de Justicia, como magistrado, pasó un día por la universidad y me vio actuar. El director de la obra le sugirió que me pusiera a estudiar actuación y él, feliz, me propuso la idea y terminé estudiando en el Teatro Libre. Soy actor por accidente, porque nunca lo había hecho.

¿Y le preguntó a su papá por qué lo encaminó en el teatro?

Sí: porque nunca se imaginó que pudiese trabajar en una oficina. Siempre fui inquieto, muy deportista, con una imaginación desbordante. Así que a él le pareció buenísima la idea. Pero no me dejó ser futbolista, que era lo que realmente quería. Estuve en Millonarios de los 12 a los 16 años, en las divisiones inferiores, como delantero, con Jairo Hernández, pero mi papá siempre fue tan intelectual que me regalaba libros. Recuerdo el de Los tres mosqueteros, porque para poder ir a jugar y ganarme un campeonato con Millonarios le tuve que presentar varios exámenes del libro a mi papá.

¿Cree que estaría mejor económicamente como futbolista?

Sí, creo que sí. Esa etapa me enseñó a defenderme, porque me la montaban por ser el único monito. Creo que de ahí salió lo villano (risas).

Pero ¿aún juega?

No. Ahora disfruto el ciclismo de alta montaña. Me gusta ir a Sopó y La Calera. La bicicleta reemplazó el fútbol.

¿Cine, teatro o televisión?

El teatro es mi mamá, me dio todas las herramientas. Allí conocí mis capacidades físicas, mentales y espirituales. En televisión descubrí la inmediatez; pero, definitivamente, mi pasión es el cine. Cuando estoy trabajando para una película son los momentos más felices de mi vida. Por eso ahora quiero ser director de cine y estoy estudiando fotografía. Me voy a ir a estudiar dirección a San Antonio de los Baños, en Cuba, porque siento que no veo las películas que quiero ver.

¿Qué tipo de películas?

En las que realmente me comprometo con la historia, donde creo que esos personajes están viviendo realmente las situaciones. Cuando me hacen amar, llorar, odiar, juegan con las emociones del espectador.

¿Algún director colombiano se acerca a ese tipo de cine que le gusta?

Sí, Víctor Gaviria, con quien nunca podré trabajar, porque él trabaja con actores naturales. Él hace historias conmovedoras e impresionantes, como “Sumas y restas”, “Rodrigo D: No futuro” y “La vendedora de rosas”. Él es el cineasta más grande de nuestro país. Pero por esa misma línea está Felipe Aljure, con quien trabajé en “El Colombian Dream”, y Alexánder Giraldo, quien también tiene un gran talento.

No solamente estrena “Detective Marañón”. También hay otros proyectos.

Sí, viene una época muy chévere. El 26 de noviembre se lanza “Detective Marañón”, el 25 de diciembre “Uno al año no hace daño 2”, y en febrero la película de la que me siento más orgulloso que se llama “Destinos”, en la que interpreto a un boxeador. Me gustó mucho el personaje, porque la vida misma se me volvió la del boxeador. Entrené mucho. Además, en esa época perdí todo, tuve que vender muchas cosas para sobrevivir, porque había llegado de Inglaterra y la televisión había cambiado, entonces tenía varias deudas y nadie me daba trabajo. Ese personaje representa una época difícil que me tocó vivir.

El personaje lo transformó a usted.

Sí, pero también la situación por la que estaba pasando me hizo madurar. Siempre fui como un niño chiquito y ese momento de la vida me volvió la persona que ahora soy. Era muy egocéntrico.

¿Cómo es ahora?

Un hombre que sufre de incontinencia verbal: no me puedo quedar callado, cuando no me gusta algo lo digo, aunque eso me ha dado algunos problemas en el medio.

¿Le ha dicho no a algún personaje?

Sí, lo he hecho, por la producción. Necesito plata para vivir, pero la necesidad no lleva a hacer cosas con las que no estoy de acuerdo. Hice una película de la que estoy completamente arrepentido, se llama Fábula de una conspiración. No fue el mejor equipo de producción; me tocó dirigirme, porque no eran organizados.

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