Tocando acordes para un sueño

Desde los 12 años no ha soltado el instrumento, al que define como su esencia. Por el amor y la disciplina que les tiene llegó a convertirse en la guitarrista principal de la regguetonera colombiana Karol G.

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Natalia Tamayo Gaviria
19 de noviembre de 2018 - 02:00 a. m.
Susana Vásquez es quien acompaña a la famosa Karol G en la guitarra. / Cortesía
Susana Vásquez es quien acompaña a la famosa Karol G en la guitarra. / Cortesía
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No importaba qué clase fuera, si matemáticas, español o biología, Susana Vásquez siempre sacaba su regla blanca, en la que con un marcador negro dibujaba los acordes de una guitarra y, simplemente, improvisaba alguna canción. Y cuando no tenía el instrumento en sus manos, garabateaba las cuerdas en su antebrazo para ensimismarse en lo que para ella era su vida: la música. Era su modo de escaparse de las lecciones de cálculo, literatura universal y sistema nervioso de sus últimos años antes de graduarse del colegio La Enseñanza, en Medellín. Las profesoras se cansaron de interrumpirla en su mundo de notas musicales porque, pese a sus idas y venidas a tierra, estudiaba con la misma disciplina para los exámenes.

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Para entender su comportamiento en el colegio hay que ir 11 años atrás, cuando Susana, con 12, sostuvo por primera vez una guitarra. “Siempre he sido muy tímida e insegura, pero cuando la toqué sentí que esa persona cohibida no existía”, se describe, mientras recuerda el momento cuando Maximiliano Sánchez, profesor de su escuela de música Staff Academy, en Medellín, le pasó el instrumento que marcó su esencia como ser humano.

Maximiliano ni siquiera era su instructor y nunca lo fue, pero se convirtió en esa persona que le presentó a, lo que podría llamarse, el amor de su vida. Susana comenzó a experimentar en la música con la batería, pero no la encantó lo suficiente. Además, a sus papás no les gustaba porque, para ellos, ese era un instrumento de niños. Luego de seis meses de haber ingresado a la academia fue que tuvo la revelación con la guitarra.

Nunca faltó a sus clases, pero tampoco fueron suficientes para entender y probar todo lo que podía hacer con su guitarra. “Mi proceso de aprendizaje siempre ha sido muy autodidacta, por eso he investigado por mi parte viendo videos en Youtube, revistas especializadas y buscando referentes para poder construir mis rutinas”. Hasta Santiago Cardona, amigo con el que a veces ensayaba, decía que practicar con ella era imposible. “Susana es un personaje. Toca cuando se levanta, desayuna, toca otro rato, almuerza, toca toda la tarde, come y vuelve a tocar antes de dormirse. Su vida es la guitarra”.

Cuando se graduó del colegio, dejó la academia y se inscribió al programa de música de la Universidad Eafit, en Medellín, pese a que su familia no veía esta carrera como una opción profesional. Con el tiempo y la paciencia se encargó de demostrarles todo lo contrario, que de tocar la guitarra sí se puede vivir, que no es necesario ser un ingeniero o un administrador, como su hermano le recomendó, para garantizar una estabilidad económica. Mientras estudiaba, aprovechaba sus fines de semana para trabajar en fiestas de matrimonios y en la discoteca crossover Kukaramakara.

“Siempre he soñado con cosas más grandes que tocar en un matrimonio en Zona E”, se decía siempre. Y sabía que tocar en este tipo de eventos era algo temporal, pero necesario. Por eso continúo trabajando en sus planes, enfocándose en su guitarra, poniéndola por encima de fiestas, de una relación amorosa. Por encima de cualquier cosa o cualquier persona. Dentro de esos proyectos y visualizaciones, aplicó para una beca en The Collective School of Music, en Nueva York, para seguir profundizando en sus estudios y, por ley de la atracción como lo llama ella, se la ganó de tanto visualizarse viviendo esa experiencia. Desde enero de este año se mudó a un pequeño apartamento en Brooklyn en el que su única y constante compañía fue -y ha sido- su guitarra.

La segunda oportunidad que la tomó por sorpresa, cuando ya vivía en Nueva York, fue la proposición que le hizo Karol G, una de las cantantes del género urbano más reconocidas de Colombia. La Susana que se encontraba en el colegio se hubiese reído de la Susana que aceptó ser la guitarrista de la banda de la reggaetonera. Con el tiempo, mientras estaba en la universidad y trabajaba en matrimonios y discotecas, entendió que ganarse la vida gracias al funk, rock y blues -los géneros que más disfruta interpretar- no le darían el suficiente dinero para comer y pagar un arriendo. “Tampoco pensé terminar en el reggaetón, pero esta es la industria que hay en este momento. Es un mundo muy diferente, estoy concentrada en hacer mi trabajo, que es tocar guitarra, y soy feliz haciéndolo”, asegura, a la vez que ríe al confesar que ya tararea una que otra canción.

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Y esta decisión de Susana era algo de esperarse, porque desde que comenzó a sentir las cuerdas entre sus dedos supo discernir que ser una guitarrista no es solo talento, sino una suma de renuncias, pasiones, rutinas y esfuerzos. “Ella cedió a una vida de artista muy diferente, supo combinar algo de lo empresarial y lo deportivo con su práctica musical. La mayoría de escritores, cantantes, pintores o actores de teatro cuentan con unas historias, por lo general, desordenadas. No tienen horarios para levantarse, dormirse, en algunos casos las drogas, el sexo desenfrenado. En cambio, ella se comporta como una empresaria de la guitarra. Ha creado un orden estructurado hacia dónde quiere llegar y qué ejercicios la pueden llevar a eso. Esa es su gran virtud, se gestiona como una marca”, esa es la descripción que hace Santiago Cardona al momento de pensar en todo el proceso musical de Susana, desde que comenzó en la academia Staff hasta Nueva York.

Tras haber logrado estar donde está ahora, de haber viajado con Karol G a giras por Colombia, Perú y México, de haberle dado una oportunidad al reggaetón como fuente de trabajo, de haber renunciado a Medellín, a su clima primaveral y a su comida, para vivir su sueño en Nueva York; ahora Susana tiene planes más ambiciosos que se veían imposibles cuando en sus clases en La Enseñanza viajaba a una dimensión en la que solo existía la música; ahora Susana está concentrada mejorando sus rutinas para llegar un día, no muy lejano, a compartir escenario con artistas como Justin Timberlake o Beyoncé.

Por Natalia Tamayo Gaviria

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