“La paz” se grabó en un campamento en Buenos Aires, Cauca. ¿Cómo logró entrar ahí?
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Tenía la idea desde hace mucho tiempo, pero no conocía a ningún guerrillero; entonces fui a una conferencia de Justicia Transicional que dictó Álvaro Leyva Durán, quien me pidió una propuesta formal que él le hizo llegar al comandante. Todo fue un vaivén, porque el permiso lo otorgaban o lo negaban de acuerdo con la coyuntura de la negociación del proceso de paz, hasta que finalmente me permitieron entrar.
¿Qué espera lograr con “La paz”?
Mi documental muestra no solo que el conflicto existió, sino que ese conflicto tiene cara humana así siempre nos hayan dicho que es el “enemigo”. Yo les puse una cara a estos enemigos que, evidentemente, vivían en un campamento de las Farc. El documental, por ser una observación que busca la condición humana dentro de la guerra, puede dar unas claves para que la gente entienda que la paz es primordial.
¿Considera que su trabajo es una huella de la memoria del país?
Las narrativas del posconflicto son muy importantes mientras las tratemos desde la mirada del artista alejado del periodismo, porque, desde mi punto de vista, es fundamental mirar desde el balcón y con cierta distancia para mostrar nuevas visiones y relatos.
Pero en su documental cuenta con la colaboración de la periodista María Elvira Bonilla y Las 2 Orillas.
Bonilla fue como una mentora y desde el principio tuvimos un divorcio muy claro entre lo que yo estaba haciendo y ella hacía. Ella me ayudó con el acceso al campamento, porque no tenía cómo acercarme a un guerrillero del secretariado de las Farc. El documental también está producido por un francés y por Las 2 Orillas, porque cuando lo presenté en el Bogotá Audiovisual Market (BAM) no conseguí productor, y ellos aportan esa nacionalidad colombiana que necesitaba.
¿Cómo logró alejarse del enfoque periodístico?
No tenemos un narrador y no realizamos entrevistas, dejamos que ellos nos contaran su visión. Tuvimos 250 horas de grabación, un material de solo observación que fue con el que se armó la narrativa.
¿Cómo alguien se puede olvidar de la cámara?
Como queríamos retratar la condición humana, durante dos semanas no prendimos la cámara. Nos ganamos su confianza jugando fútbol y encontrando puntos en común como seres humanos. Luego pusimos la cámara “de ladito” para hacer el registro de lo que sucedía en el campamento día a día. Fue un trabajo muy difícil que comenzó con las reglas de no tener guion, ni narrador, ni realizar entrevistas, porque la conversación se podía volver política.
¿Tiene contacto con alguna persona del campamento?
Sí, con dos personas, pero es un contacto muy cortado. Nosotros hicimos la filmación de La paz antes del plebiscito y en los meses que estuvimos ahí generamos mucha confianza mutua, pero eso cambió tras el resultado del “no”.
¿Alguno de ellos vio el documental?
Yo fui a Los Chorros, en Cali, a mostrarles el documental a algunos de ellos y lo recibieron con mucha nostalgia, porque esa visión de familiaridad que había entre ellos se dislocó.
Hace unos años estrenó el corto “Desde Bosnia con amor”. ¿Qué experiencia le dejó esa filmación?
Fui a Sarajevo en 2014 y me pareció muy interesante un museo que ellos tenían sobre el genocidio en Bosnia. Me pareció que había mucha gente interesada por conocer el conflicto desde adentro.
¿Qué similitud hay entre el corto y el documental?
El video Desde Bosnia con amor era una comparación entre nuestros conflictos y cómo me imaginaba la catarsis que podríamos hacer en el país por medio de museos o centros de memoria. En ese video yo me adelantaba a la narrativa que hoy escuchamos de construir la memoria, y en el documental La paz eso fue lo que intenté hacer: exhibir esos microrrelatos y vivencias de esta tropa, reconstruir lo que ellos vivieron, más desde la condición humana que desde la política.