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Un bibliófilo kankuamo

Convencido de la importancia de la lectura y de preservar la cultura indígena, este bibliotecario explica cómo ha sido su trabajo luego de recibir un reconocimiento especial como finalista del Premio Nacional de Bibliotecas Públicas 2015.

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11 de septiembre de 2015 - 03:59 a. m.
La comunidad kankuama, a la que pertenece Souldes Maestre, vive en la Sierra Nevada de Santa Marta. / Gustavo Torrijos - El Espectador
La comunidad kankuama, a la que pertenece Souldes Maestre, vive en la Sierra Nevada de Santa Marta. / Gustavo Torrijos - El Espectador
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¿Cómo empezó el trabajo en Atánquez?

La idea surgió hace unos 12 años en cabeza de los mayores de la comunidad. Pero hace dos años los jóvenes decidimos tomarnos una casita comunitaria que estaba abandonada y una tarde nos fuimos a arreglar el piso, que estaba lleno de huecos. Así fue como empezamos: le adecuamos la sala infantil, arreglamos la humedad porque se dañaban los libros. Ahora los niños tienen sus salas con luz todo el día e internet; están produciendo cortometrajes y animando.

¿De qué se compone la biblioteca?

La biblioteca es un espacio en el que convive lo físico con lo espiritual y lo emocional. Para nosotros es mucho más que esas cuatro paredes: es la convivencia entre nosotros y el acercamiento a nuestra gente y cultura. Pero si hablamos de instalaciones, tenemos una para el programa de radio y otra donde están la biblioteca y el espacio para hacer televisión. Además adecuamos en la parte de atrás nuestras kankuruas o casas ceremoniales.

¿Qué actividades realizan ahí?

Aquí llega toda la comunidad a escuchar a los mayores, o simplemente a tener un espacio de tranquilidad. Se trata de casas hechas de barro y latas y su función fundamental es ser territorios de paz. Además organizamos en este lugar las clases para que los niños aprendan a tocar el chicote y la gaita y a bailar.

¿Cómo trabajar una tradición escrita en una comunidad indígena que se basa en la oralidad?

Aunque nos fascina hablar, y eso es lo que es de nosotros, la escritura no ha sido algo ajeno, porque finalmente tenemos nuestra manera de escribir, que es tejiendo chinchorros, por ejemplo. Existe más bien un miedo a que, si escribimos con lápiz y papel, vamos a perder esa parte de nuestra cultura. Pero esto no va a pasar porque son cambios que no significa que vayan a desaparecer. Es similar al cambio, por ejemplo, cuando llegó la radio y pensamos que el periódico se iba a acabar. Pero no pasó. Eso sí, cualquier cosa que queramos escribir la comentamos con los mayores por su sabiduría, que debemos respetar.

¿Cuántos libros hay en la biblioteca?

Tenemos 2.700 títulos que ha enviado el Ministerio de Cultura, 500 de ellos son infantiles. Pero tenemos 300 más que hemos hecho nosotros mismos. Aquí incluimos nuestro modelo educativo, manuales de música, literatura propia, los cuentos de Beethoven Arlant, grabaciones de todo tipo y otras clases de escritos. Nuestra tarea es recoger los saberes tradicionales para guardarlos y ponerlos al servicio de la gente. En esta estantería también hemos adecuado todo el material de memoria histórica.

¿En qué idioma está ese material?

El material está en español. Como comunidad estamos en un proceso de recuperación de la lengua. Hace 20 años murió la última persona que hablaba kankuamo. Aunque hoy en día no la hablamos, estamos en un proceso lento de recuperarla, que planteamos para 20 años. Vamos a recoger todos los topónimos que siguen en nuestra cultura porque ellos son los testigos de que existe una lengua que debemos retomar. Lo más bonito de este proceso es que los niños son los que están más motivados a aprender.

¿Cuál es el libro más pedido por los niños?

Se llama Misterios de Atánquez, que además es una de las razones por las que empezó la biblioteca. Después de ganarnos una convocatoria con el Ministerio de Cultura, organizamos unos talleres en los que los adultos mayores contaban historias y 15 niños escuchaban y con su imaginación debían crear sus propias cuentos. Con ellos hicimos el libro. Ahí sacamos 500 copias y las repartimos por todo el resguardo. En todas las escuelas hay una copia y en la biblioteca tenemos 15, y es lo que más leen, porque los niños se ven en las fotos y leen sus propias historias.

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